Desde la terraza del café contemplo cómo van pasando los transeúntes, la diversidad va con ellos.
A veces lo que veo no me gusta, pero admiro, en fin, la riqueza de lo diverso. Lo aplaudo y evito caer en aquella irritación propia de la edad provecta. Alejo al cascarrabias con una sonrisa irónica interior y relativizo. Sí, de veras que he aprendido a relativizar. Sé adaptarme bastante bien y sé distribuir el esfuerzo que esto supone.
Vamos pasando, a veces toca tragar quina y tener que soportar la mala baba cósmica o la mala baba de los congéneres que se miran al espejo y se ven tan "especiales" e insignificantes como yo mismo.
A veces toca "joderse" y aguantar y a veces disfrutar con una conversación amable con los amigos o simplemente sentado a la sombra de una acacia degustando unas anchoas con pan con tomate.
Evito las noticias falsas y las verdaderas, que también son falsas, todo hay que decirlo, unas y otras cargadas de engaño.
Veo pasar la diversidad y la estupidez que continúan circulando de derecha a izquierda, de aquí para allá.
Me preocupa bastante la incomprensión. La pobreza de vocabulario es escandalosa. A veces pienso que no me entienden ni en lo más básico. Relativizo, sí, relativizo y pienso: "total, para lo que hay que entender".
Creo que la pérdida de capacidad lectora va en aumento y ahora ya podemos hablar de la pérdida de capacidad parlante y escuchante.
No me voy a aislar en una torre de marfil ni voy a meterme dentro de una urna de cristal. Contemplaré desde la terraza del café la alegría que pasa, también la idiotez y la torpeza general del acartonado que anda chocando con todo lo que se le cruza en el camino.
Con unas buenas dosis de ironía y buen humor, me adaptaré, claro que sí.
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