domingo, 31 de enero de 2021

La luz en la arquitectura



En latitudes como la nuestra, donde el asoleo es tan potente, los arquitectos debemos disponer los elementos constructivos adecuados para que el calor y la luz no molesten a los usuarios.


Debemos proyectar edificios con un equilibrado sistema de control de la luz natural, sobre todo en edificios de viviendas.


En la arquitectura popular, esta contingencia se ha resuelto con soluciones bastante plausibles. 


Un correcto dimensionado de los huecos de fachada, así como la construcción de porches y aleros y la colocación de persianas o toldos han solucionado bastante bien el efecto más o menos molesto de la incidencia de los rayos solares al interior de los edificios. Algunos de estos elementos han sido adaptados y adoptados en la arquitectura moderna, pero a menudo, esta arquitectura moderna peca de un exceso de transparencia que, si bien puede ser beneficiosa en países septentrionales, no lo es en los territorios meridionales. Un exceso de transparencia va contra el confort. 


La arquitectura contemporánea consigue controlar la luz y alcanzar un cierto confort, pero es a costa de un dispendio monumental de energía que resulta insostenible.


Naturalmente prefiero la luz a la oscuridad, pero debo considerar que el exceso de luz en un espacio de vivienda puede molestar, en tanto que agradezco la transparencia de algunos espacios en los edificios públicos.


Detesto la opacidad de la arquitectura románica, la falta de iluminación bajo las bóvedas de cañón acompañaba el sermón lanzado desde el púlpito. Oscuridad y miedo al infierno se mezclaban con el incienso que contaminaba el aire.


Me sobrecoge el afán estructural del gótico para dotar de más claridad las naves de las catedrales. La escolástica pétrea incorporó vitrales magníficos que tamizaban la luz y los reflejos cromáticos pintaban el suelo y las bóvedas de crucería.


Admiro el reparto equilibrado de luces y sombras de la arquitectura clásica. En la composición de las fachadas clásicas encontramos un reparto armónico de vacíos y llenos; ventanales, paños ciegos, órdenes clásicos y molduras conducen la luz a los interiores medidos, donde el espacio se dimensiona según la medida humana.


No me gusta el claroscuro que se produce en los interiores barrocos. La luz queda absorbida por los tapizados. Espacio y luz forman una amalgama elegantísima de pasos cortos y pelucas empolvadas.


Aborrezco el gusto por lo oscuro, por las ruinas y las grutas de los románticos. No me gustan las sombras de Piranesi ni la luz brumosa de los acantilados que tanto impresionó a Caspar David Friedrich.


En las logias masónicas, la iluminación simbólica se desliza sobre el pavimento ajedrezado. De los masones puedo admitir la iluminación íntima que preside sus ceremonias, no así la intimidad forzada de los espacios sádicos.


No me gusta nada la luz mortecina de los interiores modernistas, son fríos y recargados. A los arquitectos modernistas les interesaban los vitrales más como objeto artesanal que como elemento de control lumínico. Ni el modernismo ni la Sezession prestaron atención al confort de la luz. Se preocuparon por el adorno, por los dragones y los elfos.


Admiro, aunque no siempre comparto, el anhelo de transparencia utópica de los primeros racionalistas: Bruno Taut, Enrich Mendelsohn, Max Taut, los tres expresionistas que aduvieron por unas calles inundadas de nieblas.


Creo que los arquitectos de la Bauhaus solucionaron muy bien el control de la luz, aunque sus propuestas son válidas en las latitudes septentrionales, donde no crece el olivo, pero fracasan cuando se aplican en los edificios mediterráneos. 


Hay oscuridades incompatibles con el árbol de Minerva.

sábado, 30 de enero de 2021

Una decoración donde esconderse



Siempre he sospechado que detrás de una ornamentación sobrecargada puedan aparecer los espíritus de aquellos que no quieren saber nada de calamidades o infortunios.

 

Son ánimas cándidas que se ocultan detrás de los chirimbolos barrocos para no ver las adversidades. Se resguardan de los males que salieron del cráter de Pandora y que se esparcieron por todos los confines del mundo.

 

Recelo de los cortinajes de telas pesadas y de los ambientes rococó. Creo que encubren los fantasmas ingenuos que no aceptan la realidad de las cosas.

 

Muchos adultos con síndrome de inocencia pertinaz esconden la cabeza debajo del ala de algún angelote barroco y así, quietecitos, esperan que pase la desdicha.

 

El lenguaje barroco ha proliferado en tiempos de calamidades. 

 

 

Cuando se avecinaba la Revolución Francesa y la consiguiente caída del Ancien Régime, la ornamentación rococó inundaba los palacios.

