domingo, 5 de diciembre de 2010

Wilde


Es tan bonito, señor Wilde, es tan bonito, que no me gusta.

En lontananza se vislumbra, cual perla sin defecto, la Ciudad de Dios. Es tan maravillosa, que uno quisiera poder creer que le sería dado a un niño alcanzarla en un día de verano.

Clame usted cuanto quiera señor Wilde, desde lo más profundo -de profundis-, pero lo suyo no deja de ser dolor, lo suyo es funesto, sus palabras son tétricas y usted es un artistazo.

Todo esto es tan bonito que no me gusta.

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