Las gentes de esta orilla del Mediterráneo siempre hemos hablado mucho. Estos son países de gran locuacidad, hablamos hasta de lo que no sabemos.
No imagino a un napolitano ni a un valenciano sentado a
la barra de un bar, callado, absorto ante un coctel -allá él con su “neura”
íntima-. Aquí somos individualistas pero no íntimos.
Por estos andurriales todo el mundo charla, expone su opinión. Siempre lo hemos hecho y continuamos haciéndolo, esto es parte de nuestra felicidad y quizá también es parte de nuestra desventura. Si hubiésemos callado en alguna ocasión, probablemente hubiéramos evitado más de una desgracia.
Ya se sabe que por la boca muere el pez. Y por la boca nos comunicamos y gracias a esta comunicación el arte y la poesía han florecido y han producido las más altas expresiones del pensamiento que la civilización ha dado.
Hablar, también, ha producido unas ruinas que aún están esparcidas por esta tierra antigua y requemada.
Hemos hablado de negocios y pecados pequeñitos, de virtudes también pequeñas. Y todos hemos querido acercarnos a estas cosas pequeñitas y beneficiarnos de ellas.
Aquí el vino es excelente y favorece la locuacidad y una charla después del café es como un acta notarial que da fe de unos momentos de felicidad.
Junto a este mar antiguo se habla por los codos, incluso cuando uno calla produce un silencio elocuente digno de la más alta poesía lírica.
Recuerdo una tarde en Réthymno (Creta) cuando dos hombres viejos permanecían en silencio, ambos con su kombolói (aquella especie de rosario que tienen los griegos), sentados junto a la puerta de la casa de uno de ellos, cuando pasó por delante una bella muchacha. La miraron y uno le dijo al otro: está todo muy mal. (1)
Sin duda aquellos viejos, que siempre hablaban mucho, sabían que al final todo se convierte en una ruina.
(1) Supe lo que había dicho el viejo porque una amiga griega que me acompañaba me tradujo la frase.
Quizás el comentario de los viejos era la añoranza de una pasada vitalidad, ante aquella belleza. Hay un viejo adagio indio-norteamericano que dice : "El hombre joven imagina a las mujeres que amará, el hombre viejo piensa en las mujeres que ha amado".
ResponderEliminarQuizás sea porque desde la antigüedad, los habitantes de este viejo mar nos hemos reunido para hablar, en las ágoras griegas, en el senado romano, en los termopólios ante un vaso de vino, en las termas, sumergidos en el caldarium hasta el cuello. En las oscuras y apestosas tabernas medievales, en las ventas de los caminos, en los cafés de la ilustración, en las terrazas de hoy ante una cerveza fría y una tapa.
Pero a pesar de esa capacidad para hablar, no tenemos la virtud del entendimiento y la empatía, no llegamos a compromisos sólidos y respetables entre nosotros.
Seguimos siendo intolerantes, con ideas cerradas que defendemos con terquedad incluso cuando la razón nos demuestra lo errados que estamos, ególatras hasta la médula, y tercos hasta la nausea.
A la capacidad de hablar, deberíamos añadir la reflexión sobre lo que el otro nos dice, escuchar con mas atención y profundidad lo que nos llega de otros labios, y tener voluntad de superar las diferencias para hacer de esta orilla del mar antiguo una tierra común para todos.
Un saludo
Amigo Rodericus, aquellos viejos cretenses las debían de haber visto de todos los colores y concluían que todo puede empeorar.
EliminarPor aquí siempre hemos hablado hasta por los codos. Hemos inventado el ágora y las tabernas, hemos hablado de lo que sabíamos y de lo que no sabíamos y siempre hemos querido tener la última palabra, a sabiendas de que quien la tiene es la muerte.
Creo que hablar tiene aspectos y resultados muy positivos. Sí, también es verdad aquello de que por la boca muere el pez, pero hay que ser cauto, prudente y mesurado. Siendo así, el diálogo es productivo y puede llagar a producir las más bellas obras y la más alta expresión del arte, esto es la amistad.