 

Las pelucas de los cortesanos eran cada vez más exuberantes, los setos de los jardines eran cada vez más tupidos y la decoración más recargada. Todo servía para esconder algo o para esconderse.

 

También ocurrió con el arte helenístico que, en su periodo tardío, presentaba un discurso formal recargado tal que parecía anticipar la caída del Imperio. Los patricios que querían embellecer sus villas, encargaban a los arquitectos mansiones con recovecos y pedían a los escultores que esculpieran sátiros dormidos con poses relajadas pero que eran víctimas de pesadillas. Aquellos patricios también dormían y sus pesadillas eran las de un Imperio que se desmembraba.

 

 Boeto de Calcedonia.- El niño de la oca, copia procedente de la Villa de los Quintili conservada en el Museo del Louvre

 

 

Personalmente debo decir que conozco a más de un arquitecto entusiasmado por la decoración recargada que siempre evita cualquier conversación sobre algún problema social o político.

miércoles, 27 de enero de 2021

La evasión del artista maldito

Escalera roja en Cagnes (1923). Chaim Soutine.

 

El cansancio del academicismo produce artistas malditos.

 

¡Cuántos deberían agradecer al academicismo que les hayan colgado la etiqueta de “maldito”!


El artista “maldito” suele crear una obra evasiva, quiere demostrarnos que él se apea del mundo. Compone partituras de audición atormentada y escribe poemas como disparos que a menudo se tornan contra ellos mismos y los demás los vemos pasar sin que el proyectil nos produzca ningún rasguño. 


La figura de los poètes maudits se asocia a la absenta, la morfina, la cárcel, la miseria, la perversión, el desorden y a una rabia exagerada contra algo que no saben muy bien qué es. 


Les cuesta delimitar el campo de batalla y para precisar con rigor quién es su enemigo recurren a tópicos panfletarios. 


Muchos malditos quieren ser más malditos de lo que son y con su maldición pretenden cambiar el mundo. Me temo que, si llegaran a hacerlo, huirían por patas gritando: “yo soy otro”.

lunes, 25 de enero de 2021

Batallas próximas y lejanas

Se libran diversas batallas, simultáneamente, aquí y allá. Aunque nos queden lejos y no podamos oír el estruendo de la barbarie, los medios de comunicación nos hacen partícipes de todas ellas.

Además de las batallas lejanas, existe, también, otra batalla, la más cercana, la perpetua, la que libra el ser humano consigo mismo.

En las guerras ajenas parece que valga todo: el engaño, la estratagema insidiosa y las diferentes formas de barbarie.

En la guerra privada lo que vale es el autoengaño, la pereza y la candidez y, sobre todo, la sumisión a la irracionalidad de los sentimientos más adocenados. La guerra personal está servida. Las formas de combatir esta batalla propia son el conocimiento, la aceptación de la historia y la crítica sistemática de los códigos sociales.

miércoles, 20 de enero de 2021

Amontonamientos

  Piedra sobre piedra, barros y argamasas, al final casi todo es muy sencillo, se trata de ir amontonando materiales y nosotros cobijarnos debajo.

lunes, 18 de enero de 2021

Mestres Quadreny

 


Ha fallecido Josep Maria Mestres Quadreny. (E.P.D.)

A los 91 años de edad nos ha dejado el magnífico compositor de L´estreo aleatorio, Aronada, Quartet de Catroc y tantas otras partituras que supusieron una apuesta decidida e inteligente por la renovación musical y que situaron su obra en la cumbre de la vanguardia artística europea.

foto de Jaume Maymó

 

Con él me unía una muy buena relación. A partir de sus partituras, que fueron calificadas de "música visual", escribí, en edición bilíngüe, el libro de poemas:

Els quatre miralls quadràtics d'en Quadreny

Los cuatro espejos cuadráticos de Quadreny

 


 

domingo, 17 de enero de 2021

Nunca voy al cine




El gorgojo del arroz (Sitophilus oryzae) es un coleóptero de aspecto asqueroso que lo podemos encontrar agazapado entre las palomitas de maíz. Si las consumimos en la oscuridad de una sala de cine nos podemos encontrar con el bicho pegado al paladar mientras vemos una película de amor o una de terror.

 


No es por miedo al gorgojo, pero yo no como palomitas porque las encuentro insípidas y no voy al cine casi nunca, creo que la última vez fue hace unos once años. Recuerdo, de pequeño, alguna película de Eddie Constantine y alguna de Fellini y nada más.

 

Soy incapaz de ver una película, no aguanto más de diez minutos de visión de un film, ni en una sala de cine ni por televisión.

 

Aguanto una ópera de más de cuatro horas de duración, presto atención hasta el más mínimo detalle y las cuatro horas aún me parecen cortas si la ópera es buena, pero con el cine no puedo.