sábado, 8 de febrero de 2025

Pesimistas y escépticos

 

la llum serena de les pedres esdevingué un motiu de discòrdia i els ulls es van omplir de sang.   F.C. Gener 2014


A menudo se suele asociar el talante pesimista con el escepticismo. Hay quien asegura que son dos caras de una misma moneda. En mi opinión, pesimismo y escepticismo, son dos temples distintos, son dos caracteres y dos personalidades diferentes, mucho más separadas que el grosor de una moneda.

El pesimismo es un estado emocional, un decaimiento que circula desde el estómago hasta el tuétano. Es como ese frío que se mete en los huesos que tanto hiela el cuerpo como el alma. El pesimismo es visceral y siniestro y, si por ventura llega a desaparecer, deja cicatrices. El pesimista tiende a la melancolía. El pesimismo puede provocar llanto y sus lágrimas serán siempre como las que derramó Boabdil a los pies de su madre. 

El escepticismo, en cambio, es una lógica que nace cuando se constata que toda construcción humana es inestable. El escepticismo es racional. Contempla la naturaleza humana, el paso de la historia y la mala baba cósmica. El escéptico rechaza los prejuicios y tiende a relativizar. Si por algún extraño motivo, el escéptico llegase a llorar, derramaría unas lágrimas pequeñitas como las que derramó uno de los últimos Medici en 1705, cuando confesaba que había llorado escuchando el Oratorio de San Felipe Neri de Alessandro Scarlatti. 

viernes, 7 de febrero de 2025

Lágrima disecada

 
Lágrima disecada de un poeta romántico extranjero


En octubre de 2012 puse en este blog la imagen que ahora reproduzco, ahora lo he vuelto a poner porque me asalta una duda, no sé si fue Berlioz el que derramó la lágrima o si era la de un pietista germano.

El presocrático que anda suelto por mi casa asegura que la lágrima es de un prusiano pietista y dice que Berlioz es insoportable, que es un incomprendido que se queja pero que no llora. 

lunes, 3 de febrero de 2025

Cuatro tapas y una degustación ilustrada

 

Filete de anchoa

Debe presentarse dispuesto sobre una rebanada de pan con tomate. La anchoa debe proceder de una salazón caramelizada, sometida a la presión adecuada durante el tiempo mínimo de tres solsticios.

El vino que acompañe la degustación de la anchoa debe ser joven, jamás afrutado.

La mantelería tendrá dibujos geométricos no demasiado grandes (pequeños cuadritos, listas estrechas poco contrastadas, cenefas sencillas, nunca arabescos).


Mejillones al vapor

Deben degustarse a la sombra de una sombrilla de colores claros. Mejor en horas soleadas, servidos con vajilla blanca en mesa de madera poco veteada. El aroma del mejillón debe llegar al olfato de forma muy suave, por lo que deberemos situarnos al sesgo de tramontana. Las vistas del comensal deben ser extensas, por ejemplo mirando al mar. Procuraremos que nuestra visión no quede interrumpida por grandes masas (montañas, edificios, etc.). Con el mejillón se toleran los vinos suaves, también se admiten los vinos procedentes de viñedos que miran al mar.


Huevo frito

El aceite debe ser de poca acidez, mejor de aceituna arbequina, la que a buena hora llegó de Palestina. Los bordes de la clara deben quedar levemente churruscaditos.

Se acompañará el huevo con pan tierno, pero nunca recién salido del horno. Puede degustarse el huevo frito tras unos cristales empañados. Se puede acompañar con un gracioso Chavignol, imaginando la mirada adormecida de Marlene.


Jamón

Un levísimo cambio de temperatura, un vientecillo a destiempo, un cambio a veces imperceptible de la humedad del aire, o el rumor de las golondrinas afectan al proceso de curado del jamón. Es vianda sensible como el corazón de una doncella, como el de Ofelia o el de Laura.

La loncha de jamón no será más gruesa que una cortina de brocado, pero nunca más fina que la oreja de un gato.

Con el jamón, livianas rebanas de pan con aceite y un champagne cuvée, puede ser un Laurent Perrier, cuyas burbujas ascienden a la misma velocidad con que ascendía la Santísima Virgen María a los cielos.


Jardín botánico

El paseo por el jardín es una degustación ilustrada. Enciclopédica. Tejos recortados, sombras errantes, acacias de troncos estriados y estanques con sus correspondientes galimatías de nenúfares. Es de suma importancia que las plantas grasas se reúnan en pequeños parterres. En el cruce de los senderos contemplaremos las ánforas de piedra que están dispuestas sobre pedestales de molduras equilibradas. Las pérgolas deben orientarse a gregal.