La tolerancia no es patrimonio del silencio, muchas veces los silenciosos elaboran un egoísmo intolerante que mejor les vendría unos minutos de diálogo.
Coincido completamente contigo: “deberíamos añadir la reflexión sobre lo que el otro nos dice, escuchar con más atención y profundidad lo que nos llega de otros labios”
Saludos.
Por la boca muere el pez , pero hay otros que gracias a la boca viven...
ResponderEliminarUn saludo
Amigo Daniel, por la boca muere el pez, sí, pero nosotros no somos peces y somos, en cambio, seres parlantes capaces de hablar diciendo idioteces o expresando reflexiones de gran calado, también podemos hablar con los amigos. No estoy en contra del parloteo, sí que lo estoy del griterío y de la mala educación de muchos charlatanes.
EliminarSaludos.
Tuve un maestro que nos advertía que la mejor palabra es la que queda por decir, pero ya se sabe, en tierra mediterránea siempre se desea tener la última palabra.
ResponderEliminarY así nos va.
Salut
Miquel, quien tiene la última palabra es aquella que, con la guadaña en ristre, aparce por el fonde del cuadro.
EliminarUn abrazo
Sí, que está todo muy mal. Estoy sentado en un paseo de Córdoba, no paran de sonar las campanas, llaman a misa de 12,30.No dejan de pasar chicos y chicas muy arreglados, guapos. Me miró y pienso que está todo muy mal
ResponderEliminarSaludos
Amigo Car res, aquellos viejos de Réthymno, sabían apreciar lo que era hermoso y cuando veían la muchacha pensaban y hablaban poco. Su corazón latía.
EliminarSalud
jaja yo misma soy un vivo ejemplo de ese carácter parlanchín que nos caracteriza. Sinceramente creo que en mi caso, necesito tanto poder hablar como espirar, intento escuchar e incluso me esfuerzo mucho por comprender, lo cual no quiere decir que siempre lo consiga, pero me siento cómoda con la ente extrovertida, si tuviera que vivir en Japón con esa contención y exagerado respeto que les impide mirarse con naturalidad, ni tocarse, ni hacer nada fuera de lo extrictamente permitido creo que me moriría como un pajarillo enjaulado. Efectivamente cuando se habla mucho, se equivoca uno otro tanto, pero siempre confías en la tolerancia y paciencia de quienes te quieren y soportan.
ResponderEliminarEl sol hace que los del sur viviamos más hacia fuera que hacia dentro, el frío del norte les conserva y recoge más ; )
Tus dos griegos, no sé, quizá anticiparan lo que aun no es posible ver, por propia experiencia o a lo mejor lo que estaba mal no era el futuro físico decrépito de la muchacha, si no el suyo propio ; )
En fin, me alegro mchísimo de haber nacido y poder vivir, donde vivimos, a pesar de lo que renegamos de este país, somos muy afortunados ¿ a que sí ? ; )
Un beso enoorme!
Querida María, por estos andurriales, por todas las tierras que se extienden por el sur del límite de los olivos, siempre hemos hablado de lo humano y de lo divino. Hablábamos en la “stoa”, en las plazas, sentados a la puerta de casa, o en la mesa tomando café. El clima favorece el intercambio de chismes y anécdotas, un pueblo que habla es un pueblo civilizado. Otra cosa es el griterío y la mala educación, el improperio y la calumnia, esto es harina de otro costal.
EliminarA mí, personalmente, me gusta más hablar y escuchar, que tocar a mi interlocutor, ja, ja, ja. No me gusta el contacto físico.
Sé que si hablo mucho puedo equivocarme mucho y si escucho mucho puede ser que el que se equivoca sea el otro, es el diálogo creativo y civilizado.
Aquellos griegos viejetes manoseaban sus kombolói, pensaban con gran rapidez y hablaban con concreción.
