Petrarca ya advirtió del peligro,
decía que entre Escila y Caribdis había perdido sus dos bienes: el arte y la
razón.
Siempre son peligrosas las aguas
del estrecho de Mesina. La nave fletada con una carga tan delicada debe sortear
los escollos y preservarse del canto de las Sirenas.
El arte y la razón navegan entre Escila y Caribdis, pero nosotros desconocemos hacia qué puerto se dirigen.
La creación artística debe
liberarse de cargas pesadas, de vanidades e insignificancias de artista, de
afectaciones y garambainas, de monsergas y bobadas. El arte como expresión de
la existencia humana debe estar despojado de todo aquello que sea superfluo y
así, sin ninguna carga pesada, podrá expresar sin limitaciones toda la emoción
y toda la verdad humana.
Todo, aún así, tiene sus
limitaciones. Desnudar irracionalmente la forma artística, sin intervenir en
los contenidos, tiene un peligro, lo comprobamos en el Minimal art donde se empobrece la forma pero se mantiene un
contenido ostentoso, de esta forma se llega a una contradicción que anula todo
el sentido de la expresión artística reduciéndola a un juego de manipuladores
ociosos.
A toda depuración formal debe
seguir una depuración de contenidos. Y al revés, es peligroso que se confunda
la gravedad y la austeridad cartujana con la negación total de la forma.
Analizado el cargamento de la
nave que ha de cruzar entre Escila y Caribdis y habiendo lanzado por la borda
todo el lastre inútil, aún nos quedan otros fardos húmedos y voluminosos que
estorban y que ponen en peligro la estabilidad de la barcaza. Se trata de la
sensiblería; el peso de las lágrimas y su humedad se cuela en el tuétano de la
osamenta, entonces corremos el riesgo de que la vitalidad y el raciocinio que provienen
del mundo antiguo, de nuestra cultura clásica, queden afectados y que todo se
convierta en un crepúsculo triste lleno de ensoñaciones. La sensiblería ñoña
empobrece la mente y la expresión artística.
Se trata de atravesar entre los escollos, dirigir bien el
timón y disponer perfectamente los remos de la poesía, de eso se trata. ¡Qué
difícil es encontrar el límite de la carga para llegar al puerto de la expresión
sin sufrir un naufragio!
Dejaremos, pues, que la poesía
allane la mar embravecida y nos proteja del canto de las Sirenas.
Francesc, magnífico pensamiento,fundamentos que no quiero olvidar. Esta expresado con meridiana claridad y una sensibilidad exenta precisamente de alharacas y postizos. Y es difícil, sin duda.
ResponderEliminarGracias.
Salud
Sí, querido Manuel, es difícil y parece tan sencillo, total es ir soltando el lastre.
EliminarSalud
Perdón, y sin doble sentido, mi madre también me lo advirtió. salut
ResponderEliminarAmic Miqauel, de las madres y de los poetas nos llegan las buenas advertencias.
EliminarSalud
le sigo...
ResponderEliminarTengo que decir que me quedo embobado leyendo...
ResponderEliminarEs muy personal lo que escribes, aunque pienses que todo lo contrario. Un articulito sobre la belleza de manos de un esteta brillantísimo!
Un abrazo amigo.
Muchas gracias Ursus. Constantemente le estoy dando vueltas a eso de la belleza, un ideal que aún no parece haber fracasado aunque de momento un poco olvidado.
EliminarSalud
Muy bien.
ResponderEliminarEl arte es un naufragio, amigo mío.
O el desastre de las pasiones ante una ciudad imposible de conquistar.
El arte es el castigo de Tántalo, que pensó que podía dar de comer a los dioses.
El arte es el amante de Eos, la Aurora, cuyos rosados dedos nos vuelven eternas cigarras.
El arte nos dona su juventud, pero se olvida de darnos la inmortalidad.
Como bien dices, el arte no es nuestro fruto, sino nosotros el resultado de su juego de dados.
Coincido, amigo Abraham, un naufragio en las aguas procelosas del mar de la tinieblas, este en rodea la isla de la razón. Y sí, en efecto, somos fruto el azar.
Eliminar"a joc de daus vos acompararé"
decía Ausiàs March.
"os compararé a un juego de dados".
Salud.