Lo dicho y alguna otra destilación de la sensibilidad humana son placeres anti-mecánicos que dejan una huella que no admite resiliencia. Recomiendo, eso sí, no caer nunca en exclusividades o sofisticadas delicatessen.

sábado, 1 de febrero de 2025

El color de la empatía


Signe i color (1991), Albert Ràfols-Casamada


La empatía es policroma, es una mescolanza de tonos, a veces iridiscente, grises de aguada o verdes que confunden el musgo con la hierbabuena. La empatía tiene una viscosidad que no moja ni deja de mojar. Es como un moco.

La empatía se manifiesta como un estornudo o una acción inmoderada de acercamiento. Es ambivalente, convoca al yo y al otro.

Es una solidaridad consciente que requiere un esfuerzo, se trata de conocer al otro y ponerse en su lugar. Mezclar las emociones propias con las ajenas. Se trata de conocerse.

¡Qué difícil es conocerse! ¡Qué difícil es conocer al otro, si apenas nos conocemos a nosotros mismos!

gnóthi seautón (conócete a ti mismo) grabado en la piedra en el pronaos del templo de Apolo en Delfos.

Desde los Siete Sabios de Grecia hasta este siglo de maldad insolente nos han venido diciendo que nos conozcamos a nosotros mismos y ahora, cuando todavía no hemos acabado la tarea, ahora, nos piden que conozcamos al otro y que nos pongamos en su lugar.

Todo esto son grandes palabras para definir una virtud muy noble que nos obliga a escribir con mayúscula la Empatía. Particularmente suelo huir cuando me encuentro una de estas palabras que se escriben con mayúscula.

Después del esfuerzo por comprender al otro, salgo a la calle dispuesto a conocer a los demás, a los que gritan, a los que arrollan al prójimo, a los que ensucian la ciudad, a los que pintan grafitis, a los practicantes de la chapuza, a los pamplineros... y a cambio me encuentro con la falta de empatía de:

los que me tratan con mala educación

los burócratas que me hacen la vida imposible

los que no tienen cambio cuando voy a pagar

los que chocan conmigo mientras andan con el telefonillo en la mano

y, en fin, los intolerantes que me exigen que me ponga en su lugar.



jueves, 30 de enero de 2025

La máquina que se envanece

 
Georges Barbier (1923)



de las causas y los efectos 


La causa germina y crece hasta desbordar, entonces entre la espuma del desborde aparecen los efectos.

Unas causas germinaron en el bosque primigenio, allí gobernaba el Caos que en la sobreabundancia ofrecía una imagen verdadera de lascivia. El grito de los sátiros era la causa sui que flotaba en el viento cálido del estío.

La secuencia desde la causa sui y el effectum sui discurre desde el Génesis hasta las postrimerías de Michelangelo Buonarroti, hasta nuestros días y hasta la máquina que se envanece. 



martes, 28 de enero de 2025

Llagas y tendeles




37

Todo vestido puede ocultar

un cuerpo doliente o una piel en silencio.


Sin envoltura, la fábrica es exigente

y el cuerpo expresa sin indulgencia

demasiadas verdades, puede exigir.


Con los tendeles nivelados

y dispuestas las llagas con exactitud,

los muros fueron construidos por mano experta.


domingo, 26 de enero de 2025

Alexander Pope

 
Retrato del poeta Alexander Pope, 

realizado por Thomas Hudson (1739)


Cuando escribí Jardí ardent acudí a muchas fuentes específicas sobre la historia de los jardines, algunos textos técnicos y muchos bocetos y planos, pero además leí a poetas del siglo XVIII. La literatura del siglo XVIII siempre me ha interesado mucho, especialmente el ensayo.

Uno de estos poetas es Alexander Pope (1688-1744), el neoclásico inglés, más o menos contemporáneo de Isaac Newton y de Johann Sebastian Bach.

A Pope le gustaban los jardines y seguramente, por esta razón, su poesía me atraía en aquellos días en los que yo andaba metido en mi jardín ardiente, Jardí ardent, probablemente se establecía una conexión "jardinil" entre el poeta inglés y yo, que sólo soy un aprendiz de jardines y arquitecturas.

Pope era un espíritu muy crítico, irónico, satírico, tuberculoso, jorobado, raquítico, inteligentísimo, con un gran sentido del humor, perfeccionista y muy pendenciero en sus escritos. Tenia muchos enemigos personales y oponentes políticos, filosóficos o religiosos. Pope arremetía contra ellos a los que llamaba the Dunces (las burras).

