jueves, 29 de noviembre de 2018

El compromiso y la máscara




No me atrevo a exigir al artesano que hace las máscaras, que las acomode a la realidad, ya que ésta está comprometida con el engaño, y su compromiso es muy sórdido.

La máscara suele esconder otra máscara.


En toda máscara hay un carnaval de intenciones, restos de fantasmas, espejismos, complicidades peligrosas, compromisos espurios, amalgamas y condensaciones de la intuición.

La máscara es un ars magna de la tragedia y es, al mismo tiempo, la representación de un compromiso acobardado.

La máscara atrae, fascina, seduce… porque engaña. Su mentira se expresa con una mueca palpable y quieta. El compromiso es un gamo dispuesto a la carrera.

lunes, 26 de noviembre de 2018

De la geología pétrea a los árboles ralos

La Visitación (1310) Giotto

Los escolásticos concluían cualquier razonamiento apelando al argumento de autoridad. Eran cuadriculados y era muy difícil de que salieran de sus casillas. Iban desarrollando su especulación y al final llegaban a un símbolo o a algo que no se podía explicar y lo daban por bueno porque lo había dicho algún sabio. Esto es una falacia especulativa.

Su cuadrícula especulativa se tornaba curva y contracurva desvanecida en el espacio. Quizás debido a sus convicciones graníticas y aristotélicas caían con frecuencia en la pedantería y luego, apoyados sobre aquellas geologías berroqueñas, se levantaban otra vez.

Pero toda geología se erosiona y tras los peñascos aparece la luz del sol. Con las disgregaciones iban terminando los siglos oscuros del medievo.

Con el gótico, que era la expresión pétrea de la escolástica, los artistas cambiaron su atención y su objeto. Pasaron del símbolo románico a la realidad. A veces, aquella realidad no era otra que unos árboles ralos como los que vemos en muchas pinturas del Trecento.

Poco a poco llegó la plenitud del Quatrocento y del Renacimiento en fin. El artista midió, especuló y recuperó la proporción perdida. Los capiteles, los arquitrabes y los pedestales tomaron sus medidas del módulo de la columna.

Sin que mediara ningún símbolo, el cuerpo humano se convirtió en la medida de todas las cosas. La misura umana se convirtió en la mesura del universo.

Ahí están L.B. Alberti y Brunelleschi, Piero della Francesca, Leonardo y Luca Pacioli. Gracias a la escuadra y al cartabón el arte ganó en nobilità. Fin de toda pedantería.

viernes, 23 de noviembre de 2018

Dispersión en la música contemporánea



A diferencia de otras formas de expresión artística, la llamada música contemporánea (atonal, postonal, aleatoria, espectralismo, minimal, serialismo…) presenta un optimismo poco contagioso.

Creo que los compositores de música contemporánea son conscientes de su papel de “cenicienta” en las artes y se hallan instalados en una pura especulación estética que, lejos de todo aislamiento cultural, produce interesantísimos ejemplos que, desde el punto de vista artístico, suponen un patrón intelectual para otros artistas.

Hay, sin embargo, en la música que se compone actualmente, una enorme dispersión de lenguajes. Parece que cada compositor toma un sendero estético distinto sin intención de formalizar una estilística común.

A mi modo de ver, la dispersión empezó con el experimentalismo de los años setenta del siglo pasado, llevamos, pues, más de cuarenta años de dispersión. Pero esta diseminación tiene algo de positivo, nos ha traído una apertura de infinitos caminos de libertad.

Siento un optimismo racional ante la postura de estos compositores que son capaces de mantener un rigor en la búsqueda de lo nuevo sin caer en concesiones populistas, sin sometimiento a la ordinariez sonora que nos invade y que componen buscando las vías de diálogo que el radicalismo rompió, sí, que rompió solo por el mero hecho de poner patas arriba la tonalidad.

El optimismo de la música contemporánea -la que hoy se compone- podría actuar de revulsivo contra el pesimismo justificado que nos produce el arte actual.

