Sculptures pour aveugles, 1920, Constantin Brancusi
La voluntad de
conservación del patrimonio arquitectónico es un fenómeno relativamente
moderno. Hoy se considera un valor indispensable y positivo, culturalmente
irrenunciable.
No es posible entender el
avance cultural sin considerar la fortaleza y el valor de las obras
arquitectónicas del pasado y de las obras pretéritas del arte en general. Sobre
estas bases edificamos el desarrollo de la arquitectura y el arte actuales.
Las obras del pasado,
además de proporcionarnos un conocimiento y una experiencia, nos ofrecen
algunos motivos para provocar alguna transgresión y proponer nuevas soluciones.
El patrimonio
arquitectónico, aunque sea solamente unas ruinas, siempre es una lección.
Sin embargo, la conservación
del patrimonio arquitectónico no siempre se ha considerado como un valor cultural
positivo. Antes de la segunda mitad del siglo XIX, las obras arquitectónicas
del pasado tenían un valor puramente material. Más que conservar, se
reaprovechaba. Se reutilizaban los sillares, las columnas, las tejas, los
capiteles y todo lo que podía servir para construir alguna cosa nueva. Era, en
definitiva, una concepción económica más que cultural.
Las ruinas romanas y las piedras
mozárabes se han reutilizado para levantar todo tipo de construcciones: palacios,
casas sencillas o pocilgas.
Es interesante conocer
los motivos del cambio, saber el cómo y por qué se pasó de la reutilización a
la conservación. Qué cambios culturales acontecieron para que se considerara la
conservación del patrimonio como un valor culturalmente positivo.
En la primera mitad del
siglo XIX algunos autores ya plantearon la cuestión. Más que hablar de “conservación
del patrimonio”, hablaron y teorizaron sobre la “restauración de la
arquitectura” He aquí algunas de las teorías planteadas:
- La restauración estilística.
Fue planteada por Eugène Emmanuel Viollet-le-Duc (1814-1879)
Defendía que el
restaurador debe identificarse con la obra original. Se trata de situarse en el lugar del arquitecto primitivo y suponer que
haría él.
La restauración -decía Violet-le-Duc-
debe permitir la recuperación de la propia forma.
Supongo que cuando Violet
habla de la “propia forma” se refiere a un refrito de lo que el restaurador
encuentra entre las piedras y la idea que él tiene del estilo e imagina un
modelo de cómo deberían ser las piedras amontonadas,
Dice:
“restaurar un edificio no es conservarlo, repararlo o rehacerlo, es
restablecerlo a un estado completo que puede que no haya existido antes".
En su proyecto de restauración
de la Catedral de Notre Dame, Violet, llevado por su teoría estilística, quiso
actualizar la catedral y añadió una tercera torre, que constituye lo que
actualmente se denominaría un falso histórico.
- La restauración romántica.
La teoría fue formulada por John Ruskin (1819-1900).
Ruskin era un romántico
empedernido, admirador de Felix Mendelssohn y un defensor de la no intervención. Decía que la restauración
estilística es la destrucción más grande que puede sufrir un edificio. El
edificio debe conservarse y jamás modificarse con una restauración que altere
su idea o concepto inicial. Las modificaciones estilísticas no deben quedar al
albur o al capricho del restaurador.
Ruskin resalta el valor
de antigüedad del monumento: Los
monumentos arquitectónicos no valen por sí mismos, sino por el encanto que el
tiempo y la historia han puesto sobre ellos.
- La restauración critica.
Ya bien entrado el siglo
XX, después de que Elías Rogent hubiese restaurado el monasterio de Ripoll que cambió el aspecto original del edificio, añadiendo algunos elementos que no existían en el original, como por ejemplo, un cimborrio de nueva creación, una puerta con archivoltas o una serie de columnas que separan la nave central de las naves laterales. Y después de que se hubiese construido
el barrio gótico de Barcelona (un conjunto gótico edificado en pleno siglo XIX) y otros parques temáticos más o menos delirantes
o caprichosos, Cesare Brandi plateó en 1963 su Teoria del Restauro.
Mino Maccari, Cesare Brandi e Giorgio Morandi
, ca. 1950–1962 (Cesare Brandi es el del medio)
Brandi, argumentó que
la ruina, desde el punto de vista histórico, es el vestigio de un monumento histórico o artístico que sólo pueda
mantenerse como lo que es, y, por lo tanto, la restauración únicamente puede
consistir en su conservación, con los procedimientos técnicos que exija.
Naturalmente cada una de las teorías expuestas pueden tener sus matices y formas de aplicación según el caso o edificio a restaurar.
Conocidas, más o menos
algunas teorías sobre la restauración, aún me pregunto cuáles son los motivos
que llevaron a la consideración positiva que nos dice que la conservación del
patrimonio arquitectónico es una cuestión cultural.
Françoise Choay nos da algunas explicaciones en “Alegoría del patrimonio”, libro publicado por GG. También en Le Patrimoine en questions. Anthologie pour un combat (2009) que pude leer gracias a unas notas traducidas por un amigo mío, buen arquitecto cuyo nombre no cito por expreso de él.
Françoise Choay investiga
el significado y las transferencias semánticas que el patrimonio arquitectónico
nos ha proporcionado a lo largo de los siglos y dice que estas transferencias condicionan
un estado social o por lo menos la idea de un modelo inicial imaginado que nos
condiciona. No lo sé, todo esto es cosa que algún sociólogo nos podría aclarar.
La historiadora francesa,
que ha dedicado buena parte de su actividad a la teoría de la arquitectura,
investiga el porqué del culto al patrimonio a partir de la relación de las
ruinas con la memoria, sería algo así como la lección que podemos extraer de
las piedras derribadas.