viernes, 15 de septiembre de 2023

Edvard Munch

El niño enfermo (1925). Edvard Munch 


Edvard Munch (1863 - 1944), es el arquetipo formal de los expresionistas, un mundo de grito y angustia, de muerte y vida. Su obra truculenta y atroz está, actualmente, rodeada de árboles amables que proyectan su sombra sobre los niños que juegan en los jardines de Oslo.

Su obra, su grito, su horror se han convertido en iconos comerciales. Aquello que fue un extremo del arrebato expresionista es hoy una imagen imprimida en los carteles o sobre las camisetas de protestones viejunos.

Munch fue un pintor que nos conduce al infierno con una autoridad abrumadora. Es un artista que domina la persuasión, sabe pulsar la fibra sensible del espectador, poniéndola en simpatía con la cuerda de su corazón atormentado por aquellos años devastados de la Europa de principios del siglo XX. Tiempos de sufrimientos, dolor y muerte, en que, sin embargo, Degas, Bonnard y Renoir nos ofrecían figuras que danzaban y flores que crecían en el jardín de la Europa atormentada.

No sé si Degas, Bonnard y Renoir exclamaban como don João de Deus Ramos: “Basta de tanto sufrir” ¿Por qué, tanto dolor? se preguntaba don João cuando arrancó las flechas de San Sebastián, las flechas que el santo tenía clavadas en el corazón en aquella estatua barroca ensangrentada.

Probablemente, Munch contestaba haciéndonos notar que el desastre estaba aquí, bajo el sol o entre las nieblas de las ciudades que morían. Decía el artista noruego que se había acabado el tiempo de las flores y que no quería pintar los colores de la realidad sino el alma crispada que se esconde detrás de las ventanas o en las alcobas de la muerte y el sexo.

¡Qué difícil!, ¿por qué tanto dolor? Una Europa central y un Norte atormentado y patético de mujeres vampiro, de calaveras y de fe asolada.

Visjon 1892. Edvard Munch


La obra de Munch nos muestra un escenario donde intuimos el drama de Johan August Strindberg, su teatro de la crueldad, su manía persecutoria y en cierta manera, su personalidad esquizoide; entrevemos el drama mercantil y realista de las muñecas rotas de Henrik Johan Ibsen; y, en medio de todo, el trasfondo amargo y existencialista de Søren Aabye Kierkegaard.

Arte e ideas atormentadas se sumaban al dolor y la muerte de un tiempo y un espacio cruel. Una Europa en que el expresionismo era la plañidera de la desesperación.


El “grito” de Munch queda grabado en nuestra memoria, como sus palabras:


Un día, al atardecer, caminaba yo por la carretera,

a un lado se encontraba la ciudad, y debajo de mí, el fiordo.


El sol se ponía,

las nubes estaban teñidas de rojo como si fueran de sangre.

 

Tuve la sensación de que toda la naturaleza se ponía a gritar, me pareció que podía sentir un grito verdadero. Tuve que pintar aquel cuadro, pintando las nubes como si fueran de sangre real. Los colores gritaban. El resultado fue el grito.

El grito (1893)


Este fue el grito de Munch, una expresión que fue una desesperación y que hoy nos complace. Cambian los tiempos y las personas, pero en todos los tiempos ha habido personas que han gritado y otras que han pintado flores.  

5 comentarios:

  1. El cuadro de arriba me recuerda la miseria y el dolor de nuestro Nonell, ni las flechas de San Sebastián, ni el Grito. No estoy para esas cosas, prefiero a Renoir.
    Saludos

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    1. Amigo Car res, sí, Nonell participaba, con su estilo depurado, en aquella estética del clamor y la rabia.
      El dolor que transmiten estas obras parece, muchas veces, regodearse en la desesperación. Yo creo que hay que buscar otra luz, no menos real y clamorosa, pero más vital. ¿Por qué tanto dolor? se preguntaba João de Deus Ramos.
      Creo que la contemplación de la belleza puede ser, en tiempos de hoy, tan revolucionaria como el grito de indignación proferido entre las nieblas o en medio de una manifestación con panfletos y pancartas.
      Saludos

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  2. Me has hecho sumergir, en esta tarde lluviosa, y frente al ventanal que da a la plaza, hoy carente de niños, en el libro de Juan Eduardo Cirlot, el "Diccionario de los ismos", para adentrarme otra vez en los pintores expresionistas.
    En la entrada nos dejas una pequeña perla para reflexionar: "...su grito, su horror se han convertido en iconos comerciales...", quizá, es mi parecer, es lo que nuestra sociedad está esparciendo, la angustia como banalidad.
    Hoy todo tiene precio, máxime cuanto más escabroso sea el asunto. Lo importante es que pueda mantener atento al espectador más del minuto y medio de rigor.
    Unamuno ya nos hablaba de aquel "estado permanente de congoja", de aquella aflicción imposible de suprimir de nuestro ser, de aquella tristeza perenne.
    Se suele dar, por cierto, en las personas sensibles, que no frágiles, viendo la deriva y sin razón que está tomando todo.

    Un abrazo

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    1. Miquel, en el “Diccionario de los ismos” Cirlot dedica casi una decena de páginas para dar cuenta de qué cosa es el “Expresionismo”. La profundidad y el detalle de Cirlot son extraordinarios.
      A mí me interesa la contradicción entre la amargura de aquellos tiempos convulsos y la aceptación de las desgracias como algo irremediable. Entonces unos gritaban –los expresionistas- y otros pintaban bodegones cuya belleza también era un clamor.
      Hoy los gritos se han convertido en espectáculo, y las obras que claman son transformadas por la industria comercial en objetos de consumo. La imagen del Che se ha reproducido en estampitas o se ha imprimido en camisetas que visten los niños y niñas de familias acomodadas, y como esto otros ejemplos.
      Unamuno decía que le dolía España, era el estado de congoja permanente que dura desde aquella generación hasta nuestros días y que ha recorrido por momentos terribles de dolor y muerte.
      Ahora la cuestión es convertir la congoja, el grito, la aceptación de dolor, la tristeza, la soledad y la belleza de los bodegones y las flores…, convertirlo todo en dinero. La inmediatez de la compra-venta de todos estos objetos no deja tiempo a la reflexión.
      Salud.

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