miércoles, 27 de diciembre de 2017

Publicación en BARCAROLA

Otra vez
BARCAROLA REVISTA DE CREACIÓN LITERARIA
ha publicado un texto mío.

En su número 87-88 de noviembre de 2017 ha publicado
Las quijadas postistas de Beneyto,

un texto que había puesto en este blog.

Me honra aparecer junto a autores que admiro muy de veras.
 

jueves, 21 de diciembre de 2017

Navidad



La Velata (1514-1516). Raffaello Sanzio

Nunca en las navidades de años anteriores había deseado tanto el sosiego como este año.

Anhelo la calma, el silencio mediático, los días plácidos, las emociones pequeñas y relajadas.

Y la paz. Que haya mucha paz para todos. Concordia y tranquilidad. Esto es lo que os deseo amigos míos, a todos. Y la salud, que es lo más importante.

viernes, 15 de diciembre de 2017

Miguel Ángel y sus vecinos


Miguel Ángel, ya viejo, después de despotricar contra sus conciudadanos, a quienes calificaba de ‘cagones’, maleducados y sucios, decía:

“Mi alegría es la Melancolía, mi descanso los tormentos. El amor, las musas, las florecientes grutas, todo se ha ahogado en inmundicias. ¡De qué sirve el haber construido tantos muñecos, para acabar como quien, queriendo atravesar el Océano, se hunde en el pantano!"

Después de una vida consagrada al trabajo, después de su prodigiosa creatividad, este gran artista tuvo que soportar la estulticia de sus vecinos. Con Miguel Ángel el arte llegó a su culmen mientras la sandez y la necedad humana no cesaban.

Su obra es un juego enigmático de comunicación entre la subjetividad del artista y la del espectador, el primero libera la expresión y el segundo contempla la belleza que emerge del mármol, todo con una transcendencia inducida. Lo que más adelante los semióticos llamarían la obra abierta y que los neoplatónicos llamaron non finito.

También la sandez y la necedad humana son non finito.

miércoles, 6 de diciembre de 2017

Luz, transparencia y sombras en la arquitectura


El esfuerzo por controlar la entrada de luz a los espacios interiores de un edificio es una constante que se repite a lo largo de la historia de la arquitectura.

Los arquitectos han puesto su empeño y sus conocimientos técnicos para que la entrada de luz natural proporcionara el máximo confort a quienes utilizaban los edificios. Ha habido una búsqueda tenaz por dominar la luz y las sombras y, al mismo tiempo, procurar que un exceso de transparencia no perjudicara la intimidad de los usuarios. Un exceso de transparencia en los espacios domésticos va contra el confort. Yo, sin embargo, agradezco la transparencia cuando se trata de espacios públicos.


En mi opinión, la trasparencia deberá ser mayor que la de la oreja de un gato y como máximo, no deberá superar la del ala de una mariposa o el elitro de un escarabajo. Para controlar la transparencia se disponen visillos, cortinas, celosías o persianas.

Cuando hablo de control de la luz y de la oscuridad no me refiero a los medios artificiales como lámparas, candiles, antorchas, quinqués, leds, halógenas, candelabros, etc. me refiero siempre a los medios naturales, como ventanas, balcones, porches, celosías, tragaluces, claraboyas, óculos, portillos, vitrales, troneras, cristaleras, rosetones…


Detesto la opacidad del románico con estos muros de mampostería donde reverberan los sermones. Admiro el afán estructural del gótico para dotar de más luz las naves de las catedrales. Los vitrales y rosetones góticos son un prodigio que tamiza la luz en medio de una escolástica de piedra.
Admiro el reparto equilibrado de luces y sombras de la arquitectura clásica. 
No me gusta el claroscuro que se produce en los interiores barrocos. 
Aborrezco la afición de los románticos por lo oscuro, por las ruinas y las grutas. Junto a las ventanas de las casas románticas siempre hay algún doncel llorando por sus dedichas de amor, tiene, el jovencito, ansia de luz. Los rincones oscuros de los románticos se llenaban de polvo, en ellos podemos encontrar también alguna arpa polvorienta o una muñeca rota.

De los masones puedo admitir cierta intimidad de sus logias, no así la intimidad forzada de los espacios sádicos.

No me gustan las sombras imaginadas de Giovanni Battista Piranesi (1720-1778)
 Cárcel. Grabado. G.B. Piranesi


No me gusta nada la tétrica luz mortecina de los interiores modernistas, son fríos y recargados. Ni el modernismo ni la Sezession prestaron atención al confort y a la luz, se preocuparon por el adorno, por los dragones y los elfos. Aquellos arquitectos que se encandilaban con los nacionalismos, se interesaban por los vitrales más como objeto artesanal que como elemento de control lumínico. 

Admiro, aunque no siempre comparto, el anhelo de transparencia utópica de los primeros racionalistas, Erich Mendelsohn (1887 - 1953) con su torre de Einstein, Bruno Julius Florian Taut (1880 - 1938) –Pabellón de Cristal- y Max Taut (1884 - 1967). Todos ellos expresionistas.

