lunes, 23 de septiembre de 2024

Desde la terraza del café




Desde la terraza del café contemplo cómo van pasando los transeúntes, la diversidad va con ellos. 


A veces lo que veo no me gusta, pero admiro, en fin, la riqueza de lo diverso. Lo aplaudo y evito caer en aquella irritación propia de la edad provecta. Alejo al cascarrabias con una sonrisa irónica interior y relativizo. Sí, de veras que he aprendido a relativizar. Sé adaptarme bastante bien y sé distribuir el esfuerzo que esto supone.


Vamos pasando, a veces toca tragar quina y tener que soportar la mala baba cósmica o la mala baba de los congéneres que se miran al espejo y se ven tan "especiales" e insignificantes como yo mismo. 


A veces toca "joderse" y aguantar y a veces disfrutar con una conversación amable con los amigos o simplemente sentado a la sombra de una acacia degustando unas anchoas con pan con tomate.


Evito las noticias falsas y las verdaderas, que también son falsas, todo hay que decirlo, unas y otras cargadas de engaño. 


Veo pasar la diversidad y la estupidez que continúan circulando de derecha a izquierda, de aquí para allá.


Me preocupa bastante la incomprensión. La pobreza de vocabulario es escandalosa. A veces pienso que no me entienden ni en lo más básico. Relativizo, sí, relativizo y pienso: "total, para lo que hay que entender".


Creo que la pérdida de capacidad lectora va en aumento y ahora ya podemos hablar de la pérdida de capacidad parlante y escuchante.


No me voy a aislar en una torre de marfil ni voy a meterme dentro de una urna de cristal. Contemplaré desde la terraza del café la alegría que pasa, también la idiotez y la torpeza general del acartonado que anda chocando con todo lo que se le cruza en el camino.


Con unas buenas dosis de ironía y buen humor, me adaptaré, claro que sí.


12 comentarios:

  1. Es que si no,
    no sale uno
    a la calle ni
    a escupir,
    el café, de
    Svieta , no?.

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    1. Sí, Orlando, el café de Svieta, ahí sentado viendo como pasan los transeúntes. Merece la pena salir a la calle y ver como se menea el mundo.
      Salud

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  2. Felicidades! No te quepa la menor duda de que si practicas lo que mencionas, no solo vivirás más, sino que además vivirás mejor.
    Mucho mejor esto que una pastilla de losartán potásico.

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    1. Amigo Ricard, desde que comprobé que las vigas se sostienen cuando la resultante de todas las fuerzas es igual a cero, que practico eso de relativizar las cosas y los comportamientos. A pesar del deterioro del cuerpo y del paisaje, me lo paso muy bien, aplico unas dosis de buen humor y procuro comer bien.
      Salud

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  3. Adaptarse o morir, o como dice el filósofo, ahora es tiempos líquidos, o sea, para adaptarnos en él.
    Lo que está claro es que nada es como era, y en ocasiones tampoco nos gustaba el como era; hoy mi tiempo ha pasado, y resisto, me adapto y resisto. Soy, como dice un tipo sabio, una célula de resistencia.
    Un abrazo

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    1. Amic Miquel, no queda otra, adaptarse y ya está, ser fuerte para resistir las molestias de la adaptación y aplicar las dosis de buen humor que convengan. Alejarte de ambientes desastrosos y de personas que incordian y continuar.
      Salud

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  4. Desde el momento que te veas diferente,que creas que los demás son imbéciles,que tienes que aguantar y callarte,mejor no salgas,te quedes en casa.
    Imagínate en bici,detrás coches que quieren ir más rápido, les estorbas.Imaginate los que no quieren los carriles bicis, porque no pueden aparcar. Los que odian las islas urbanas.Son tantas cosas las que han cambiado.
    Saludos

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    1. Sí, Car res, "son tantas cosas las que van cambiando" y nosotros cambiamos con ellas.
      Saludos

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  5. Decía un personaje de un articuento de J.J. Millás: «Yo creo que no estoy dotado para llenar las horas. Por eso, después del desayuno, cuando veo todo el día por delante, me entra una angustia insoportable».

    Por fortuna, no es mi caso. Pero tampoco tengo necesidad de llenar las horas como con una pala hasta que estén colmadas de actividad. Reconozco que me gusta, por ejemplo, sentarme en un banco o en una terraza y dejar pasar el tiempo, viendo a la gente caminar, charlar o tomarse algo en una mesa próxima mientras me tomo mi cervecita o mi gin tonic de media tarde. Intento imaginar por su vestimenta o por su "posat" de dónde vienen o a dónde van, a qué se dedican, los posibles parentescos o de qué estarán hablando. Ojo, esto no me ocurre desde que me hice mayor: siempre me lo he pasado bien así, aplicando cierta ironía o haciendo deducciones disparatadas acerca de lo que veo. Contemplar «desde la terraza del café la alegría que pasa, también la idiotez y la torpeza general del acartonado que anda chocando con todo lo que se le cruza en el camino» (sic). Muy bueno.

    Y ahora, como buen jubilado que se precie, si hay alguna obra la miro durante un rato, aunque sin ánimo de descubrir al obrero que zanganea y se fuma un cigarro cuando no lo ve el encargado. Cuando estoy con ella, esta última actividad le aburre a doña Perpetua; las otras, no.

    Un abrazo

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    1. Amigo Gran Uribe, el personaje del anticuento podría alargar su desayuno y que durara todo el día y así no le entraría la angustia insoportable a la que alude.
      En la terraza del café puedes practicar el "dolce far niente" y aquello de "vivir para ver".
      Abrazos.

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  6. Com deia el pare. pel que fem ja estem bé aquí.

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    1. Amic Puigcarbó, paraules assenyades del teu pare, que comparteixo absolutament.
      Salut.

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