Efecto del sol sobre el estanque. André Derain (1880-1954)
El panorama artístico es incierto y reclama algo que no sabe lo que es, pero lo reclama.
El desbarajuste formal es evidente. No parece que haya un objeto claro donde fijar la expresión artística.
El panorama artístico es incierto y reclama algo que no sabe lo que es, pero lo reclama.
El desbarajuste formal es evidente. No parece que haya un objeto claro donde fijar la expresión artística.
Con el arte tengo la
misma esperanza que con la política o la economía, o sea: ninguna esperanza. Mi
escepticismo es total.
Mientras tanto, me quedo
con las olas de este mar clásico por donde nos llegó la mesura y la contención.
Los noucentistes también lanzaron su mirada
sobre las aguas del Mediterráneo, su mirada alcanzó los mármoles sumergidos de
Sunión y los versos de Horacio. Pero los mármoles quedaron bajo las aguas y los versos de Horacio continúan reclamando la mesa sencilla y la copa intacta.
Una ilusión óptica,
quizás, o una pérdida en el detalle; un suspiro autocomplaciente o una voluntad
de ruptura que se rompió a sí misma.
Y aunque la ben plantada hablara salat como el autor de las Horacianes,
aquellos esteticistas no consiguieron hablar con las gentes. Vano esfuerzo el de los ideólogos de la
cuestión novecentista, que instituyeron una escuela modélica, pero su
esfuerzo se vio truncado por la barbarie que, al grito de “viva la muerte”, asesinó lo romántico, lo clásico, lo neoclásico, la inteligencia, el arte y todo
lo que se menea.
Debemos preservarnos del
romanticismo baldío y lacrimógeno, de las brumas del norte, de los cantos de la
noche, de los elfos y de las espadas clavadas en la roca. Sí, y preservarnos también de los que quieren asesinar el claro de luna
y sobre todo debemos preservarnos de los que quieren asesinar a la
inteligencia.