La evolución de los estilos artísticos discurre por momentos de desencanto y por otros de entusiasmo. Hay unos tiempos de pesimismo en los que el artista va repitiendo y reproduciendo los modelos que conoce, evitando cualquier aventura o reflexión estética que no sea reputada o acreditada. Va depurando su obra y todo parece acomodarse en estancias confortables y el estilo se hace tardío. Un arte que expresa algo que se está muriendo.
Cabe decir, sin embargo, que en "lo tardío" encontramos auténticas maravillas como los retratos de Bronzino, el "abrigo de Marcel Proust", los cantantes que con la boca cerrada acompañan a Madama Buterfly, algunas delicuescencias sublimes del Art Nouveau, etc.
Lo tardío lo encontramos al final de los periodos históricos que preceden a los cambios de paradigmas sociales.
Hay un arte greco-romano tardío, un románico tardío de cúpulas facetadas, un gótico tardío de formas flamígeras, un renacimiento tardío que se hace manierista, un barroco tardío que se convierte en rococó, un romanticismo tardío de lágrimas disecadas, un realismo tardío y unas vanguardias tardías que sucumben ante el espectáculo mediático..., son estilos que aparecen al final de un periodo artístico y parecen obstinarse en permanecer en él.
Los estilos tardíos complacen al poder. Mantenerse en lo conocido y oponerse al cambio es propio de las sociedades acomodadas y pusilánimes. La comodidad y el miedo complacen a los totalitarismos.
El librepensamiento, la crítica sistemática y los cambios artísticos, son factores que ponen trabas a la acción totalizadora del poder. De ahí que el poder se oponga a la evolución del arte y de las vanguardias.
Históricamente, la intolerancia y los fanatismos religiosos se han opuesto a las transformaciones formales.
El poder es totalizador y propugna el acomodo, lo complaciente, lo ñoño y lo pamplinero, se complace en un arte que se aferre a los estilos tardíos. Quiere un arte conservador que se vaya retorciendo sobre sí mismo como si fuera una hoja de acanto que, por efecto de la gravedad, se retuerce y se retuerce sobre una tumba.
No sé qué ocurrirá en el futuro, podría ser que el arte se retorciera hasta convertirse en una bolita de caramelo o en una nano-insignificancia.
Con un exceso de información, con mucha incultura y sometida al peso de la lápida mortuoria, puede suceder que la creatividad artística caiga en un sueño miserable de setecientos años de duración.
Cabe decir también que ningún arte es posible si la libertad está cautiva.