Sofia Gubaidulina
Ayer tuve el honor de la presentar "El Fluir de les Pedres" de la magnífica compositora Anna Bofill, fue una extraordinaria tertulia en El Laberinto de Ariadna, de aquellas que dejarán huella. Agradecemos sus palabras y las ilustraciones musicales que las acompañaron.
Admiro su maestría y sus conocimientos. Con Anna Bofill, con Felipe Sérvulo y con los amigos asistentes a la tertulia, estuvimos hablando de la experimentación sonora, de los nuevos lenguajes musicales, del valor de la estética, de la búsqueda de la belleza, de las máquinas y de la inteligencia artificial.
Después de hablar con ella, corrijo mi artículo sobre Sofia Gubaidulina que publiqué en este blog el 5 de octubre de 2011.
Ahí va:
He escuchado con mucha atención el Offertorium y la Pasión según San Juan de la compositora rusa Sofía Gubaidulina. He disfrutado con las dos obras. Las volveré a escuchar para captar más matices y su contenido más profundo. De momento sólo puedo hablar de una aprehensión estética fugaz.
Me ha gustado mucho más la Pasión. Entre las dos obras he notado esa
diferencia que se manifiesta entre aquello que se componía hace veinte
años y las últimas obras de los músicos contemporáneos, esto es el
retorno a la melodía, que en el caso de la Pasión está muy depurada, y
que se encuentra influenciada por la atonalidad del siglo XX.
La atonalidad caracterizaba la estética vanguardista, comprometida y
formalmente revolucionaria que surgió con el Movimiento Moderno. Pasados
muchos decenios, hoy valoro el esfuerzo de compositores como
Gubaidulina, que, sin renunciar a la atonalidad, componen una música
limpia, clarísima y que se presenta con una corrección madura y llena de
contenidos.
No me puedo sustraer de mi actividad profesional y pienso que la
reflexión sobre los valores de las vanguardias tiene un paralelo con lo
que está pasando en el mundo arquitectónico.
Los experimentos atonales que se produjeron en la segunda mitad del
siglo pasado los asocio a un racionalismo creativo que pretendía cambiar
el mundo.
¿Era ideológico? Pues sí.
Parecía que a algunos autores sólo les interesaba la ruptura de las
leyes de la armonía, sin detenerse en la reflexión estética o ética.
En mayo del 68 y con el pensamiento de Marcuse se cuestionaron las
ideologías, entonces surgió el debate artístico. Se cuestionaron los
lenguajes artísticos, también la atonalidad. ¿Hacia dónde debían
encaminar sus composiciones los buenos músicos? Y aún, cuando cae el
muro de Berlín y se deshace la URSS, ¿qué sentido tiene mantener un
racionalismo atonal?
Ora tutto è perdutto, dicen mis amigos de Recanati.
Ahora debemos luchar con más fuerza. Los artistas lo tienen difícil,
tienen que ser muy, muy buenos para vislumbrar una salida airosa.
Escuchando la Pasión de Gubaidulina he confiado en la visión amplia y premonitoria de los artistas, en su creatividad.
No sé cuando se compuso el Offertorium, seguramente es un poco anterior a
1980. Veo que tiene la tensión de una obra que está en la frontera de
lo tonal, quiero decir que la ruptura de la melodía se consigue
asumiendo la gran potencia la atonalidad. Como aquel que habla un
lenguaje anacrónico, en el mejor sentido de la palabra, y que sufre
porque cree que el discurso formal no se corresponde con la realidad
ideológica, pero que sin embargo, se configura como una plenitud
estética total.
Propongo a mis amigos una reflexión. Una cuestión:
¿Creéis que para llegar a la Pasión de Gubaidulina podemos trazar la línea continua (brevemente y a grandes rasgos) que expongo a continuación?
1)
Iste Confessor
Domenico Scarlatti
2)
Requiem, S.B660
“cantato secondo l’usanza venetiana”
Banedetto Marcello
3)
Pasión según Mateo
J.S. Bach
4)
La obra para órgano
Max Reger
5)
Liturgia de San Juan Crisóstomo
P.I. Tchaikovsky
6)
Weihnachtsoratorium
Friederich Nietzsche
7)
Lux Aeterna
G. Ligeti
8)
Credo
K. Penderecki
y finalmente
Pasión según San Juan
Sofia Gubaidulina