El estudio, Alegoría real de los siete últimos años de mi
vida.
Gustave Courbet 1855
Gustave Courbet en una carta dirigida a su amigo del alma
Baudelaire le decía:
No puedo enseñar mi arte ni el arte de ninguna escuela, ya que niego
que tal arte pueda enseñarse; el arte es completamente individual, y el talento
de cada artista no es sino el resultado de su propia inspiración.
Estas palabras ponen de manifiesto la importancia del
individualismo exacerbado donde se fundamentaba la estética romántica.
La ciudad industrial de la segunda mitad del siglo XIX
concentra la totalidad de la producción artística teórica y práctica. El arte
expresa la dicotomía entre lo rural y lo urbano y a pesar del individualismo del
espíritu romántico, las obras producidas expresan una mímesis naturalista
paradójica y muy exacerbada.
Con todo este material se consolidan las estéticas como el
naturalismo, el realismo, el simbolismo y finalmente el modernismo.
Schopenhauer se erige como el pedagogo de la sensibilidad
burguesa y Courbet como la paradoja más visible del realismo.
El sentimiento individualista persiste, parece que está en
el ánimo general de los artistas que salen de las escuelas de Bellas Artes.
Después de los esfuerzos racionalistas del Movimiento
Moderno y tras las propuestas neoliberales de Tom Wolf que sus acólitos del Pop
Art convirtieron en un torrente de vulgaridad surge un panorama de sentimientos
ñoños y enlagrimados, después de este “cebollismo” nos preguntamos si la
creación artística vive un nuevo romanticismo.