La ben plantada (1936) - Josep Clarà
Siempre he sospechado de
la actitud preeminente, hasta cierto punto supremacista, de los teóricos de noucentisme, aquel movimiento cultural e
ideológico que estuvo presente durante el primer tercio del siglo XX en
Cataluña. Fue después del Modernismo y representó una reacción contra aquel
estilo medievalista de la curva y la contra-curva, del coup de fouet y las arquitecturas vanidosas.
Sospecho también de
muchos de aquellos artistas noucentistes
que lanzaron su mirada sobre las aguas del Mediterráneo, creyendo encontrar
entre las olas una razón étnica que los hiciera superiores a los demás.
Su mirada alcanzó los
mármoles sumergidos de Sunion y los versos de Horacio. Pero los mármoles aún están bajo las aguas y los versos de Horacio continúan reclamando la mesa
sencilla y la copa intacta.
Se perdieron en el detalle,
en buscar la repipi perfección del detalle. Pedantes que, sólo con mirar el mar clásico, creían poder tocar el
cielo con la punta de sus pinceles, su pluma o su cincel,
Eran ilusiones aventadas por la tramontana, suspiros autocomplacientes y una voluntad de
ruptura que se les rompió en sus manos y en su mente.
Y aunque la ben plantada hablara salat como el autor de las Horacianes, aquellos esteticistas noucentistes no consiguieron hablar con
las gentes.
Debo reconocer, sin
embargo, que uno de los poemas que más me gusta es noucentista y tiene hincadas sus raíces junto al mar: sus versos
son más viejos que el olivo, más poderosos que el roble, más verdes que el
naranjo y entre ellos se conserva la eterna primavera…