lunes, 29 de noviembre de 2010
La catedral engullida
El púlpito rojo avivaba el hambre
y en plata brillante de retablo dorado,
llevaban, al amigo, el convite del Amado.
En la mesa, entre cirios de fiambre,
voraces tragábamos hasta hartarnos
un dulce pastel de casullas de curas,
de vainillas, de bellotas y cerezas maduras
y de puntillas de bolillos hasta saciarnos.
Entre vapores de incienso, y de festín en festín,
pujante se nutría el pecado de la gula
y es hoy, la catedral que está insegura
pues engullo sillares y molduras sin fin.
y me trago de un bocado el ábside completo
y me como los capiteles, columnas y arcadas.
Derribo muros y paramentos a patadas
y reviento ornamentos y paredes.
La catedral engullida, harto ya de cascotes,
dejo todos los santos plantados en sus pedestales
para que los obispos sentados en sus sitiales
los coman de noche entre cirios y capirotes.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Afilado como bisturí de alta precisión
ResponderEliminar...y de un bocado el ábside completo; no podía ser de otro modo
Buen provecho!
Kova
Gracias, Kova, si quieres?
ResponderEliminarSalud
Gracias, pero ese tipo de menú me resulta bastante indigesto
ResponderEliminarNo obstante, aplaudo tu apetito.
Dado que las toxinas no parecen afectarte, presumo que disfrutas de buenas digestiones.
Un solemne abrazo, la ocasión lo merece.
Bona nit Francesc!
Kova
Pues que se los coman los obispos, porque un santo en mitad de la laringe debe ser un placer reservado para los altísimos.
ResponderEliminarAhora, que con los vapores del incienso me ahogaría si hiciera falta, que con el órgano sonando ha de ser tremendísimo gozo.
Una mona de Pasqua de xocolata tingui la forma que tingui sempre és pecaminosament deliciosa. Si té forma de catedral, per què no engolir-la de la mateixa manera?
ResponderEliminard.
PS: gràcies per les teves visites