Las razones secretas viven en sí mismas. Una exigencia moral nace junto a la columna dórica y se mantiene a lo largo del viaje. Su efecto difumina las diferencias -sujeto, idea, palabra- y con ellas, el gesto automático de las manos que dibuja la honradez en el aire.
Pensamiento y palabra son los vínculos constructivos que se unen de forma hiperestática. Pensamiento y palabra son una misma cosa... y las manos, y las manos, y las manos.
Quizá la profundidad del hombre solo es la momia del cuerpo antiguo que se esconde tras la máscara.
Sarcófago del retraso, lugar de destellos vacantes que niegan lo intacto, lugar ocupado por unas breves insignificancias cuyos movimientos desconocemos. Son como las partículas de Bohr y Heisenberg, variables ocultas, das stimmt schon, das stimmt schon, (esto es cierto, esto es cierto) sí, pero está oculto.
Otro científico descreído propuso un juego, sacó la lengua y dijo: "Dios juega a los dados y los lanza donde nadie puede verlos". Intuido el caos, el científico se fue y volvió a sacar la lengua.
¿La materia y el hombre, son los dados escondidos que habrán de llenar el sarcófago?
Un cuerpo ilusionado, en perpetua evanescencia, reclama el Bien ausente, reclama la Belleza. Épekeina tés ousías, más allá de la esencia, en la República de la Idea, en la República del Deseo, y Platón*, contempla impasible el aire del porvenir.
Toda Belleza se vale de la trampa o el trampantojo.
Hay un fundamento del fundamento que se sustenta sobre estratos movedizos, resbala y se pierde por los vericuetos del arte de la palabra.
Al pie de la Torre de Babel, la palabra nombra lo innombrable. Se rompe el silencio y el vuelo de los cuervos entorpece la visión de las nubes.
A pesar del estrépito, la Nada es el futuro colgado en los sauces que acompaña al silencio de las arpas.
* Tenía una vecina poeta que quería asesinar a Platón.
Nota.-
Este escrito obedece a un afán que a menudo me embarga, es un deseo de caminar sobre el enigma, discurrir por los mundos herméticos, como debía hacerlo Antonello da Messina.
El texto está influido por la pernicie y oscuridad de la sinrazón y también, por qué no decirlo, por la música de Benjamin Britten