El pensamiento único y la machacona propaganda sectaria ha dejado huellas en sus cuerpos.
De tanto confiar en una ilusión se les atrofió la razón. Sólo piensan en consignas panfletarias y en aquello que les dictaban y siguen dictando los medios de comunicación subvencionados.
Convencidos,
creen que con la ilusión se construyen edificios, ciudades y países. Creyeron
que desobedecer les hacía valientes y hoy sus rostros no muestran valentía alguna.
Caminan cabizbajos, sus gestos son asténicos, flojos y dulzones. Una sonrisa ingenua se les ha congelado debajo de la nariz. Tienen los músculos faciales mórbidos, ahora su tersura es resignada. Su mirada autocomplaciente, ahora ya no complace. El pelo lo tienen más lacio y cenizo y ya no ondea como lo hacían sus banderas y las pancartas que enarbolaban.
El principio de la realidad ha cambiado su forma de andar. Los hombres caminan desgarbados. Los andares de las mujeres son más patosos que conventuales y ambos presentan un ademán desvitalizado.
Se les reconoce al pasar.
El tiempo y la realidad ha modelado sus cuerpos.