Antoni Clavé (1913-2005)
Qué
le podía pasar a uno de aquellos muchachos de posguerra que a los catorce años empezaba
a trabajar.
Pues
le podía pasar que enseguida se enteraba de lo que valía un peine, conocía de
inmediato el esfuerzo de sus padres para salir adelante y comprendía que, para
avanzar y progresar socialmente, él también tenía que esforzarse, trabajar y
estudiar, era aquello que decían de labrarse un porvenir.
Seguramente,
el afán del joven y el esfuerzo por avanzar sean valores positivos. Como es natural no voy a hacer un juicio de valor, no soy sociólogo ni me veo
en condiciones de moverme entre moralinas.
¿Cualquier
tiempo pasado fue mejor? No lo sé. De lo que sí que estoy seguro es de que
cualquier tiempo pasado fue anterior.
Aquellos
tiempos de penuria fueron duros. Íbamos a trabajar y Santas Pascuas. El trabajo
forjó caracteres y voluntades. Trabajábamos sin preguntarnos cuánto tiempo teníamos
que invertir en ocio. Trabajábamos y, gracias a las escuelas o academias que impartían clases nocturnas, podíamos estudiar y alcanzar un nivel de conocimientos aceptable.
¿Lo
hicimos bien? Tampoco lo sé.
Sabíamos
geografía, sabíamos algo de una historia mal contada, teníamos bastante
habilidad en el cálculo mental y resolvíamos raíces cuadradas a los trece años,
antes de empezar nuestra vida laboral ¡Ah, y de faltas de ortografía, nada de nada!
Todas estas cosas las sabíamos, pero seguramente muchas otras cosas las hicimos mal, rematadamente mal, pues no conseguimos cambiar el panorama, y esto que nos proponíamos “romper moldes”.
De
aquellos esfuerzos surgió una generación, la actual, que se esfuerza menos y sabe cuánto
hay que invertir en ocio. No sabe geografía física ni política, pero conoce la
diferencia entre sexo y género, pero se menea mal entre la maraña burocrática
y sufre, como nosotros el engaño de la política.
Me
pregunto si ahora son tiempos de penuria, como los de aquellos muchachos que
empezaban a trabajar a los catorce años. No lo sé. Cualquier tiempo pasado fue anterior.
He leído dos veces el contenido de tu entrada.
ResponderEliminarConvengo contigo de que cualquier tiempo pasado fue anterior, y apostillo, pero no por eso tuvo que ser peor.
Cierto que en cuestión de higiene, logística, sanitaria, servicios e incluso laboral, la comparación con lo actual es lo que un seiscientos a un Audi, hemos adelantado, pero no nos olvidemos que el adelanto fue con aquel esfuerzo, pero en otras cuestiones trascendentes, el adelanto no lo observo.
El valor de la palabra dada con un apretón de mano es hoy irreconocible; a la disciplina de aceptar unas órdenes dictadas por un superior se le denomina "fascismo"; ceder un asiento en un medio de trasporte público es visto como una rareza; el compromiso de dos personas en lo referente a formar un hogar es extraño, hoy ellos quieren ser "libres", y ellas, "empoderadas".
Para muchos el trabajo fue la primera escuela, y a los trece largos ya entrabamos en las empresas con el Tríptico (*) debajo del brazo empezábamos una jornada laboral de 52 horas semanales (se trabajaba sábados), y el que no hacía horas extras salía a estudiar el bachillerato nocturno, gratis total, a las Escuelas de Trabajo repartidas en la ciudad: Clot, Sagrera, Escuela Industrial Urgell, Zona Franca...o a los diferentes Institutos que departían clase en ese horario.
Aquellos tiempos de penuria, que lo fueron para algunos, cierto, solo lo fueron en su parte exterior, porque nos enseñó muchas cosas, insisto, trascendentes: Educación, sacrificio, obediencia al mayor, seriedad, credibilidad, lealdad, ahorro y afán de superación.
Cualquier tiempo pasado fue anterior, cierto, cierto, pero no sabría decirte si a nivel interior fue mejor.
