sábado, 30 de noviembre de 2019

Arte Casual


ARTE CASUAL
 Varios autores 
editado por Athenaica

He tenido el honor de participar en esta edición con el capítulo
 EL ARTE CASUAL
UN DEBATE SOBRE LOS LÍMITES DEL ARTE


Autores:

Francisco Ferrer Lerín
Ignasi Aballí
Frederic Amat
Félix de Azúa
Juan Buil
Francesc Cornadó
Ignacio Echevarría
Jesús García Cívico
Jordi Ibáñez
Enrique Juncosa
Tecla Lumbreras
Jesús Martínez Clará
Luis F. Martínez
Joël Mestre
Margot Molina
Jesús Palomino
Elena Ruíz
Fernando de Val
Antonio Viñuales
Pedro G. Romero

jueves, 28 de noviembre de 2019

Del Modern al Postmodern


Ya está aquí mi nuevo libro

En este caso un pequeño ensayo sobre  el transcurso del arte moderno al posmoderno. Una evolución de las vanguardias artísticas del siglo XX hasta su caída y disolución en el Post-modern.

Editado por SD·Edicions.


Próximamente anunciaremos su presentación.

miércoles, 27 de noviembre de 2019

El arte en ruinas


Art is Trash - Barcelona -2 Obra de Francisco de Pájaro en Barcelona,

Ver más en: https://www.20minutos.es/fotos/cultura/el-arte-es-basura-9875/7/

Einfühlung, IV Drawing
JK- Noir


Según dice George Frankl en Civilisation. Utopia and Tragedy, en algunas galerías de Londres se exponía una gran muestra de bragas sucias, calzoncillos con heces y montones de excrementos en el suelo, todo presentado como obras de arte.

No lo he visto, ni tengo ganas de verlo.

¿Es esto una muestra artística? ¿o será más bien una asquerosa maniobra sociológica? Creo que es una burda provocación y, personalmente, no creo que la provocación sea una forma de expresión artística. En cualquier caso, siempre hay un teórico que lo justifica mientras otros certificamos la ruina del arte.

El arte en ruinas busca entre los escombros de su decadencia una ideología, una significación que ataca a la forma reduciéndola a puro dato.

El resultado es un subproducto incidental, una maniobra sociológica o un quebradero estadístico.

Arruinados quedaron el equilibrio, la armonía de las esferas y los fértiles territorios del inconsciente.

lunes, 25 de noviembre de 2019

Adagio para cuerda de Samuel Barber


Samuel Barber 1910-1981


En 1936, Samuel Barber compuso su cuarteto para cuerdas en si menor. El segundo movimiento de esta obra de cámara fue arreglado para orquesta de cuerda y se le dio el nombre de Adagio para cuerdas, posteriormente, buscando una mayor espectacularidad, se adaptó la obra para coro mixto consiguiendo de esta manera una gran monumentalidad, entonces se le puso por nombre Agnus Dei.

Este adagio, en una forma u otra, acompaña habitualmente muchos actos de duelo colectivo. Estuvo presente en los funerales de Albert Einstein y de la Princesa Grace de Mónaco.

En más de una ocasión he dicho que no acabo de entender la música americana. Casi ninguna composición americana me gusta.

La obra de Samuel Barber es pastosa. Melódicamente es grumosa y espesa, me hace pensar que este compositor de Pensilvania aborrecía el contrapunto.  Su música ha sido calificada de neorromántica, él no quiso saber nada del experimentalismo del Movimiento Moderno, aunque en sus últimas composiciones encontramos una cierta aproximación al vanguardismo con influencias de Stravinski o del jazz.

martes, 19 de noviembre de 2019

El Modernismo catalán




El modernismo fue un entusiasmo romántico, un encandilamiento fantasioso empeñado en echar la vista atrás, hacia un pasado de trovadores y princesitas cándidas.

Los espíritus modernistas creían encontrar en aquel pasado medieval el origen de una épica nacional. La epopeya de un conde cerril o de un rey peludo y roñoso que, en el lecho de muerte, se empecinaba en dejar una huella de sangre más o menos coagulada sobre un escudo.

El romanticismo tardío se expresaba con unas formas que se desvanecían en una atmósfera de codicias, mercaderías, frenesí industrial y trata ilegal de esclavos.

Los nuevos ricos, en su afán de culturizarse, acudían a la ópera y se dejaban embriagar con las melodías infinitas de un músico teutón engreído. Un leit motiv de Lohengrin les entusiasmaba tanto como el ruido de los telares de sus fábricas y un poema de Verdaguer les animaba a subir a las altas cumbres y a estimar su preciosa lengua que había nacido del latín decrépito.

Escuchar la música de Wagner y contemplar el país desde la cumbre del Canigó inflamaba un nacionalismo infantiloide.
 

Las canciones de los trovadores, las mitologías germánicas y las nieblas del norte se convirtieron en superficies curvas revestidas con baldosines rotos (trencadís), en joyas de Masriera con insectos de oro, en muebles de caoba cubana con molduras retorcidas y serpenteantes como el látigo de los negreros, en vidrios emplomados que tamizaban una luz cegadora que penetraba en unas alcobas de infidelidades consentidas.
 

El modernismo catalán fue un arte entusiasmado que miraba más allá de las tristísimas fronteras de un país pequeño. Su mirada alcanzaba a Ruskin, Victor Horta, Mackmurdo, Mackintosh, Violet-le-Duc, William Morris… Fue un arte que nacía de un romanticismo decadente, ¡exquisita decadencia! Fue un arte exquisito.
 
Las ninfas, las hadas, los bosques estilizados, las escenas de insomnio y los dragones poblaban la estética de las piedras esculpidas. Los pinceles de Rusiñol y Ramon Casas aplaudían la salida del sol mientras el espíritu de la artemisia absinthium inspiraba sus lienzos. 

 

La arquitectura, como siempre, sirvió a las clases pudientes. Los nuevos ricos, aquellos que tenían posibles, quisieron petrificar su rápida ascensión a la fortuna y encargaron a los buenos arquitectos sus delirios de grandeza: templos expiatorios de altísimas torres, residencias de verano con almenas floridas, edificios de pedrera ondulada, hospitales ajardinados, palacios con dragones, palacios para orfeones y edificios domésticos que parecían casitas de chocolate.


Domènech i Montaner, el de los arcos jactanciosos. Gaudí el de las superficies panteístas. Puig i Cadafalch, el de las fachadas de chocolate. Rubió i Bellver, el de las casas de la bruja. Enric Sagnier, el de la euritmia eclesiástica.

¡Magníficos arquitectos! Confieso mi admiración.

Es tan grande mi admiración como la desconfianza que siento contra la ética y la estética del modernismo.