lunes, 24 de febrero de 2025

Una fugaz recuperación de la modernidad




La modernidad que había emergido en los años anteriores a la Guerra Civil quedó cercenada. Los postulados del Movimiento Moderno fueron arrasados, la racionalidad del GATEPAC, la literatura de vanguardia y todo atisbo artístico que supusiera un progreso estético sucumbió. Los artistas y las mentes avanzadas fueron depurados o tuvieron que exilarse.

Reanudar el camino de la modernidad fue una tarea muy difícil. Los años de posguerra eran un erial donde la cultura agonizaba y el arte sucumbía bajo la represión del régimen. Se imponía un eclecticismo monumentalista, una arquitectura desproporcionada que se inspiraba en Speer y en las formas del fascio italiano y la literatura corría por los mismos derroteros, eclecticismo y desproporción.  

Era preciso que unas mentes despiertas resolvieran que aquella cerrazón. Solo podría superarse gracias a una acción vital que pusiera la creatividad artística por encima de las ideologías. Aquellas mentes despiertas y creativas vieron que debían escaparse del anquilosamiento y apostar por la vanguardia. Recuperar el discurso estético del Movimiento Moderno anteponiendo la acción creativa a la ideología. Una vez más se comprobó que el arte es anterior a las ideologías.

La búsqueda de la expresión, la potencia creativa y la búsqueda de la belleza tienen una capacidad de transformación más profunda que los idearios o credos políticos. Resulta más subversivo leer Madame Bovary que vociferar contra los políticos de medio pelo.

Sorteando la censura -la feroz censura- artistas plásticos y literatos recurrieron a la experimentación y al humor. La sátira, la crítica inteligentísima de surrealistas y postistas y la potencia de los abstractos fueron superando escollos y recuperando la modernidad perdida.

Sin embargo, los espejismos y las luces pasajeras solo pudieron iluminar un territorio baldío durante una temporadita. Todo pasa y las luces acaban apagándose o se encienden otras más potentes, quizás el fulgor de la hoguera de las vanidades y aquella modernidad tan elaborada llegó hasta la cruel globalización que, desde Wall Street habría de acabar con todo signo moderno. 

El arte se hizo líquido como correspondía a los tiempos líquidos. Naturalmente.

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