Practicó con gran maestría el verso pentámetro yámbico.

Tenía un gran sentido de la proporción. Hoy lo calificaríamos de minimalista, pero no lo era, afirmaba que:

el ser humano es proporcionado al lugar que ocupa, su tiempo es un solo momento, y su espacio es un solo punto.

Pope era un ilustrado.

Ninguna pasión tan poderosa como el temor; ninguna pasión tan durable como la esperanza; ninguna pasión tan obstinada como el amor.

La razón es el equilibrio de los buenos, el freno de los malos y el consuelo de los perdedores.

No le gustaban demasiado los tilos, prefería pasear bajo las acacias; a su sombra buscaba la trascendencia:

Un espíritu maduro no se conforma con las verdades de la razón, sino que busca algo más grande y se aferra a lo infinito.

Yo pienso en Teognis de Megara cuando Pope dice:

La verdad está en el centro, y uno debe equilibrarse entre las opiniones extremas.

Fingir es la primera lección que uno aprende en la vida, y lo último que uno aprende deshacerse.

El amor es el mayor de los maestros, y también el más cruel.

A mí, sin embargo, me parece que el mayor y el mejor de los maestros es el infortunio.

Escribía mi Jardí ardent mientras continuaba leyendo a Pope. Prefería su poesía a los jardines persas. ¡No, por favor, estos no!

jueves, 23 de enero de 2025

Un espíritu anti-romántico

 Apolo de Belvedere

 

En diversas ocasiones, en este blog, me he declarado un anti-romántico militante. Pongo mi empeño en desprenderme del lastre de los sentimentalismos románticos. No me interesa el paisaje romántico de las brumas frías que se meten en los huesos, no me interesa el paseo del Wanderer que recorre los caminos de las ensoñaciones lacrimógenas y tampoco el arrebato pasional de los que mueren de amor.


Me interesa la claridad de la aurora, el cielo meridional, la norma apolínea, la estatuaria griega, el arte del Renacimiento y las luces de la Ilustración.


Camino y, en cada paso, mi experiencia me va mostrando muchas contradicciones –faltaría más– soy humano y esta humanidad mía, relativamente insignificante, convive con mis contradicciones.


El rigor y la razón de mis admirados Dante, Policleto, Bach, Miguel Ángel y Piero della Francesca son para mí, lo más elevado de la expresión humana que convive en mi mente con Schubert y Mendelssohn, con Novalis i Hölderlin.


Puedo admirar el anhelo de algunos espíritus románticos que creen en el amor como ideal de redención del hombre. Son nobles anhelos dignos de admiración. Para mí, sin embargo, el amor es una estratagema, un arma de doble filo que corta el hilo de toda cosa humana, es, al mismo tiempo, la herramienta más eficaz para la perpetuación de la especie y un catalizador de las trascendencias de las secreciones más o menos hipocondríacas. Esta es su grandeza.


Tengo en gran estima las experiencias de los románticos y con ellos, y con los clásicos, me gusta levantar la copa intacta que nos ofrece Horacio y brindar por la belleza, clásica o romántica.

martes, 21 de enero de 2025

Leo von Klenze

 

Leo von Klenze (1784-1864) fue un arquitecto neoclásico tardío. Su obra presenta algunos aspectos eclécticos, pero es fiel al ideal neoclásico, esto es, una gran admiración de los modelos greco-romanos y una perfecta adaptación a los tiempos y a las ideas ilustradas.


Fue discípulo de David Gilly en Berlín y luego estuvo en París donde fue influido por Ch. Percier y Pierre-François-Léonard Fontaine, conspicuos exponentes del Estilo Imperio y el neoclasicismo napoleónico. 



                                                                Gliptotek (Munich)




Leo von Klenze difundió el "estilo griego" por muchos países de Europa.

A pesar de la desproporción que presentan muchas de sus obras, admiro la arquitectura de von Klenze. Cabe decir que la desproporción es algo que contamina la mayoría de las obras de la arquitectura neoclásica monumental. Opino que la desproporción es un "incordio formal", aun así, repito que admiro la obra de este neoclásico tardío por su capacidad urbanística de construir la ciudad. 


                       Befreiungshalle (Hall de la Liberación). Kelheim


Leo von Klenze se encontró con la incomodidad y la contradicción que suponía el enfrentamiento de su concepción neoclásica con los encargos que recibía, casi siempre de clientes románticos. Sus clientes eran personajes notables: reyes, zares, príncipes, estamentos gubernamentales -románticos todos ellos. 