Pabellón de Cristal. Arquitecto: Bruno Taut

Torre de Einstein. Arq. Erich Mendelsohn

Frank Lloyd Wright (1867-1959) puso un gran empeño en integrar su arquitectura al paisaje. Con inteligencia llevó la luz a los espacios interiores, analizó la orientación de cada habitación, las transparencias, las alturas de cada espacio, evitó los cerramientos macizos para conseguir la correcta entrada de luz natural. Cabe decir, sin embargo, que algunas carpinterías provocaban unas sombras molestas sobre los que se sentaban en el sofá. El concepto de arquitectura orgánica y el dominio de la luz natural de Wright dejó una huella muy marcada en muchos de sus discípulos, buenos arquitectos, especialmente destaco a Robert Mosher (1920 –2015).

Frank Lloyd Wright's Bachman Wilson House. Imagen cortesía de Tarantino Studio, 2013.

Creo que los arquitectos de la Bauhaus solucionaron muy bien el control de la luz, aunque sus propuestas son válidas en las latitudes septentrionales, pero fracasan cuando se aplican en los edificios mediterráneos. Aquí preferimos la sombra de una parra. Las barbaridades siempre fracasan en el Mediterráneo.


Con el racionalismo, las fachadas dejaron de tener una función estructural. Liberando los cerramientos exteriores de la estructura portante del edificio, los arquitectos consiguieron componer fachadas con grandes vanos, ventanas corridas, utilizaron el brise-soleil, las celosías y los acristalamientos ligeros. Ahí están los ejemplos de Le Corbusier (1887-1965), Alvar Aalto (1898-1976) o Josep Lluís Sert (1902-1983). En mi opinión los tres han conseguido soluciones notables de control de la luz y las trasparencias.

Aquella arquitectura bien proyectada que controlaba la entrada de luz con medios naturales, utilizando sistemas pasivos como una buena composición de cerramientos opacos y ventanales o con una óptima distribución de tragaluces, va siendo sustituida por otra arquitectura bárbara y ostentosa, que confía más en los sistemas artificiales de control lumínico. Esto supone un dispendio de energía insostenible.


Koshino House. Tadao Ando

En nuestras ciudades han ido creciendo grandes edificios de oficinas que parecen levantados para satisfacer vanidades y que son la muestra de una opulencia insostenible. Las fachadas de estos edificios son muros cortina de vidrio y metal. La luz natural penetra en ellos inundando los espacios interiores y a pesar de ello vemos como la iluminación artificial se mantiene encendida casi las 24 horas del día. Esto es un despropósito dificilísimo de justificar, ¿por qué tanta transparencia, si no se aprovecha la luz natural?, ¿por qué tanto vidrio y tanto dispendio energético?, ¿de qué ha servido tanto esfuerzo constructivo para lograr la entrada de luz del sol? Sin lugar a dudas debo concluir que esto no es otra cosa que la arquitectura de la memez.

Tenemos mucho que recorrer.

lunes, 4 de diciembre de 2017

Frederic Mompou y el bullicio



Conocí a Frederic Mompou casi por casualidad, fue por razones profesionales. Tuvimos una conversación corta, hablamos de los ruidos de la ciudad, de las molestias que estos pueden provocar y de qué manera estos podían afectar a su trabajo de composición. Mompou era entonces una persona mayor, con más de 90 años, tenía, sin embargo, una vitalidad intelectual tremenda. Creo que aún componía o al menos esto me pareció al ver que tenía sobre una mesita unas hojas pautadas con anotaciones.

Me dijo que a él no le molestaban los ruidos de la calle, que podía componer mientras oía los tranvías y las sirenas de las ambulancias –dijo tranvías cuando en aquel entonces no había tranvías en Barcelona-.

Era un hombre de aspecto retraído y firme a la vez, capaz de abstraerse de todo bullicio y con una capacidad de concentración extraordinaria, cualidades que solo se dan en personalidades fuertes.

Su amigo, el compositor, Óscar Esplá decía que Mompou caminaba hacia la esencia, que menospreciaba el cuerpo, el peso y la dimensión. ​Puedo coincidir con Esplá en cuanto a que el maestro Mompou anduviera buscando la esencia, pero no creo que menospreciara nada, ni siquiera los ruidos.

Solo gracias a la enorme capacidad de abstracción que tenía Frederic Mompou se explica su estilo íntimo, miniaturista y esencial.

En efecto, se limitaba a lo esencial, sin perderse en ideas secundarias. Sus partituras expresan una voluntad férrea de composición en la que nada falte ni sobre. Aspiraba a “la máxima expresividad con los mínimos medios” hasta el punto de prescindir en ocasiones de armaduras y compases.

Esto lo podemos apreciar en su “Música callada” –para mí, la más apreciada, íntima y poética y con un cierto punto de melancolía que refleja “el anhelo por el paraíso olvidado de la infancia”
 
En la obra de Mompou no hay ni el más mínimo atisbo de vanidad ni de arrogancia.

El maestro Mompou había dicho:
Para mí, únicamente existen mi forma y mi concepto; nace la obra, después, la teoría que sistematiza la práctica y la comenta.

Hoy diríamos que era un compositor zen.