A punta de espada o empuñando fusiles, la frontera acaba siempre impuesta, trazada en las cartografías secretas del alma con una línea más o menos gruesa.
- Ahora puedes graznar, astuta urraca.
Siguiendo la línea aciaga aparecen los mojones gnésicos que nos separan del otro.
- Ahora puedes volar, artera urraca.
Las paredes que separan son de piedra agreste. Arcillas, lodos o arenas, la tierra es la misma a ambos lados de la línea roja. A este lado puedo cometer unos actos que me están prohibidos al otro lado. Aquí puedo decir aquello que al otro lado no podría ni mencionar siquiera.
- Ahora puedes volar, picaza de alas negras, puedes volar a ambos lados y traerte de allá los objetos dorados.
Sólo un paso, y al otro lado seré un meteco y aquí me obligan a sentir el orgullo de la patria.
- Ahora puedes volar, traspasar la línea aciaga.
jueves, 2 de diciembre de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Sin línea aciaga, tan absurda y destructiva, las urracas transmutarían en inofensivos y simpáticos gorrioncillos.
ResponderEliminarUn saludo.