                                                                          Leuchtenberg                                                        

Cito algunas obras de Leo von Klenze:

  • La Gliptoteca de Munich, encargada por Luis I de Baviera.

  • La Ruhmeshalle (el salón de la fama) en la Theresienwiese, la Residenz de Munich,

·    La Antigua Pinacoteca, los Propileos y el Pórtico de la Gloria, también en Munich, encargados por el rey bávaro de temperamento romántico.

  • La Befreiungshalle (Hall de la Liberación) en Kelheim.

  • El Walhalla cerca de Ratisbona, encargo de Luis I de Baviera.

  • El Ermitage en San Petersburgo, encargo del zar Nicolas I

  • La renovación de la ciudad de Atenas, que no llegó a ejecutarse, encargo con motivo del advenimiento de la monarquía de Otón I de Grecia.


                                                    El Walhalla (Valhalla o Valhǫll)



Aunque no me gusta, debo decir que la obra que más me impresiona, por sus ideas fantasiosas, es el Walhalla. En 1807. Luis I de Baviera, ferviente admirador de la mitología nórdica, y con la pretensión nacionalista de recrear una épica fundacional de la nación alemana, encargó a Klenze el proyecto y construcción de un salón para honrar la memoria de los valientes caídos en las batallas; un monumento a los «alemanes laureados y distinguidos», no sólo guerreros sino también a los hombres y mujeres artistas, escritores, científicos y clérigos que daban honra a la historia del pueblo alemán.

El rey encargó un Valhalla germánico que se llamó Walhalla y que había de emular el antiguo Valhǫll (salón de los caídos) de las Eddas escandinavas.

Aquella fantasía pétrea se levantó a orillas del Danubio como una copia sumamente perfecta del Partenón de Atenas.

El palacio tiene una estructura formada por cincuenta y dos columnas dóricas que sostienen un entablamento y una cubierta a dos aguas evidenciada por su correspondiente frontón.

La idea del rey bávaro y el proyecto del arquitecto son la expresión fantasiosa de una contradicción entre la oscuridad de la hiperbórea de la Thule y la claridad del Egeo.

En fin, la arquitectura de Leo von Klenze es una tensión constante entre el neoclasicismo y el romanticismo. 

domingo, 19 de enero de 2025

Algunos aspectos del arte pop

 Keith Haring

 

 

El arte pop se opuso al expresionismo abstracto de las vanguardias, tanto el que se había desarrollado en Europa y había sido importado a los Estados Unidos como el que había desarrollado la Escuela de Nueva York (William Baziotes, Willian de Kooning, Arshile Gorky, Adolph Gottlieb, Philip Guston, etc).


Cambiaban los tiempos. El racionalismo y el espíritu crítico de la vanguardia europea no cabían en aquella sociedad de los años sesenta del siglo pasado, donde los brokers de Wall Street tomaban el protagonismo. Los adalides del neoliberalismo se lamentaban de haber acogido a muchos artistas europeos “criticones e izquierdosos” y decidieron plantarles cara. Tom Wolfe, con arrogancia, preguntaba: “¿quién teme a la Bauhaus feroz?”. 


Los artistas pop utilizaron un lenguaje irónico que se oponía a la abstracción. Reeditaron algunos conceptos del dadaísmo con una intención espectacular y publicitaria pero desprovista del criticismo utilizado por el Dadá. Rechazaron el surrealismo y otras formas de ensoñación lírica. Cuestionaron el valor de la “obra única”. Apostaron por la seriación de la obra de arte como oposición a la obra de arte exclusiva y particular del artista. Los objetos cotidianos se representaron en carteles y se trataron como objetos artísticos. El arte fue publicidad, teatro, mercado, parties de galeristas…


Al sujeto neoliberal no le importaban la proporción clásica, ni la estatuaria greco-latina, ni la perspectiva renacentista. El arte pop puso en cuestión el sistema clásico de proporciones y propuso unos cambios de escala irónicos, reprodujeron imágenes con contornos perfilados con trazos gruesos, estos eran la evidencia del carácter publicitario de la obra de arte pop.


En mi opinión, el arte pop fue una transición de la agonía a la nada.


Nota. He querido encabezar este escrito con la imagen de un grafiti de Keith Haring porque creo que este artista quiso recuperar el espíritu crítico del arte anterior al pop-art. ¡Pobre Keith, no lo logró!