sábado, 29 de octubre de 2016

Sofía Gubaidulina (correcciones)


Sofia Gubaidulina

Ayer tuve el honor de la presentar "El Fluir de les Pedres" de la magnífica compositora Anna Bofill, fue una extraordinaria tertulia en El Laberinto de Ariadna, de aquellas que dejarán huella. Agradecemos sus palabras y las ilustraciones musicales que las acompañaron

Admiro su maestría y sus conocimientos. Con Anna Bofill, con Felipe Sérvulo y con los amigos asistentes a la tertulia, estuvimos hablando de la experimentación sonora, de los nuevos lenguajes musicales, del valor de la estética, de la búsqueda de la belleza, de las máquinas y de la inteligencia artificial. 
Después de hablar con ella, corrijo mi artículo sobre Sofia Gubaidulina que publiqué en este blog el 5 de octubre de 2011

Ahí va:

He escuchado con mucha atención el Offertorium y la Pasión según San Juan de la compositora rusa Sofía Gubaidulina. He disfrutado con las dos obras. Las volveré a escuchar para captar más matices y su contenido más profundo. De momento sólo puedo hablar de una aprehensión estética fugaz.

Me ha gustado mucho más la Pasión. Entre las dos obras he notado esa diferencia que se manifiesta entre aquello que se componía hace veinte años y las últimas obras de los músicos contemporáneos, esto es el retorno a la melodía, que en el caso de la Pasión está muy depurada, y que se encuentra influenciada por la atonalidad del siglo XX.

La atonalidad caracterizaba la estética vanguardista, comprometida y formalmente revolucionaria que surgió con el Movimiento Moderno. Pasados muchos decenios, hoy valoro el esfuerzo de compositores como Gubaidulina, que, sin renunciar a la atonalidad, componen una música limpia, clarísima y que se presenta con una corrección madura y llena de contenidos.

No me puedo sustraer de mi actividad profesional y pienso que la reflexión sobre los valores de las vanguardias tiene un paralelo con lo que está pasando en el mundo arquitectónico.

Los experimentos atonales que se produjeron en la segunda mitad del siglo pasado los asocio a un racionalismo creativo que pretendía cambiar el mundo.

¿Era ideológico? Pues sí.

Parecía que a algunos autores sólo les interesaba la ruptura de las leyes de la armonía, sin detenerse en la reflexión estética o ética.
En mayo del 68 y con el pensamiento de Marcuse se cuestionaron las ideologías, entonces surgió el debate artístico. Se cuestionaron los lenguajes artísticos, también la atonalidad. ¿Hacia dónde debían encaminar sus composiciones los buenos músicos? Y aún, cuando cae el muro de Berlín y se deshace la URSS, ¿qué sentido tiene mantener un racionalismo atonal?

Ora tutto è perdutto, dicen mis amigos de Recanati.

Ahora debemos luchar con más fuerza. Los artistas lo tienen difícil, tienen que ser muy, muy buenos para vislumbrar una salida airosa.

Escuchando la Pasión de Gubaidulina he confiado en la visión amplia y premonitoria de los artistas, en su creatividad.

No sé cuando se compuso el Offertorium, seguramente es un poco anterior a 1980. Veo que tiene la tensión de una obra que está en la frontera de lo tonal, quiero decir que la ruptura de la melodía se consigue asumiendo la gran potencia la atonalidad. Como aquel que habla un lenguaje anacrónico, en el mejor sentido de la palabra, y que sufre porque cree que el discurso formal no se corresponde con la realidad ideológica, pero que sin embargo, se configura como una plenitud estética total.

Propongo a mis amigos una reflexión. Una cuestión:

¿Creéis que para llegar a la Pasión de Gubaidulina podemos trazar la línea continua (brevemente y a grandes rasgos) que expongo a continuación?

1)
Iste Confessor
Domenico Scarlatti


2)
Requiem, S.B660
“cantato secondo l’usanza venetiana”
Banedetto Marcello


3)
Pasión según Mateo
J.S. Bach


4)
La obra para órgano
Max Reger


5)
Liturgia de San Juan Crisóstomo
P.I. Tchaikovsky


6)
Weihnachtsoratorium
Friederich Nietzsche


7)
Lux Aeterna
G. Ligeti


8)
Credo
K. Penderecki


y finalmente
Pasión según San Juan
Sofia Gubaidulina

jueves, 27 de octubre de 2016

Presentación de Edad del insecto



SD Edicions publica el segundo título de la colección El Mundo Roto. Se trata de EDAD DEL INSECTO de Francisco Ferrer Lerín, una recopilación de poemas seleccionados por Javier Ozón que también ha escrito el prólogo del libro. 

Los poemas se acompañan con dibujos del propio autor.

