Maria Wisława Anna
Szymborska (1923-2012) Premio Nobel.
Me gusta Wisława
de letras imposibles que surcan por el Estigio
y no se detienen en la orilla peligrosa.
Su voz rauca nos descubre el espanto del hombre,
la sucesión interminable de los números
y de la náusea de los cuerpos lunares.
Impronunciable apellido para las lenguas del mediodía,
que fugazmente nombran los distintos colores
de la espuma y el fuego, de llamas que ardían
al pie de la torre de Babel o quemaban libros
en Alejandría con una danza inapelable de pavesas.
Szymborska de consonantes agolpadas.
Buscas las respuestas en las volutas de humo
o en la mirada de los monos de Brueghel,
en la ironía del silencio y en el tintineo
de lo que no sucede. El veredicto está en tu voz
de versos roncos y en tus prendas de suaves pliegues
que descubren la verdad descarnada del simio que se
peina.
Me gusta Wisława.
Ahí va uno de sus poemas
escrito en 1976
ALABANZA
DE LA MALA OPINIÓN DE SÍ MISMO
El
águila ratonera no suele reprocharse nada.
Carece
de escrúpulos la pantera negra.
Las
pirañas no dudan de la honradez de sus actos.
Y el
crótalo a la autoaprobación constante se entrega.
El
chacal autocrítico está aún por nacer.
La
langosta, el caimán, la triquina y el tábano
viven
satisfechos de ser como son.
Cien
kilos pesa el corazón de la orca,
pero
es, en lo esencial,
como
una pluma liviano.
En
el tercer planeta del sol,
la
conciencia limpia y tranquila
es
síntoma primordial de animalidad.
Wisława
Szymborska