La pobreza se hace evidente en las calles.
Los servicios sociales se privatizan.
Cae nuestro nivel de bienestar.
Se conculcan los derechos laborales, los contratos de trabajo se han convertido en contratos de explotación.
La escuela hace alarde de ineficacia.
Nuestras universidades no destacan en excelencia y ni siquiera alcanzan el nivel de suficiencia.
Nuestros políticos están pringados por la corrupción.
Nuestros gobernantes dicen que hay que incumplir las leyes.
La calidad democrática está por los suelos.
El terrorismo nos muestra su barbarie y su cara más siniestra por todo el mundo.
Los medios de comunicación enajenan y dicen mentiras.
La justicia no es igual para todos, los corruptos permanecen impunes.
La sanidad no es universal ni gratuita, las mutuas médicas privadas reciben los beneficios de las privatizaciones.
La educación en nuestras aulas alcanza los niveles más bajos, los escolares no consiguen entender los textos que leen, apenas se saben expresar y tienen dificultades con las operaciones aritméticas más elementales.
La incultura se extiende, va desde las instituciones hasta el espectáculo político, desde el reguetón a la universidad, desde la televisión a los museos, de la prensa rosa al mundo editorial, desde el botellón a las salas de conciertos.
Si a todo esto añado cuestiones relacionadas con el derterioro del medio ambiente, la ecología, el control de la información, el ataque sistemático a nuestra intimidad y a nuestra cartera, las estafas en las relaciones comerciales, las agresiones bancarias, la violencia doméstica, la mala alimentación, el imperio de las multinacionales, etc., la lista se alarga hasta la depresión.
Es un desconcierto, no hay quien lo justifique.
APARCO EL BLOG Y ME RETIRO UNOS DÍAS A REFLEXIONAR SI ES QUE SIRVE PARA ALGO