A mí me alegra continuar charlando con los amigos, aunque estén lejos y aunque sea mediante el blog. Es una delicia.
Un fuerte abrazo.
Tengo varios komboloi, unos sencillos y otros como el de tu imagen (sin banderita griega)
ResponderEliminarAmigo Fackel, algunos han querido asociar los komboloi al rosario de las beatas, pero los griegos que conozco me han dicho que este artilugio es un "quita penas" y no tiene nada que ver con los rezos.
EliminarAbrazos
Interesantes reflexiones las tuyas, que darían para una tertulia (en el Penicilino o en otro espacio, pues aquel de la plaza arbolada desapareció por mor de la avidez inmobiliaria)
ResponderEliminarYo diría que hablamos (poco o mucho) de lo que no sabemos (sin hasta) sobre todo en público. Por eso de no quedarnos atrás tal vez y aparentar (vicio y defecto) Algunos hasta pontifican incluso de manera energúmena.
La actitud y comportamiento mediterráneo en materia de comunicación ya no es solo una propiedad de moradores de las costas del MareNostrum. Se extendió e instauró hace mucho tiempo por todo el país (siempre hay excepciones de rigurosos introvertidos)
Exponer la opinión está bien, pero a mí me chirría la que exponen y el modo cómo lo hacen en muchos (excesiva, emocional, demagógica, pasional, de adscripción)
Por supuesto que la comunicación, en sus múltiples sentidos y caminos, ha favorecido siempre el desarrollo y despliegue de las artes. Pero primero hubo reflexiones personales, obras realizadas acordes con la reflexión y la intuición personal o de corrientes expresivas.
Y esa frase de los viejos, que no alcanzo tal vez a captar del todo, pero que me sugiere: ¿es que la belleza -encarnada en aquella paseante hermosa- les conducía a una expresión opuesta, vencidos acaso por su edad tardía?
No aburro más, me dejo cosas en el tintero de tu recreación que, con gusto, y con un bon vino berceano delante y unas aceitunas (qué mediterráneos hasta en la Castilla profunda), podríamos deshilachar. Salud.
Amigo Fackel ya me imagino a unos vallisoletanos hablando en el Penicilino sobre las diversas formas de hablar.
EliminarSe habla mucho de lo que no se sabe, seguramente es verdad aquello que dijo Azaña de que si la gente hablara sólo de lo que sabe, se produciría un silencio tal que facilitaría el estudio y la lectura.
Rechazo el griterío, el parloteo hiperbólico, las malas formas, la demagogia, las charlas vehementes. Todo esto entorpece la conversación amable, la reflexión y la comunicación.
Está claro que el aire del Mediterráneo se extiende desde Réthymno en Creta hasta donde llega el árbol de Minerva. El carácter mediterráneo incluye toda la península ibérica excepto un poquitín de suelo melancólico que se entristece mirando las puestas del sol.
Salud.
Circula por ahí un proverbio supuestamente oriental, que dice "Mide y procura siempre que tus palabras sean más elocuentes que tu silencio". Evidentemente soy mediterráneo.
ResponderEliminarAmigo Ricard, hay silencios elocuentes tales como los ascéticos, los silencios de los rostros, silencios cernidos, los silencios claustrales, los angelicales, los crepusculares, el silencio amargo, los silencios hendidos, los rotos, los detenidos, los silencios de amalgamas, de paredes blancas...
EliminarCreo que cualquiera de nosotros podría poner un ejemplo de cada uno de ellos.
Salud
Me complace que abordes también este tema. Es el eje de la comunicación y socialización.
ResponderEliminarUn abrazo
Amigo Luis Antonio. Hablar es, quizá, una de las más elevadas formas de expresión de la inteligencia humana.
EliminarFavorece la amistad y el endendimiento. Naturalmente todo tiene sus perversiones, sí, pero no por ello vamos a callar y permanecer detrás de la ventana viendo las brumas.
Abrazos