Todo
es impreciso, trivial y precario y parece que se sustenta sobre estratos
limosos incapaces de soportar el peso de la realidad. Encuentro equivocaciones
y ambigüedades por doquier.
Descubro
errores ortográficos y de cálculo en las informaciones que nos facilitan los
medios. Hay errores en trabajos universitarios y en publicaciones sesudas que
se jactan de rigurosas.
Siguiendo con la cadena de errores, me temo que cualquier día encontraré una
falta de ortografía en la inscripción que hay en el crucifijo, algún patán será
capaz de escribir INRI con hache.
Quiero
creer que los errores son involuntarios y que las trivialidades son formas
irónicas de sutileza mental. Quiero pensar que no hay voluntad de manipulación,
o sí. Pero en cualquier caso todos
estos errores entorpecen la actividad cotidiana y transforman la realidad.
Los
errores son la expresión de la incultura, la desidia y la mala voluntad.
Se
repiten los errores en las letras y en las ciencias, sobre estos errores se
añaden otros referentes a la transmisión del conocimiento. Se convierte todo en
un Cafarnaúm ruidoso plagado de chapuzas.
Tiemblo
cuando me facilitan datos estadísticos. Me entran escalofríos cuando la prensa
utiliza unidades de medida, hay confusión en las equivalencias, tantas, que me
hacen pensar que los responsables desconocen el Sistema Métrico Decimal.
Nuestros
políticos y tertulianos mediáticos utilizan las cifras con una total falta
de rigor, no saben efectuar operaciones aritméticas elementales y ni siquiera
comparar dos cifras.
Viendo
tanto error –involuntario o intencionado–, sospecho del recuento de votos de
unas elecciones, no me fío de lo que dice la etiqueta de una bolsa de patatas
fritas, hay errores en lo que enseñan los maestros a nuestros hijos, estoy
convencido que es una sarta de errores y manipulaciones. Incluso hay individuos
que, después de haber cometido un delito, piden perdón diciendo: “me equivoqué”,
en estas palabras hay error, se dice que cometió una equivocación cuando debería
decir que cometió un delito.
Podemos
distinguir entre los errores malintencionados, como los que acabo de citar, y
las equivocaciones involuntarias, pero unos y otras nos hacen la vida más
difícil.