La presentación será el 8 de noviembre a las 19 horas en el Aula dels Escriptors de la Asociación Colegial de Escritores de Cataluña, en el Ateneo Barcelonés. Canuda 6 planta 5 (Barcelona)

Edad del insecto  de Francisco Ferrer Lerín que forma parte de la colección Mundo Roto junto a Sa Ximbomba, primer título de la colección.

Edad del insecto es un conjunto de inconfundibles joyas literarias. Ninguna de ellas ha acusado el paso del tiempo. En 1987, Pere Gimferrer escribió: “Hubo una edad de absoluto en la que no parecía tolerable escribir sino de este modo; resulta reconfortante, hoy, saber que todavía se puede escribir también de este modo. O, cuando menos, que todavía sabemos, podemos, queremos leer cosas escritas de este modo”. Veintinueve años más tarde, esta cláusula se mantiene vigente. Todavía queremos leer cosas escritas de ese modo: poemas, relatos, bosquejos y otras prosas sin fecha de caducidad. La edición aparece acompañada de dibujos del autor.
La producción literaria de Francisco Ferrer Lerín (Barcelona, 1942) ha dejado una huella imborrable en la poesía española del último medio siglo, impronta que se refleja tanto en el respeto manifiesto de sus compañeros de promoción —Pere Gimferrer, Leopoldo María Panero… como en el eco que su trabajo ha merecido en la prensa escrita y en los círculos académicos.

martes, 25 de octubre de 2016

Florilegio romántico

La balsa de la medusa 1818-1819. Théodore Géricault 

Inmerso en la espesura de la niebla romántica, Berlioz se aventuraba leyendo los poemas de Virgilio. Llamaba a las musas. ¡Ah, pobres hijas de Zeus!, cómo iban a acudir por aquellos andurriales tan fríos. De aquellos vientos vino su sinfonía “fantástica”. Un horror.

Friedrich pintó los personajes opuestos a las nieblas infinitas.

Piranesi fue humilde y dibujó. Descendió por escaleras oscuras. Admiró las obras de los maestros romanos y no se atrevió a ir más allá. Imaginó cárceles y las grabó entre sombras.

La atracción por el abismo se cernía en los pinceles de los artistas románticos.

viernes, 21 de octubre de 2016

Entre lo difícil y lo raro

 Matelot accoudé (1929)    Frans Masereel. (1889 – 1972)

Los días son difíciles y la época peligrosa. Nuestro comportamiento está demasiado expuesto al ojo de lo políticamente correcto. Es una época rara en que discrepar es arriesgado.

Quien quiera salir adelante tiene que mostrar una apariencia ética capaz de convencer al más pintado, debe aparentar que está dispuesto a asistir al homenaje de cualquier sinvergüenza, aplaudir al inculto y votar al más ladrón.

Pero se trata de una apariencia estética zarapastrosa, no de una ética, no de una moral argumentada.

Es un mundo difícil y raro.

martes, 18 de octubre de 2016

El señor Soltura



 
El escritor Josep Maria de Sagarra decía que el señor Soltura era un hombre inteligente que se limitaba a jugar al mus con tres curas pero que, si hubiese tenido menos dinero y más empuje, su acusada mentalidad barojiana le habría conducido a escribir novelas de tanta calidad literaria como las del propio Baroja.

El señor Soltura decía que toda la culpa la tienen los arzobispos y la ley hipotecaria y salvaba de la quema al poeta Antonio Machado, pero que el resto podrían haberse sacrificado implacablemente.

Según decía Sagarra, el señor Soltura se lo cargaba todo. Este bilbaíno tan radical decía que Unamuno y Valle-Inclán lo irritaban, que Pérez Galdós le producía la impresión de una mona histérica y de una vergüenza nacional.

Creo que el señor Soltura era muy quisquilloso.

Pobre señor Soltura, aunque encontrara tres curas para jugar al mus, hoy se lo pasaría muy mal viendo esas majaderías que encontramos en los estantes de las librerías.

viernes, 14 de octubre de 2016

Cecilianismo



















El romanticismo musical siempre fue muy mal visto por la Iglesia Católica. Una vez más, la jerarquía eclesiástica se opuso a las formas artísticas que no se habían gestado en su seno.

El canon eclesiástico no admitía el discurso musical ni poético de los artistas entusiasmados que buscaban la redención del hombre por el amor de la amada o por la belleza de la emoción.

La Iglesia Católica fue especialmente severa con las composiciones sacras de muchos músicos románticos. Nunca quiso admitir a Liszt, a Dvorak o a Bruckner; la música de estos compositores no era la canónica, definitivamente estos músicos fueron considerados “traidores”, pues se atrevieron a escribir unas obras sacras al margen del canon eclesial.

Contra la intromisión de unos románticos exaltados, la Iglesia Católica desplegó un arsenal dogmático. Fue el cecilianismo.  