Pero no creo que este optimismo llegue a tener efecto, pues estamos hablando de un arte muy minoritario y además, para ello, debería incidirse en la educación en la sensibilidad, cambiar los sistemas de enseñanza, liberar prejuicios y cargarse de una vez toda esta pachanga sonora que nos aturde.
Mientras me lamento de la poca eficacia del optimismo compositivo, reflexionaré sobre la dispersión musical: no buscaré fundamento en la dispersión, ni siquiera escudriñaré su justificación. La dispersión es una cuestión de gusto.

Teniendo en cuenta la diversidad de lenguajes que he comentado y consciente de la riqueza de la dispersión, me atrevo a poner una breve referencia de estilos y compositores:

Postonal
Francisco Kröpfl, John Rahn, Milton Babbitt, Jonnathan El Barouki, Elliott Schwartz, Daniel Godfrey, Allen Forte, Robert Morris, George Perle, David Lewin.

Atonalidad libre
Atilio Adrían Matteucci, Jesse Ahmann.

Serialismo
Después de los dodecafónicos y serialistas clásicos como Schönberg, Alban Berg y Anton Webern o de Olivier Messiaen y Luciano Berio; encontramos a Terry Riley, Aldo Clementi, André Boucourechliev, Alberto Ginastera, Boris Blacher, Wolfgang Fortner, Brian Ferneyhough, Bruno Maderna,  Ben Johnston, Bill Hopkins, Arthur Berger, Camillo Togni, Cesar Guerra-Peixe, Ann Southam, Donald Martino, Per Nørgård, Egon Wellesz, Heinz Holliger, Erik Bergman, Henri Pousseur, Hermann Heiss, Charles Wuorinen, Virgil Thomson, Franco Donatoni y un largo etc.

Espectralismo
Después de las experiencias iniciales de Iannis Xenakis con su Metastasis de 1954, György Ligeti que en 1961 compuso Atmosphères, o de Stimmung compuesta por Stockhausen en 1968; encontramos compositores extraordinarios que han analizado el espectro sonoro sintetizando timbres y resonancias para incorporarlas a la orquesta formando un verdadero cosmos de armonías sorprendentes. Salvando toda la diversidad de lenguajes, ahí están los nórdicos Kaija Saariaho y Magnus Lindberg, mi admirado Ola Gjeilo, los franceses Fabien Lévy, Thierry Blondeau, Jean-Luc Hervé, Marc-André Dalbavie o Philippe Hurel; en Barcelona encontramos a Bernat Vivancos.

Minimal
Ahí están mis admirados Terry Riley, Steve Reich y muy especialmente Arvo Pärt; añadamos además algunos compositores como Brian Eno, Ludovico Einaudi, Yann Tiersen o Michael Hoppé y otros más comerciales, pero de calidad indudable como Philip Glass, Michael Nyman, Mike Oldfield o el belga Wim Mertens.

miércoles, 21 de noviembre de 2018

Interrupción y transcurso de la expresión artística

El rapto de Europa. José Mª Porta Missé


Se desvirtúa el lenguaje y el estilo artístico se acomoda. A veces es manierismo reflexivo, a veces es pura desidia.

La contemplación del propio ombligo y la vanidad del artista juegan un papel desolador y todo se detiene.

Todo es cíclico. Los equinoccios se suceden.

Algo nos incita a avanzar. A pesar de la pereza, la necesidad de comunicación es congénita y obliga. Sea a la carrera, a brincos, haciendo piruetas, cabriolas o dando saltos. La marcha de la expresión artística no se detiene. ¿Qué nos empuja a avanzar?

Hay quien retrocede para coger carrerilla y ganar eficacia en el salto. La carrera requiere, sin embargo, energía y disposición.

-¿Retroceder?-

Hay quien prefiere coger carrerilla, otros prefieren echar una mirada al pasado, se fijan en los clásicos y con un estropajo en ristre deciden limpiar.

Sigue la rueda de la noria de las estaciones.