lunes, 30 de agosto de 2010

La roca de Siegfried

Tal que Siegfried, sentado en la roca más alta
contemplo el curso lento del río serpenteante
y los cantos que ruedan hacia la mar etrusca
y el vuelo del halcón.

Fluye por la corriente una piedad benigna
y un lenguaje correcto, cuidando las maneras
y enunciando los dogmas ahogan las gargantas
y los peces de plata.

En el cielo, encendido, un misántropo sol
da calor a las dos orillas y el halcón,
el azor, el milano y el pájaro solar
vuelan con luz oculta.

Un aluvión de tierras negras deja perfiles
de babosas inmundas, de guerras entre griegos
y troyanos hostiles que luchan por el oro
y la belleza eterna.

Más allá del silencio, subido en la alta roca,
contemplo el cielo azul y oigo el rumor del río
y disparo la mente como un dardo mordaz
que no conoce el blanco.

Al atardecer, cuando engañan los grillos
y el viento de poniente atusa aguas y juncos
rechazo las canciones de los apañamundos
que brindan a la luna.

Descubrirás al alba, ocioso caminante,
que el vuelo de la alondra y de las golondrinas
anuncia la llegada del nuevo carnaval
que aclama Dionisos.

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