Un abrazo
(*) https://vencamp.blogspot.com/2010/11/los-requisitos-para-empezar-trabajar.html
MIquel, fueron tiempos de penuria y esfuerzo para superar todo aquello, lo hicimos como pudimos, trabajo y estudio, y lo hicimos como nos dejaron. Se consiguieron ciertos avances sociales que en mi opinión ahora peligran.
EliminarAbrazos
Los muchachos de posguerra, somos ahora viejos en la guerra. Y no entendemos nada de lo que les pasa a los de catorce años en esta nueva guerra.
ResponderEliminarAmigo Julio, somos viejos de una vieja guerra, siempre es la misma, una lucha perpetua para conseguir el pan. Los jóvenes de estas batallas actuales tendrán que adaptarse, este es el esfuerzo que tendrán que realizar.
EliminarSaludos
Me ha gustado el aforismo porque se parece mucho al que yo tengo presente en muchas ocasiones. El mío dice simplemente: Cualquier tiempo pasado, fue otro
ResponderEliminarY es tanto así, que si ahora un muchacho es un buen trabajador y cumplidor, ya no merita nada de nada; al contrario, se le llama "pringado"
Saludos, Francesc.
Amigo Noxeus, ha cambiado la escala de valores, pero el caso es que ahora, si uno tiene ganas de trabajar y un poco de sentido común, le llamarán "pringado", pero se le abren todas las puertas.
EliminarSalud
Cualquier tiempo pasado fue anterior, solo eso… Aquellos jóvenes crecieron en un mundo muy diferente al del que les toca vivir a los de hoy, es muy cierto que la necesidad agudiza el ingenio y que la abundancia adocena la creatividad y merma la capacidad de esfuerzo.. ahí es muy importante la labor de los padres, somos nosotros los que ayudamos o destruimos el carácter de nuestros hijos, hiper protegiéndolos y haciéndolos unos insatisfechos consentidos, frustrados ante cualquier inconveniencia que les surge. Acostumbrados a tenerlo todo al instante, sin el más mínimo esfuerzo.. creo que ahí está el quid de la cuestión… aquellos jóvenes de la posguerra no tenían alternativa, hoy tienen tantas que se dispersan y olvidan que sin esfuerzo y capacidad de sacrificio, no se consigue nada … y sí, en este sentido son tiempos de penuria, sobre todo para los jóvenes de hoy que crecen con todo hecho y no tienen a nadie al lado que les enseñe el valor de las cosas, el real, no el que se paga con dinero. Me ha encantado.. por eso me gusta tanto andar siempre entre vosotros los niños/bebés de la postguerra jaja sois la mejor generación, hay mucho que aprender : ) Un beso y buen finde!!
ResponderEliminarSí, María, los tiempos van cambiando, pero el principio de la realidad siempre es el que es y presenta sus problemas, para superarlos hay que esforzarse y aplicar altas dosis de ingenio, de adaptabilidad, de creatividad… Andar con consentimientos y pamplinas con los hijos es asegurarles un batacazo. Los jóvenes que sólo conocen un lecho de rosas, descubren algún día que las rosas tienen espinas y entonces no pueden soportar los pinchazos.
EliminarEn cuanto a la educación recibida, te diré que en mi caso fue bastante diferente de lo que en mi infancia y juventud era común entonces, de manera que no sirvo de referencia de casi nada.
Abrazos mil.
Hay dificultades que provienen de la escasez, la penuria, los factores sociales autoritarios, pero hay otras que provienen de la abundancia, el exceso, la lasitud de la autoridad, la libertad extrema, y no son menos complejos y difíciles. Hoy un adolescente está expuesto a peligros que no conocíamos en los tiempos de que hablas, peligros reales aunque más sutiles. Personalmente, pienso que nuestro adentramiento en la vida, por más duro y exigente que fuera, no era más difícil que el que tienen ahora los muchachos que parecen tener todo. La desdicha humana ofrece muchos prismas. Saludos.
ResponderEliminarAmigo Joselu, en tiempos de penuria, las dificultades vienen de todas partes. En la adolescencia se corren muchos peligros, yo creo que uno de los principales es el ocio y la falta de responsabilidades. De una manera u otra, siempre ha sido duro el choque con la realidad. Opino que un entrenamiento en el esfuerzo proporciona una cierta fortaleza.
EliminarSaludos.
