Joan Gardy Artigas
Montaigne fue un enamorado del
humanismo renacentista, creyó que después de aquella explosión de la razón ya
no quedaba lugar para la barbarie. No voy a ser yo quien acuse de ingenuo al
sabio francés, pero ocurre con demasiada frecuencia que los acontecimientos
cercenan todo optimismo. En efecto, la Guerra de los Treinta Años desengañó a
Montaigne y, con dolor, tuvo que reconocer que la sinrazón continuaba instalada
en el corazón de los hombres y las mujeres que habitan en este mundo.
La barbarie forma parte de la
sustancia humana y el mal negocio de la historia nos demuestra continuamente
que la bestialidad siempre está presente, las atrocidades se repiten y los
humanos nos tiramos pedruscos a la cabeza con brutalidad. Los que mandan son
crueles y los que obedecen los imitan y llevan el salvajismo a la vida
cotidiana.
Joan Gardy Artigas
A sabiendas de que al final nos
gobernaran los peores de la clase y que el poder corrompe, elegimos unos políticos
que hacen leyes para desobedecerlas y además, infringen las normas como si estuvieran
jugando, lo encuentran bonito, retozan en los parlamentos y se recrean sin valorar
el daño que provocan.