viernes, 31 de agosto de 2018

Michelozzo


Palazzo Medici-Riccardi

He tocado una vez más estas piedras, esta fachada noble y monumental del Palazzo Medici-Riccardi de Florencia. He sentido como propios estos sillares almohadillados de piedra serena, son tan míos como una sonata de Beethoven o un drama de Jean Racine. Estas obras son Europa, en ellas me identifico, sin ellas mi filiación e inteligencia sería otra. 




Michelozzo di Bartolomeo Michelozzi, detto anche Michelozzo (1396-1472) es un arquitecto que admiro, que sintetizó la tradición medieval con el espíritu nuevo. Recibió influencias de L.B. Alberti y de Filipo Brunelleschi –mi arquitecto preferido. Su obra es un claro ejemplo de la mejor arquitectura del quattrocento.

El Palazzo Medici-Riccardi de Florencia (1444-1459) hizo fortuna en toda la arquitectura de la Toscana y de Las Marcas antes de imponerse en todos los palacios romanos del primer Renacimiento. En este palacio combina el modelo brunelleschiano del Palazzo Pitti también de muros almohadillados que contrastan con los vanos delicadamente modulados de los ajimeces. ¡Cuánto me gustan estos muros almohadillados!, ¡qué vigor espacial tan civilizado!
Almohadillados 
-fachada del Palazzo Medici-Riccardi

Otra gran obra de Michelozzo la encontramos también en Florencia, se trata del convento de San Marco (1437) donde el arquitecto utiliza el orden jónico tanto en el claustro como en la biblioteca.
Biblioteca de San Marco (Florencia)


Las columnas de esta biblioteca ofrecen una larga perspectiva que parece salida de una pintura de Fra Angelico. La cadencia de los intervalos de arcos y columnas produce una sensación espacial de gran serenidad.


En la Toscana construyó y modernizó las villas de Cafaggiolo, Trebbio y Careggi todas de los Medici. En Venecia, construyó en 1433 la biblioteca de San Giorgio Maggiore (un día contaré una anécdota que me ocurrió en esta biblioteca). Aclaro, sin embargo, que la basilica de San Giorgio Maggiore es obra de Andrea Palladio.


Villa di Careggi


Villa Cafaggiolo

 San Giorgio Maggiore (Venecia)

En las obras de Michelozzo abundan diversos elementos de pequeñas dimensiones, putti, medallones, guirnaldas, frisos..., cuya delicadeza parece contrastar con los sillares impresionantes de los muros de fachada. Se trata de un contraste sutil como un madrigal profano de Giovanni Pierluigi da Palestrina.
Patio interior del Palazzo Medici-Riccardi

lunes, 27 de agosto de 2018

La pedantería del simbolismo


Die Vision des hl. Hubertus 
Wilhelm Carl Räuber (1849-1926)

El arte simbólico es pedante. Lo es porque cree poseer los arcanos de la naturaleza y que debe explicar a los mortales algunos significados – solo algunos- del mundo o del universo todo. Considera que hay significados en la realidad más allá de la propia naturaleza de las cosas y que solo una didáctica formal podrá esclarecer conceptos, causas o trascendencias.
En la historia del arte encontramos que después de algunos periodos simbolistas se produce un acercamiento a la razón. El simbolismo abandona su pedantería y su afán por la didáctica y cede, no sin cierto enojo, a la constatación de que la complejidad es mensurable y que todo individuo tiene la capacidad de conocer la naturaleza sin la mediación de los símbolos.

Se desvanece el símbolo. Cae la didáctica y cae toda vanagloria sin que medie una reflexión sobre la razón misma, e inmediatamente, se produce un desplazamiento del centro de atención, generalmente de un símbolo a un objeto o cuerpo vivo, puede ser incluso que se trate de un “cuerpo enamorado”, y descubrimos que en ellos reside la realidad en su dimensión más excelsa, sin que ningún símbolo la acompañe. Y, gracias a la ciencia, descubrimos también que la realidad es mesurable –he dicho mesurable, no miserable.

Algunos artistas, simbolistas tardíos, podrán especular sobre el cuerpo enamorado, sobre su espíritu, sobre sus miserias y sobre la contingencia de una medición extra-física.  El arte simbólico atrae, presenta un misterio que muchas veces es algo exótico y otras veces provoca una atracción que a algunos los llega a zarandear. También la realidad zarandea al más pintado y con todo esto vamos pasando el rato, en mi caso procurando evitar los meneos espirituales exagerados.

Se me escapan las sustancias espirituales y no puedo razonar sin medir. Procuro apartarme del fuego cruzado entre la fe y el escepticismo, fuego de estopa, para mí son llamaradas espurias, pues todo mi esfuerzo es llegar a alcanzar la espiritualidad de un zapato.