Mosaico de la Casa de los Pájaros, Itálica. Romano tardío
En la Historia del Arte encontramos formas de expresión
artística que han sido calificadas de “tardías”.
El romano tardío, el gótico tardío, el romanticismo tardío,
el realismo tardío..., son estilos que aparecen al final de un periodo artístico
y parecen obstinarse en permanecer en él.
El estilo tardío se desarrolla cuando el arte se expresa con
un lenguaje formal autocomplaciente y va dando vueltas sobre lo que ya conoce,
cuando depura su discurso incidiendo en lo sabido y en lo notorio, evitando
cualquier aventura o reflexión estética que no sea reputada o acreditada.
Mantenerse en lo conocido y oponerse al cambio es propio de
los totalitarismos y las sociedades pacatas que ancladas en la tradición,
suelen ser el caldo de cultivo que favorece las formas tardías del arte.
La intolerancia de los imperios o los fanatismos religiosos
han sido quienes históricamente se han opuesto a las transformaciones formales
y a las vanguardias. Debido a la intransigencia, bajo la gravedad de esta losa
tan pesada, el arte se ha ido retorciendo sobre sí mismo como si de una hoja de
acanto se tratara, que creciendo sobre una tumba, sobre algo que ya está muerto
se enrosca por efecto del bulto que tiene encima.
Analizado el discurrir de la historia del arte, comprobamos que un
estilo artístico se resiste más al cambio cuanto más racional es aquello que se
avecina y lo tardío se hace más tardío.
En España los estilos tardíos adquieren muchas y variadas
formas, se van perpetuando al tiempo que sus formas se retuercen. El
tardorrománico se autocomplace mirando y volviendo a mirar las plantas
basilicales y antes de adoptar un estilo europeo es capaz de producir el
Pórtico de la Gloria en Santiago de Compostela o construir los pesados edificios
proto-góticos como la Catedral de Zamora, la Catedral de Salamanca o la
Colegiata de Toro, con un cimborrio agallonado
sobre el crucero de clara inspiración bizantina. El gótico tardío adopta los calificativos de
isabelino, flamígero, florido, cortés, todo antes que asimilar la racionalidad
del Renacimiento.
Catedral de Zamora
Colegiata de Toro
Con la Inquisición de compañera llegamos al Barroco tardío cuando
los ecos de los grandes racionalistas como René Descartes y Baruch Spinoza, los
filósofos políticos Thomas Hobbes y John Locke y Pierre Bayle ya habían anunciado
sus teorías, aquí estábamos con las tallas dolientes de los pasos de Semana
Santa, la sangre derramada de los Sagrados Corazones, la escultura de Berruguete
y la pintura del sevillano Juan de Valdés Leal con sus dos Jeroglíficos de
las postrimerías, del hospital de la Caridad de Sevilla, escalofriantes
figuras de esqueletos y cuerpos putrefactos plenas de morbidez y exacerbado
realismo.
Jeroglíficos de las postrimerías (1672)
- Juan de Valdés
También encontramos reacciones contra el avance artístico al
final del Romanticismo. En literatura y en las artes en general, un
romanticismo tardío se opone a las vanguardias y a la modernidad. El
romanticismo adquiere unas formas decorativistas, ñoñas y amaneradas. Se hace
nacionalista, indaga sobre unas raíces fantásticas, ancestrales o medievalistas
buscando una epopeya y así aparecen adalides como Viriato, el Cid Campeador o
Guifrè el Pilós para que expliquen identidades o justifiquen la inmovilidad,
siempre, eso sí, con los ojos cerrados y aborreciendo las vanguardias.
Guifré
I de Barcelona, el Pilós (1892) Pau Béjar
Tardorrománicos, góticos tardíos, tardobarroco, romanticismo
tardío, un largo recorrido que nos conduce por una senda dramática de
intransigencia cuya expresión política bastante reciente la hallamos en el
tardofranquismo.