Bienaventurados los que ven más allá y nos lo transmiten sin vanagloria. Y bienaventurados quienes esquivan el cenagal de la autocomplacencia y alcanzan a decir, como Claudio Magris que "saber ser y seguir siendo alumnos no es poca cosa, es como ser ya casi maestros".
ResponderEliminarAhora nadie quiere ser alumno, quiere ser víctima.
Saludos.
Amigo Pitt, los que hemos tenido la enorme fortuna de tener unos grandes maestros y profesores no podemos hacer otra cosa que agradecer sus enseñanzas. Créeme que me siento un privilegiado de haber sido alumno de aquellos grandes hombres.
EliminarAbrazos
Dios me libre de corregir al maestro autor de este blog pero, independientemente si es un lapsus calami o se refiere a la datación de la obra de la imagen, quiero recordar que el célebre pintor y escultor español Antoni Clavé falleció en 2005.
ResponderEliminarSaludos.
Muchas gracias, Pitt. Craso error, corrijo inmediatamente.
EliminarSaludos
La infancia se ha alargado, la pubertad se ha comercializado y la juventud no ambiciona. Los maduros como yo (56 años) estamos entre dos aguas, viendo lo pasado con asombro y lo futuro con cierta esperanza. Nuevos trabajos, nuevos trabajadores, quizas si echo de menos la palabra dignidad y me molestan mucho las estúpidas disculpas que quieren ocultar la dejadez.
ResponderEliminarEso tampoco es nuevo pero ahora se ha "legalizado".
Un saludo.
Amigo Daniel, los tiempos han cambiado y nuestra adaptación a ellos ha provocado cambios en los periodos y las edades –infancias largas, adolescencias también largas y muy cómodas y la esperanza de vida también se ha alargado- esto tiene una repercusión económica y cultural que afecta los patrones culturales y la manera de entender el bienestar. Han decaído muchos valores, pero no voy a juzgar sí son mejores o peores. Veo que se ha perdido el respeto a muchas cosas y veo la pérdida de los buenos modales y observo que son muy pocos los que asumen responsabilidades que son indispensables para que las cosas funcionen. Se ha avanzado, sin embargo, en concienciación ecológica y sostenibilidad, aunque de momento sólo son palabras sin resultados plausibles.
EliminarY como tú dices, ahora se ha “legalizado” la dejadez y la indignidad.
Un saludo.
Ese esfuerzo que comentas de un tiempo anterior (me he reído porque es tal cual) tenía un lado edificante, dar valor a las cosas esenciales, y también prácticas, que nos influirán a lo largo de nuestra vida.
ResponderEliminarYo creo que se rompieron moldes pero lo que se construyó, aunque empezó bien, en algún momento se torció. Podemos verlo con curiosidad, como la torre de Pisa, pero también podemos verlo como un aprendizaje de cómo se debe construir lo que sea, con una buena base. Vivimos una realidad desestabilizadora pero de nosotros depende anclarnos y no dejar que nos zarandeen, los que vienen detrás nos miran y aunque parece que no hacen mucho caso de lo que decimos o hacemos, siempre queda un poso, yo lo veo así.
Buena jornada y un beso Francesc!!
Querida Ana, hicimos lo que pudimos o nos dejaban, esto es trabajar, estudiar y poco a poco ir superando el tiempo de penuria, esto forjó una manera de ser. Creo que los moldes son los de siempre: la eterna lucha para conseguir el pan y llegar a tener un poquito de paz, sabiendo, eso sí, que la ambición y la barbarie de algunos se antepondrán en el camino.
EliminarAbrazos.
Fuera de la burbuja europea, el mundo no es fácil. Un joven de catorce años en gran parte del mundo tiene un horizonte mucho más negro que el nuestro cuando teníamos esa misma edad. Nuestros jóvenes deberán aprenderlo también: la burbuja se ha pinchado.
ResponderEliminarAmigo Pedro, no es lo mismo la vida y el futuro de un niño nacido en Europa que de uno que haya nacido en el Tercer Mundo, las penurias son otras. El bienestar, entre otros factores, depende del tiempo y el lugar. Nosotros tuvimos que luchar para salir adelante y esto deberían tenerlo en cuenta nuestros jóvenes y saber, como tú dices, que "la burbuja se ha pinchado".
EliminarUn abrazo