Éramos jóvenes, queríamos "romper moldes" y nos apuntábamos a un pesimismo teatral.
Éramos conscientes del esfuerzo que había que hacer para seguir adelante.
Era tiempo de reconstrucción.
La duda nos acompañaba, pero no era una duda sistemática, era más bien un estado de incertidumbre ante la vida que teníamos por delante.
La soledad nos ponía de pie ante de unas fachadas antiguas de mitos y nociones.
Los estudios fueron encauzando el pesimismo que, en muchos casos, quizás en los más positivos, se convertía en un escepticismo racional.
Cada choque con la realidad ponía en evidencia nuestra estricta dependencia de la materia.
El estudio nos facultaba para enfrentarnos a la realidad, comprendiéndola y nos servía para adaptarnos a los cambios. Gracias al cálculo y al pensamiento teórico pudimos ejercitar la crítica racional.
Éramos jóvenes y tuvimos que sustituir la soledad por la responsabilidad. ¡Menudo trueque!
Dicen los estudios que un niño se cae unas mil quinientas veces antes de poder andar con relativo equilibrio.
ResponderEliminarY eso nos pasó de adolescentes.
Caímos, pero nos volvimos a levantar, eso si, con sacrificio, trabajando y estudiando a la vez, y sabiendo que teta y leche no hay.
Siempre tuvimos que elegir, a veces nos equivocábamos, pero nunca se equivocó aquel que jamás arriesgó nada.
salut
Amic Miquel, nos pasamos la vida cayéndonos una y otra vez, y levantándonos como podemos. El cuerpo y la mente se resienten y nos proporcionan una cierta experiencia. Hay quien se cae pocas veces, otros que no aprenden de las caídas, otros que no se levantan… hay de todo, con esta variedad convivimos y de ella también aprendemos.
EliminarLas caídas producen, muchas veces unas heridas o cicatrices que nos recuerdan la circunstancia que nos acompaña.
“la cabra per els seus pecats, té els genolls pelats”
Lo peor es que sabemos que habrá una caída final sin que tengamos la posibilidad de levantarnos. Creo que de esto también aprendemos.
Abrazos.
Quién sabe si entonces no éramos jóvenes tampoco.
ResponderEliminarNo lo sé, Pedro, no sé, quizá éramos unos viejunos, hace tanto tiempo que ya no me acuerdo.
EliminarYo sigo cayéndome, afortunadamente.
ResponderEliminarMe ha hecho gracia recordar el Bocaccio que ya tenía totalmente olvidado.
Amigo Noxeus, a lo largo del tiempo las caídas son una constante.
EliminarBocaccio fue todo un símbolo.
Saludos
Comparto lo que dices, y las imágenes están muy escogidas. Para mí fue una juventud llena de inseguridades y de dudas, pero, aún así, me sentía el rey del mambo, pletórico de salud y de vida, las chicas me hacían caso, en fin, todo eso...
ResponderEliminarCreía que aquel estado había de durar siempre. Pero la cosa fue menguando y cuando empecé a asumir responsabilidades me acabé de caer del guindo.
Amigo GranUribe, son imágenes de cuando éramos jóvenes.
EliminarLa inseguridad era, supongo, la propia de la juventud, que no le queda otro remedio que enfrentarse a una realidad que la va conociendo gracias al estudio, las tortas que recibe, las alegrías...
En aquellos años nos acompañaban la vitalidad y el entusiasmo, luego estas cosas se han ido sustituyendo por la capacidad de relativizar y por el escepticismo.
El principio de la realidad está presente por todo el camino.
Salud
Muchas gracias señor Cornadó, me gustan mucho esas fotos que ha puesto.
ResponderEliminarMG. Pino.
Celebro su comentario y celebro que le hayan gustado las fotos que he puesto, son imágenes de aquellos tiempos en Barcelona.
EliminarSaludos