Cada día que mi amigo acude a ayudar a las monjas como voluntario social le hacen rezar el rosario mientras trabaja.
Me cuenta que en el rosario de hoy no han incluido ninguna oración por el alma de Robespierre.
Acabados los rezos, las monjas le han regalado un juego de cuchillos.
lunes, 27 de junio de 2016
sábado, 25 de junio de 2016
Els col·legis de la part alta de Barcelona
Només en podem salvar
un. Tots els col·legis de monges i capellans de la zona alta de Barcelona són
una desgràcia arquitectònica, només se’n salva un.
Tots aquests edificis
escolars de monges i capellans s’haurien d’enderrocar. Així ho ha manifestat
més d’una vegada l’arquitecte Oriol Bohigas, opinió que comparteixo.
Aquests edificis són
anodins, són unes arquitectures desproporcionades amb elements compositius
extrets d’aquí i d’allà. Aquests elements els han anat reproduint fins a
constituir un model lleig i eclèctic, fins i tot tenebrós, amb una massa
construïda de pedra i totxo que fa ostentació de la seva prepotència i manifesta
el domini d’una pedagogia monolítica.
Si no volem donar
massa feinada a la “piqueta”, si volem evitar l’enderroc de tanta
agregació pedagògica i ser conseqüents amb els indicatius demogràfics -cada vegada hi ha més vells i menys
infants-, caldria replantejar-nos l’ús d’aquest edificis escolars i
convertir-los en geriàtrics, hospitals de dia o residències d’ancians.
Los colegios de la parte
alta de Barcelona
Sólo podemos salvar uno de ellos. Todos los colegios de monjas y de curas
de la zona alta de Barcelona son una desgracia arquitectónica, sólo uno de
ellos se salva.
Todos estos edificios escolares de monjas y curas deberían derribarse.
Así lo ha manifestado en más de una ocasión el arquitecto Oriol Bohigas,
opinión que comparto.
Estos edificios son anodinos, son unas arquitecturas desproporcionadas,
con elementos compositivos extraídos de aquí y de allá. Elementos que se han
ido reproduciendo hasta constituir un modelo feo y ecléctico, incluso
tenebroso, con una masa construida de piedra y ladrillo que hace ostentación de
su prepotencia y manifiesta el dominio de una pedagogía monolítica.
Si no queremos cargar de trabajo a la excavadora, si queremos evitar el derribo tanta agregación pedagógica y ser consecuentes con los indicativos demográficos -cada vez hay más ancianos y menos niños-, deberíamos replantearnos el uso de estos edificios escolares y convertirlos en geriátricos, hospitales de día o residencias de ancianos.
lunes, 20 de junio de 2016
La extraña petrificación del acanto
Los agrimensores trazaron
caminos sobre los mapas. El orden y la medida se impusieron a los zarzales
desdibujados que recortaban el azul del cielo.
Los más
escépticos contemplaron los jardines de la historia y se resignaron ante la
enfermedad del tiempo.
Sobre la muerte de la doncella creció el acanto. Sus hojas retorcidas por el peso de la canastilla inspiraron al artista del cincel.
La
perfección del acanto se petrificó en los capiteles. Con éstos, con el cálculo y con el conocimiento el hombre levantó las construcciones más bellas.
¿Fue también la belleza un campo de salvación?
miércoles, 15 de junio de 2016
Javier Velaza
loatp. Llibreta vermella. Francesc Cornadó
Elegía triunfal
En el día de hoy, la guerra ha terminado
como todos los días.
Nadie pregunta cómo
cuál fuera el desenlace de las cruentas batallas
libradas casa a casa
cuerpo a cuerpo.
Nadie viene a leer con un ojo de angustia
y otro de rabia el parte de bajas; nadie aguarda
la crónica oficial que explicará por qué
hoy perdimos de nuevo,
ni preguntará quién era el enemigo que esta vez nos pudo,
ni cuáles sus propósitos, ni cómo su estrategia,
ni qué mapa quedó para seguir mañana.
Nada importa,
porque hemos aprendido
que la derrota tiene mil caras sin reverso,
que nunca hay vencedores,
que con el alba próxima
tendremos que salir al campo a ser deshechos
un día más
igual que cada noche.
Todos perdemos siempre.
Perdemos de antemano,
no nos dejan siquiera
la ocasión de ser Pirro, de ser Cesar, o nada,
ni nos tiene clemencia.
No hay cuartel.
Sin embargo,
pudiera ser que aún no esté todo perdido.
Habría que conjurarse, acudir a la plaza
y allí
-justo en el centro-
erigir majestuoso
el Arco del Fracaso.
Habría que portar la Niké sin cabeza, ceñir todas las sienes
con ramas de ciprés
y levantar dos dedos
que dibujen al aire la uve de vencidos.
Y recorrer así una a una las calles
de la ciudad rendida, entonando himnos
tristes.
Sí.
Habrá que celebrar esa derrota,
-la única victoria que tendremos-.
En el día de hoy, la guerra ha terminado
como todos los días.
Nadie pregunta cómo
cuál fuera el desenlace de las cruentas batallas
libradas casa a casa
cuerpo a cuerpo.
Nadie viene a leer con un ojo de angustia
y otro de rabia el parte de bajas; nadie aguarda
la crónica oficial que explicará por qué
hoy perdimos de nuevo,
ni preguntará quién era el enemigo que esta vez nos pudo,
ni cuáles sus propósitos, ni cómo su estrategia,
ni qué mapa quedó para seguir mañana.
Nada importa,
porque hemos aprendido
que la derrota tiene mil caras sin reverso,
que nunca hay vencedores,
que con el alba próxima
tendremos que salir al campo a ser deshechos
un día más
igual que cada noche.
Todos perdemos siempre.
Perdemos de antemano,
no nos dejan siquiera
la ocasión de ser Pirro, de ser Cesar, o nada,
ni nos tiene clemencia.
No hay cuartel.
Sin embargo,
pudiera ser que aún no esté todo perdido.
Habría que conjurarse, acudir a la plaza
y allí
-justo en el centro-
erigir majestuoso
el Arco del Fracaso.
Habría que portar la Niké sin cabeza, ceñir todas las sienes
con ramas de ciprés
y levantar dos dedos
que dibujen al aire la uve de vencidos.
Y recorrer así una a una las calles
de la ciudad rendida, entonando himnos
tristes.
Sí.
Habrá que celebrar esa derrota,
-la única victoria que tendremos-.
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