sábado, 22 de junio de 2024

Jaime Balmes. Apetito

Cafe Scene in Paris, 1877. Henri Gervex


Me pregunto como es que siendo tan joven me apeteciera leer "El Criterio" de Jaime Balmes. Tenía poco más de dieciséis años y durante una temporada me dediqué a leer "El Criterio". Entonces comía poco, era en el comedor de la empresa, y durante unos meses, cada día, después del almuerzo, me apliqué en la lectura de aquel libro del presbítero de Vic. 

"El pensar bien consiste, ó en conocer la verdad, ó en dirigir el entendimiento por el camino que conduce á ella. La verdad es la realidad de las cosas. Cuando las conocemos como son en sí, alcanzamos la verdad; de otra suerte, caemos en error."

Así comenzaba el libro. Ciertamente estas sentencias atrapaban mi atención en momentos de digestiones escasas. Entonces yo era un desganado y aquel libro no lograba despertar mi apetito, aunque sí mi interés por las palabras de aquel hombre tan sabio.

Jaime Balmes (1810-1848) me parecía un hombre moderado, aunque yo, en mí adolescencia, tampoco es que persiguiera ninguna moderación, pero seguía leyendo. Veía en el libro la expresión de un filósofo que buscaba la conciliación.

Para Balmes, la delactatio terrena (delicia terrenal) era la monarquía burguesa. Él era de Vic (antes Vich), territorio carlista. Aborrecía cualquier forma de reacción o de revolución, era un conservador que desconfiaba del sentido común de los catalanes, quiero decir que ponía en cuarentena el seny català y esta era su postura de entonces. Yo creo que si viera el panorama actual y las barrabasadas de los responsables políticos de ahora, el presbítero Jaime Balmes, a pesar de su tonsura, se tiraría de los pelos.

Yo, sin embargo, continuaba con  "El Criterio" cuya lectura no remediaba mi inapetencia. A veces parecía que Balmes quería perdonarme la vida de adolescente. Aquel libro tenía una carga moralizante que el autor enmascaraba con sombras cartesianas.

Las lecturas de la adolescencia suelen dejar huellas, no creo que Balmes dejara ninguna huella en mí, solamente dejó el recuerdo de mi falta de apetito.

14 comentarios:

  1. En Las
    Palmas ,
    hay un
    colegio
    que lleva
    su nombre,
    está de más
    decir , que
    no es un
    colegio
    cualquiera.

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    1. Amigo Orlando, no sé como debe ser ese colegio que dices. Pensando en Jaime Balmes, más o menos puedo imaginar que se trata de una línea pedagógica de un cierto clasismo moderado.
      Saludos

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  2. De aquellas lecturas adolescentes quedan tus actuales reflexiones, tan ponderadas, sobre la realidad social. Seguro que en la época que refieres eras un adolescente atípico y también, aunque no lo creas, conservas hoy mucho poso de las lecturas balmesianas.

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    1. No lo sé Marga, sólo recuerdo la inapetencia de aquellos días.
      Siempre he tenido la sensación de que Balmes era un tipo serio y algo distante, seguro que andaba despacito y se sentaba en asientos duros.
      Un día te hablaré de aquel comedor y de la sala anexa donde leía "El Criterio"
      Abrazos

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  3. Mi estimado Francesc:
    ¿Cómo no te va a atraer Balmes?, si es el descendiente directo de la filosofía escocesa, la de Thomas Reid, la Escuela del Sentido Común. Por eso no está catalogado en ninguna otra escuela filosófica ni teológica, siendo titulado en ambos oficios.
    Hay que ser consciente de lo evidente, era una de sus máximas, porque hay cosas que no admiten hacer de la necesidad virtud, como nos vienen diciendo desde las altas esferas.
    Al contrario de la vela latina, la que cambia tal como sopla el viento, Balmes hablaba de la necesidad de tener ponderación, palabra y sentido común, "seny" que se decía de los catalanes de pensamiento sobrio y apretón de manos.
    Hoy, como el tango, todo aquello acabó, y se quedó en el olvido.
    Todo cambia, incluso la palabra dada a la que cuando le damos la vuelta le denominamos relato.
    No me xtraña que a aquel joven le gustara Balmes, a aquel joven y al de hoy, que sigue siendo el mismo porque no ha cambiado, ni falta le hace.
    Un abrazo



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    1. Amic Miquel, si uno no es consciente de lo evidente, es porque tiene alguno de sus sentidos que no funciona demasiado. Seguramente podríamos afirmar que el sentido común es lo que resulta de la percepción común que nos llega por todos los sentidos.
      En la adolescencia ya tenemos los sentidos bien desarrollados, estamos capacitados para ser conscientes de lo evidente. La lectura de "El Criterio" puede ser un artefacto intelectual más o menos útil.
      En efecto, hoy todo cambia, como siempre todo lo tenemos delante de nuestras narices, pero debemos estar preparados para retirar las veladuras que cubren lo evidente y no dejarnos engatusar.
      De aquel Balmes sólo recuerdo que entonces yo comía poco y te aseguro que sí que he cambiado, ahora tengo menos pelo.
      Un fuerte abrazo.

