Sarcófago para Felipe II (1963). Manolo Millares
En un diálogo entre un bachiller y un salvaje escrito por Voltaire, el bachiller le dice al salvaje que están viviendo en el mejor de los mundos posibles y le informa de lo siguiente:
-Bachiller:
Un matemático ha calculado que después
de una cierta guerra de Troya, que vos no conocéis, hasta la guerra de Acadia
(guerra de las antiguas colonias francesas en Canadá), que vos conocéis, han
muerto 555.654.000 hombres, sin contar los niños y las mujeres despanzurrados
en las ciudades reducidas a cenizas, pero ha sido por el bien público. Cuatro o
cinco mil enfermedades crueles a las que los hombres se encuentran sometidos
nos permiten saber cuánto vale la salud. Los crímenes que cubren la tierra
revelan de mil maravillas el mérito de los hombres piadosos entre los que me
encuentro.
Comprendéis, señor salvaje, que todo
ello redunda en la mejora del mundo, por lo menos para mí.
Así pues, las cosas no podrían alcanzar
la perfección del mundo en que vivimos si el alma no estuviese en la glándula
pineal.
Ya sabemos que los
bachilleres y los sabios de aquella época aseguraban que el alma estaba situada
en la glándula pineal o en el cuerpo calloso situado en medio de la cabeza,
pero habiendo escuchado el relato del bachiller y conociendo el curso de la
historia resulta más fácil deducir que el alma está en el retrete. O más
valdría pensar que el alma no existe.