lunes, 22 de noviembre de 2010
El librero solícito
-Busca algo concreto, señor.
-No, nada concreto, gracias.
-Está usted en la sección de poesía.
-Ya, nada concreto.
-Usted dirá si puedo servirle en algo.
Aquel librero era un hombre muy solícito, enseguida te proporcionaba el libro que buscabas.
-Estoy buscando alguno de estos “malditos”
-Baudelaire, Rimbaud... ¿se interesa usted por alguno de estos franceses?
-Sí -contesté.
-No parece usted de aquí, puedo preguntarle de donde viene, ¿está de vacaciones?
-Sí señor, estoy de vacaciones. Hago pinitos en esto de la poesía y aprovecho las vacaciones. Escribo algo.
-La poesía es un género difícil -dijo el librero.
-Sí, yo hago como aquel, espero que los dioses me den el primer verso y después viene todo lo demás.
-¿Los dioses? Yo no conozco más que Uno, Trino y Verdadero. No le concedo a usted el uso del plural.
-Perdone es una forma de hablar poéticamente -dije con prudencia.
Aquel viejecito, solícito y pulcro, alzó la voz
-¡Ya estoy harto! Con esta monserga de la poesía pretenden colársela a uno. Tanto verso, tanto francés, tanto “maldito” y mira por donde, nos meten a Satanás en casa.
-No se altere, buen hombre.
-De buen hombre, nada. Me llamo Albarrán, señor Albarrán.
-No es mi intención... señor Albarrán. Es usted muy sagaz, ha adivinado que vengo de otra ciudad, quizás en ella no haya más que descreídos y se me habrá notado..., le ruego que me disculpe.
-No llegue la sangre al río -dijo el viejo librero-. Mire joven yo también sé perdonar. Le voy ha hacer un regalo.
Tomó un libro de la estantería y me lo dio.
Oráculo manual y arte de la Prudencia de Baltasar Gracián
-Muchas gracias.
Salí de la librería con el regalo y al pasar por la puerta de salida sonó la alarma. El señor Albarrán no cayó en la cuenta que debía haber quitado el chip del libro, pues aunque se trate del Arte de la Prudencia, las alarmas también suenan.
Al año siguiente volví a la misma ciudad y me informaron que el librero había muerto. Una pena, era un hombre culto y solícito.
Nota:
Este relato es verídico, así sucedió. He omitido el nombre de la ciudad y he cambiado el nombre del librero, quizás haya usado un sinónimo. Al enterarme de su muerte, no dí el pésame a nadie pero lo lamenté de verdad.
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No tenía mal gusto, el librero, y probablemente tampoco mala intención, habida cuenta de que los aforismos gracianos tratan didácticamente de lo mundano por encima de la moralina propia de su época, por más que su obra sea intemporal y plenamente vigente, aunque mucho más allá del sesgo cauterizante que trata de imponer la censura, ya sea la oficial o la personal.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me recordaste a un vendedor de vinos en Haro, un tipo realmente entendido que mantenía una tienda abierta, con botellas increíbles, una joyería enfrente, cerrada y en la que guardaba eso, joyas, y un sótano en donde tenía, según él, las de más valor. Muga de apellido. Eso sí, en la vitrina principal mostraba unos dni falsos de Franco y de Primo de Rivera, y aunque yo no llevaba una pinta demasiado ortodoxa (más bien nada), se encariñó conmigo, y me confió luego el deseo de echar a una pareja de amables extranjeros que había entrado en su tienda. Lo que se dice un troglodita, pero que sabía lo no escrito sobre vinos... Saludos.
ResponderEliminarDescanse en paz el librero, quizás su aspereza era consecuencia de su amor a los libros, una pasión solitaria. Adivinó que tú también eras parte de la fraternidad y que fueras un librepensador le importó poco para obsequiarte con un texto del que se extrae mucho provecho. Una historia muy hermosa.
ResponderEliminarUn librero sabio, un diálogo esquisito.
