sábado, 1 de enero de 2011

Cultivos

La tierra de cultivo es el paisaje natural dispuesto para la provisión de alimento.

Las laderas, pendientes o ribazos aterrazados dibujan geometrías en el espacio, superan niveles que se apoyan en márgenes. Se trata de pequeños muros de mampostería grisácea, quizás son estos los únicos muros que no tienen cimientos de pedruscos, ni de argamasas, ni de odios. No en balde, para su construcción, dedicó el hombre todo su esfuerzo ya que con ellos dominaba el terreno para conseguir el pan.

Los cultivos son la Naturaleza puesta al servicio del hombre. La tierra de labor es el adiestramiento del paisaje natural. He aquí la belleza de lo objetivo. Cada brizna, cada hoja y cada surco es el fruto del esfuerzo y es, al propio tiempo, una esperanza de nutrición.

El paisaje natural no es más que una abstracción. Se configura en la mente como una tipología hecha de ausencias: añoranza de ilustración, destierro de urbanidad, desaparición de construcciones, alejamiento de referencias, deserción de especulaciones, falta de civilidad, expatriación de cultura, vacío de palabras, despojo de juicio, abandono de ingenio, defecto de presencias, huida de comunicación, nostalgia de arte, retirada de raciocinio, privación de reflexión científica, separación de soledades y, por fin, ausencia de destreza y disposición humanas.

El goce de la belleza natural es abstracto, sin concesiones sensuales. Nace de una visión introspectiva. Es solamente una idea hecha de referencias.

Nunca necesitó, el artista clásico, de la observación del paisaje, no precisó la contemplación de un panorama abierto para sentirse vivo. No necesitó la contemplación de la naturaleza para estimular su creatividad.

Del paisaje obtuvo los contenidos para su arte, pero no el flujo vital. No fue, sino, hasta los románticos teutones, que, para contemplar el paisaje, tuvieron que subir a lo alto de los campanarios o a las torres más altas de su ciudad para afirmar las fuentes de la vida y ver como la individualidad del poeta se extendía desde sus pies hasta los confines más lejanos de la naturaleza.

Necesitaron establecer una alianza entre el Arte y la Naturaleza. En cenáculos reservados custodiaron el arca que guardaba los pactos. Para expresar el ideal romántico de superación del hombre a través de la belleza o mediante la redención por amor, crearon abstracciones e incertidumbres que se apoyaban en los ribazos, pendientes y laderas aterrazadas de un paisaje ideal que solo existía en el universo del artista.

Pero nunca el pensamiento y el ánimo de los hombres estarán desvinculados de su paisaje, éste provee al individuo de un universo estético y este paisaje, más o menos cultivado, lo provee de alimento y esto es tan estricto como el paso de las estaciones que marcan los tiempos de siembra y recolecta.

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