Este movimiento se desarrolló a finales del siglo XIX y se obcecaba e insistía con las monodias oscuras del gregoriano o con las polifonías clásicas –maravillosas por otra parte.

Los cecilianistas, cada vez se hacían más intolerantes. Se opusieron a la ópera, atacaron también todas las composiciones sacras instrumentales de Max Reger o de Mendelssohnn.

El objetivo del cecilianismo no era otro que el de conseguir la participación de los fieles en los oficios religiosos, querían que los feligreses se aprendieran el catecismo y cantaran en las misas de los domingos y en las fiestas de guardar.

El precursor del cecilianismo fue el eclesiástico Lorenzo Perosi (1872-1956) que compuso oratorios, motetes y misas polifónicas, hasta un total de más de mil obras. Perosi sufrió problemas nerviosos y tuvo varios episodios de manía persecutoria que le llevaron a suspender su actividad como sacerdote en diversas ocasiones.

Pasado el romanticismo, continuó la intolerancia contra el arte y las ideas avanzadas que siempre ha caracterizado a la Iglesia Católica. El cecilianismo arremetió también contra la música del Movimiento Moderno. Frente a las partituras de Schönberg, Stravinsky, Berg y otros compositores, la Iglesia Católica insistía: las formas musicales del siglo XX eran la música del demonio.

En España el cecilianismo fue desarrollado por Hilarión Eslava y por Francisco Asenjo Barbieri que, en el Congreso Católico Nacional de 1889, defendió que la música religiosa moderna debía tomar como modelo la pureza de la polifonía del siglo XVI (los años de la Inquisición).

En Cataluña también hubo focos muy activos de cecilianismo. Encontramos teóricos y músicos como los fundadores de la Asociación de Amigos de la Música, Francesc Pujol i Pons e Ignasi Folch i Torres; el creador del Círculo de Mozart, Josep Carreras i Bullbena; el congresista Gregori Sunyol; el fundador de la Associació Gregorianista y de la Associació d’Amics dels Goigs (así como de una Schola Cantorum), Francesc Baldelló; el profesor Higini Anglès; el especialista en música montserratina David Pujol i Roca; o el esteta Miquel Querol.

Con independencia de las cuestiones ideológicas o dogmáticas, aprovecho para decir que admiro profundamente la polifonía clásica del Renacimiento. Considero que compositores como Tomás Luis de Victoria, Allegri, Palestrina o Orlando Lasso son una de las cimas de la música, sus obras son auténticos monumentos.

Hecha esta consideración y expuesta mi admiración, digo que una estética musical puede ser admirada pero nunca utilizada como martillo de herejes. La música es un arte excelso y es algo que justifica la existencia humana, pero jamás se debería utilizar como un arma de ataque.




jueves, 13 de octubre de 2016

Edad del insecto




Edad del insecto
Francisco Ferrer Lerín
Poemas y dibujos de Francisco Ferrer Lerín
Prólogo y selección de textos de Javier Ozón
Ed. SD Edicions, colección “El Mundo Roto”

Francisco Ferrer Lerín es un poeta de equilibrios. El ornitólogo aprecia el equilibrio estable del vuelo del quebrantahuesos y el filólogo ama el contrapeso de los vocablos, su forma y su argumento.

El poeta sabe que de los tres tipos de equilibrio: estable, inestable e indiferente, es el primero el que le conviene al verso.

No le gusta que las cosas se tambaleen, se siente a gusto debajo de una estructura en equilibrio, tocando de pies al suelo o sentado en una silla que no cojee.

Una poesía inestable se cae, un verso indiferente no se sustenta.

A Ferrer Lerín, la consciencia de equilibrio le viene de lejos. No pasa el tiempo en sus poemas, como tampoco pasa para una arquitectura griega, porque el equilibrio persiste y los capiteles no se caen y los versos se mantienen en pie.

En Edad del insecto nos presenta poemas escritos hace más de cuarenta años y dibujos del autor que permanecían escondidos en carpetas. Se publican manteniendo una estabilidad novísima, pues no hay nada nuevo que no sea equilibrio, no hay modernidad inestable ni indiferente, pues estas cualidades pertenecen al mundo de lo que se disgrega.

Los poemas de Edad del Insecto continúan equilibrados sobre el “ala extrema de la escritura novísima”

En los capítulos de Edad del insecto, encontramos poemas de 1959 en De las situaciones estáticas y evolutivas y en Ababojoa, de 1960 en Y esa es la morada del viajero…, de 1961 en Silente apariencia, dúctil devaneo y Homenaje a Perse, hay poemas escritos entre 1962 y 1965 en De las condiciones humanas, Ciclo calvinista, Brillante resplandor de mi lámpara de arcilla y de 1966 a 1970 en También me comprarás una corona.

Han pasado muchos años y la poesía de Francisco Ferrer Lerín continúa conservando el equilibrio de los buitres que vuelan sobre un muladar.