ResponderEliminarSaludos.
Oh! qué relato más interesante, me gusta mucho.
ResponderEliminarHola Francesc, que descanse en paz el libreo y a ti felicitaciones por tu escrito original la vida esta plena de historia a cada paso y el buen escritor sabe plasmarlas en sus escritos.
ResponderEliminarAbrazos de MA y gracias por tu huella bloguera.
Gracián sempre és un autor que cal beure (i no confonc el verb...) amb glopades espaiades i lentes, per assaborir cada aforisme i fer-lo d'un mateix.
ResponderEliminarBona elecció, savi llibrer, millor aconsellat. Bona feina, Francesc.
d.
I gràcies per les teves visites
Javier. Traté con el librero sólo un par de veces, tenía buen gusto y fino olfato, adoraba a los clásicos, era un pozo de sabiduría.
ResponderEliminarSalud
Sir John, este librero tenía en sus vitrinas los caldos del buen saber. Un hombre sabio con ideas "únicas, trinas y verdaderas" pero con vitrinas múltiples, con verdaderas joyas.
ResponderEliminarSalud
Amaltea, el Sr. Albarán era un cascarrabias con derecho. Sabía mucho y amaba los libros como si fueran parte de su cuerpo.
ResponderEliminarSalud
Siroco, se podría decir que el librero era un clásico militante. Aborrecía el espectáculo mediático de las letras y aborrecía la pasión y los sentimentalismos románticos.
ResponderEliminarSalud
Còssima, tu sabes quien era este librero y cual era la ciudad.
ResponderEliminarCon su clasicismo se parecía al Mestre.
Petons
MA, con hombres como este librero y situaciones tan inteligentes resulta muy fácil hacer un relato. Gracias.
ResponderEliminarSalud
Deomises, les glopades de Gracià son pura menja ambrosíaca. Era un savi.
ResponderEliminarGràcies Deomises.
Salut
Hola Francesc:
ResponderEliminarPrimera vez que me paso por aquí y es cierto que te debía una.
No sé hasta donde el documento, en tanto testimonio de la realidad material y vivida deja lugar a la ficción, de todos modos, pienso que aún lo autobiográfico siempre será ficción.
Es interesante el personaje doble de Albarrán, por un lado, solícito y amable y por otro el cascarrabias y lapidario. De alguna forma, conviven en él (¿dialécticamente?) el seny i la rauxa y, simbólicamente, Albarrán encarna las dos formas humanas de intervención en la realidad. No menos interesante es el personaje lector-Francesc Cornadó que gracias a permanecer en ese registro constante abre la profundidad del personaje de Albarrán.
Muy buen texto Francesc.
(Lamento, en serio, faltar mañana a la cita en Arts Santa Mónica, igual un día de estos descubrimos que frecuentábamos la librería de Albarrán pero nunca habíamos coicidido)
un abrazo,
salut (...i tot alló que continua, pèro que no rima en ut, més bé en república)
chau,
hugo
L'he llegit amb atenció, molta.
ResponderEliminarQuina persona més entranyable, no, Francesc? Trobar-se amb personetes com aquestes, és de les coses màgiques de la vida. M'agraden les persones curioses. Em pregunto pel seu aspecta!
Mortadel.la, aquest llibrer (m'agrada més dir llibrer que llibreter, doncs el que ven són llibres i no llibretes) era un home molt prim, amb posat sever pero amb ullets molt dolços, veu forta, evidentment no es deia Albarrán sino una cosa semblant o un sinònim, era un integrista que per poc que li parlesis de llibres s'amoixia.
ResponderEliminarSalut
Una bona persona. Hi veig en la teva descripció a una meravella de persona. No podia ser d'altra manera. I tu, més tou que ell.
ResponderEliminar¿No sería una librería del Opus?
ResponderEliminarAbrazos desde 2016.
Amigo Cayetano, no sé si el librero era del Opus, era un señor muy educado y muy leído, yo diría que era "paleo-opus"
EliminarSalud