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  4. Pesadas digestiones en compañía de Balmes, incluso para un zagal de 16 años, que suele digerir piedras. Pero quizá suavizadas en ese ambiente tan acogedor, como es el de tener en tu entorno a una serie de sujetos fumando puros y lanzando nubes de humo al aire, de esas que se quedan flotando allí, como los de la imagen que nos presentas.

    Un tipo de estilo bastante preciso, pero de escaso interés artístico, Jaime Balmes, aunque hizo cuanto pudo para divulgar la filosofía entre legos en el asunto. Escribió en "El Criterio" cosas interesantes, cartesianas, de sentido común, incluso alertando a protegerse de estafadores, algo de la máxima actualidad. Verbigracia:

    «"Mi buena fe me ha perdido", exclamó el hombre honrado víctima de una impostura; cuando lo que le ha perdido no es su buena fe, sino su torpe confianza en quien le ofrecía demasiados motivos para prudentes sospechas».

    Un abrazo.

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    1. Amigo GranUribe, el ambiente que se ve en la imagen del Cafe Scene in Paris, de Henri Gervex es muy distinta de lo que hacía yo después de comer. Tenía unas digestiones cortas y ligeras, dedicaba una media horita a leer "El Criterio", y después vuelta al trabajo.
      Interesantes aquellas ideas de Balmes, pero no me sacaban de mi inapetencia.
      Me gusta mucho esto que has puesto de la "buena fe", ciertamente muchas veces se confunde la buena fe con la candidez y el exceso de confianza en prójimo.
      Aquella adolescencia mía fue bastante atípica, como lo había sido mi colegio.
      Abrazos.

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  5. Si yo te dijera que algo de Balmes o de Donoso Cortés o de Vázquez de Mella o de Menéndez Pelayo me dio por leer en mis también años de juventud, aunque casi todo resbaló por mi piel mental, más deseosa de asir el calor juvenil propio de la edad que las viejas entelequias moralistas y católicas.

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    1. Amigo Fackel, abundaron los autores tradicionalistas, el XIX fue un siglo de contrastes en el que algunos moralistas se empeñaban en imponer su pensamiento con armas y símbolos, pero esto es algo que ha pasado a menudo a lo largo de la historia. Actualmente algunos continúan con las mismas monsergas y procedimientos.
      De los autores que citas sólo me interesaron algunas reflexiones sobre estética de Menéndez Pelayo.
      Abrazos.

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  6. Para tener criterio hace falta desarrollar la capacidad crítica. Para el apetito basta con estímulos atractivos.
    Feliz y apetecible verano, amic Francesc.

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    1. Gracias, y que tengas también un feliz verano, sin calores agobiantes.

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  7. Jaja empiezo por aquí porque ya veo que has estado muy prolífico en mi ausencia – me enterró el trabajo y no fui capaz de salir de debajo hasta ahora : )- A mi me ocurrió lo contrario que a ti, de peque era muy buena comedora y de adulta me he vuelto, no desganada, pero con poco me sacio, excepto de helado que con él soy insaciable : ) Las lecturas de nuestra adolescencia puede que no dejen mella consciente pero como todo lo que nos ocurre hacen mella, por eso – no sólo por este libro- hoy eres un hombre tan razonable y equilibrado : ) Sí, sin duda se tiraría de los pelos si Balmes viera lo que ocurre en Cataluña y en el resto del planeta : ) subo.. un beso!

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    1. Querida María, poco a poco, voy poniendo cosas en el blog.

      Algunas lecturas de la infancia solamente han dejado en mí la imagen de situaciones vividas más que de lo propiamente leído, pero no sé que decir, probablemente, tampoco somos demasiado conscientes de las huellas que han ido dejando o de las cicatrices antiguas.

      Me imagino al curita de Vic, tirándose de los pelos y algún obispo mirándoselo y riéndose por dentro.
      Abrazos mil.

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