Si bien valoro el expresionismo de la casa Milà (La Pedrera) y el control del espacio interior del desván del colegio de las Teresianas, considero
que la Cripta Güell es la mejor obra de Gaudí. Viendo aquel espacio, los
detalles constructivos y sobre todo la expresión de su estructura no puedo
dejar de recordar las clases resistencia de materiales y de cálculo de
estructuras por procedimientos gráficos.
Me
resulta dificilísimo opinar sobre la concepción del espacio que tenía este
genial arquitecto y mucho menos emitir un juicio crítico sobre su arquitectura.
El repertorio de formas de Gaudí parece que no se acaba nunca, su capacidad
para la combinatoria de estas formas es un hecho insólito en la historia de la
arquitectura. No puedo juzgar, me sobrepasa, me resulta imposible.
Evito
opinar sobre el espacio y las formas gaudinianas. Siempre que hablo de Gaudí lo
hago refiriéndome a la concepción estructural de su arquitectura. La estructura
define el espacio arquitectónico y hablar de la obra de Gaudí es hablar de
estructura, de cálculo -de cálculo gráfico, no analítico ni informático-, de
sistemas vectoriales, de polígonos funiculares, de aplicación de fuerzas y de
su traslación a la piedra; de estereotomía, es decir del corte de la piedra.
Al
principio de mis estudios de arquitectura tuve el placer de encontrarme con
profesores que aún nos enseñaban los antiguos métodos del cálculo gráfico.
Dibujábamos las fuerzas, trazábamos polígonos funiculares para determinar la
intensidad y el sentido de los empujes, dibujábamos polígonos de Stevin y
sistemas de Cross para hallar las resultantes. Con estos métodos, siguiendo la
dirección de las fuerzas dibujadas sobre el papel ya veías cómo iban a ser los
pilares y las vigas. Digamos que las fuerzas iban determinando las formas.
Gaudí
dibujó las fuerzas y construyó el espacio arquitectónico a la manera de la Edad
Media, sus métodos de trabajo eran los propios de las arquitecturas anteriores
al Renacimiento. Gaudí no hacía proyectos, Gaudí realizaba “actos
arquitectónicos”. Gaudí no dibujaba un proyecto global, Gaudí dibujaba en obra,
daba instrucciones de detalle a los operarios y a sus ayudantes, indicaba cómo
debe construirse un determinado arco o un capialzado, pero no encontramos un
dibujo general del edificio en su conjunto.
Gaudí
calculaba las deformaciones de una estructura mediante maquetas de trapo y
después hacía un modelo en yeso de un caso particular, de una bóveda
parabólica, de un arco escarzano, y esto le servía para construir aquella bóveda
parabólica o el arco.
Vivía
en la obra, trazaba sobre el terreno, corregía detalles concretos. Gaudí
procedía como lo hacían los arquitectos anteriores a Brunelleschi. Este
proceder de Gaudí concuerda con su lenguaje arquitectónico. Son formas medievales
y su puesta en obra la realiza según procedimientos medievales.
Gaudí,
sin embargo, fue más allá del lenguaje medievalista y con la piedra expresó su pathos y su idea de Cataluña. Sus muros
y cubiertas derivaron hacia el expresionismo, sutil a veces, como en la casa
Milà, y brutalista, otras veces, como en algunos detalles del Park Güell.
En
la Sagrada Familia, Gaudí expresa una idea de Cataluña, la que entronca con
aquella épica fundacional propugnada por los románticos de la Renaixença. Pero, aun así, con el pedrusco
medievalista, aspira a la modernidad europea.
Por
otra parte, quiero destacar que la concepción arquitectónica de Gaudí surge de
ámbitos ajenos a la arquitectura, quiero decir que Gaudí plantea un discurso
arquitectónico que utiliza elementos que provienen de la religión, de la
naturaleza, de su concepto de nación, pero en ningún caso se fundamenta en
otras arquitecturas que le son contemporáneas. Esta idea hace que jamás caiga
en el manierismo, jamás su arquitectura habla de arquitectura, sino que lo hace
de la naturaleza y de su pathos
personal, sólo así se alcanza una originalidad que otros, imitándolo, no podrán
continuar.