Herramienta de trabajo para segar
los dorados tallos que ondulan
al viento de mediodía.
Has pasado, guadaña, de las manos
sudorosas a las garras heladas
de aquella que tiene la última palabra
y que, siempre en el fondo del cuadro,
se dispone a rasgar
el arco iris
y descorrer con la hoja curvada
el pesado telón que oculta
el mundo de las sombras.
¡Cambio traidor del metal!
Que, útil para el abastecimiento del pan,
afilado de nuevo a golpes de martillo,
sirve a la muerte.
domingo, 7 de noviembre de 2010
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Siempre huyo de la doble faz, me gusta el doble sentido, pero no la hipocresía, no el talante desdoblado, no las malas artes. Y Ella, la dama del alba, engañosa y sutil, la malversada, la embustera, la danzarina falaz, la que buscaba amparo en una posada a media noche le robó el alma a aquella inolvidable Angélica del gran Casona entre metafóricas guadañas.
ResponderEliminarTambién le devolvió su angelical cuerpo, Ella, la mentirosa.
Abrazos
Mentirosa, mentirosa pero llega siempre con la guadaña en ristre.
ResponderEliminarSalud