Marie Anoniette (1769). Joseph Decreux
La
arquitectura del rococó es una arquitectura de interiores. En el exterior quedan
las fachadas barrocas donde las volutas y los frontones interrumpidos definen
un orden que se diluye en el espacio.
En
los interiores rococó el adorno se retuerce. Los tapizados, aun estando limpios,
huelen a cuero raspado, a opopánax, a pelucas empolvadas, a robinia… En las paredes
de colores apastelados cuelgan pinturas de temas mitológicos o señoritas columpiándose. No hay crucifijos ni tallas ensangrentadas. Todo es plácido, cortésmente
correcto e hipócritamente civilizado.
El
rococó se desarrolló durante unos pocos años, a mediados del siglo XVIII, y
sufrió el ataque furibundo de sus detractores neoclásicos.
Carta de amor. Jean Honoré Fragonard
Iniciadores
del rococó fueron los Le Pautre que, fieles y respetuosos con el orden clásico
y las simetrías,
como elementos positivos de la composición arquitectónica, desarrollaron una
gran actividad como decoradores de los palacios franceses.
Los Le Pautre
dibujaron y proyectaron ornamentos desde finales del XVII y su influencia llegó
hasta el núcleo coruscante del rococó de Versalles.
Los
Le Pautre fueron:
Jean Le Pautre (París 1618-1682). Dibujante y
grabador. Publicó colecciones de grabados sobre decoración y arquitectura: Suite de clôtures e chapelles, Suite de lambris à l’italienne, Suite de vases à la moderne, etc. Sus
publicaciones ejercieron una gran influencia en la arquitectura europea
anterior a la ilustración. Se le considera el creador del estilo Luis XIV.
Antoine Le Pautre (Paris 1621-1691). Sus interiores
son más recargados que los proyectados por su hermano Jean. Era un dibujante exagerado
y magnífico de adornos, máscaras, trofeos. Proyectó ornamentaciones excesivas, aparatosas
y extremadas.
Pierre Le Pautre (1652- 1716). Diseñó los interiores de
Versalles bajo la dirección y maestría de Jules Hardouin-Mansart. Fue un
decorador respetuoso con el espacio arquitectónico.
Otros
predecesores del rococó fueron Claude Audran III (1658-1734) y Gilles-Marie
Oppenordt (17672-1742), llamado el Borromini francés.
Jean Le Pautre
Aquellos
interiores complacían a los cortesanos e irritaban a los espíritus ilustrados
que pululaban por la corte, mientras se complacían escuchando Les Barricades Mystérieuses de Couperin.
Hoy,
por su frivolidad, el rococó está denostado, y parece que hay motivos suficientes
para que lo esté, pues se trata del estilo decorativo representativo de la
monarquía absoluta de Luis XVI y del antic
regim que fue liquidado por la
guillotina y les saintes baïonnettes de
France.
En
la actualidad, sin embargo, otros poderes, quizás más abstractos, pero igualmente absolutos, determinan un arte tan decadente y frívolo como aquel.
Hoy, lo cortesanamente correcto ha sido sustituido por lo políticamente correcto,
la música de Couperin ha sido sustituida por el reguetón, los colores pastel han
sido sustituidos por las luces de leds o la iluminación navideña, las pelucas empolvadas por los
cuerpos dopados de gimnasio, las pecas pintadas en el rostro de las damas de
palacio se han sustituido por los labios inflados por la cirugía y los perfumes
de Muguete o de Narciso se han sustituido por las colonias de producción industrial de Elizabeth Arden, Dolce & Gabbana, Armani o Yves Saint Laurent.
El
rococó puede que nos guste tanto como la bachata.
Visto desde la forma en introduces la comparación, tengo poco a alegar.
ResponderEliminarSi, bien pensado si. La bachata y el regeetón no son más que ritmos rococós del tiempo actual. Ritmos recargados y repetitivos machaconamente hasta saturar los tímpanos.
Un abrazo
Salut
Sí, Miquel, todo es cíclico, se repiten las formas y los ornamentos.
EliminarSalud
Qué mal síntoma ese adorno en el cuello de la bella y elegante María A. Y ahora voy a leer el texto.
ResponderEliminarAmigo Fackel, lo de llevar algo atado al cuello da mal fario. Atención que "fario" viene de "nefarium" que significa 'crimen nefando'
EliminarAbrazos
Nunca me gustó. Es un como un neoclásico abarrotado, si se me permite la expresión
ResponderEliminarMuy del gusto del absolutismo monárquico y sus seguidores. Apesta a ropajes ampulosos y bolas de naftalina.
Saludos, Francesc.
Amigo Cayetano, ya has visto que he comparado aquel decorativismo con algunos ritmos adocenados actuales, quizás haya sido una boutade, pero lo he hecho para destacar el carácter cíclico de los excesos de frivolidad. Digo, sin embargo, que los grandes decoradores rococó eran unos auténticos maestros.
EliminarAquel estilo recargado era el reflejo del exceso cortesano de Versalles, era, como tú dices, cosa del gusto de la monarquía absoluta.
A mí, particularmente, me empalaga, me resulta cargante.
Siempre pienso en el polvo que acumulan aquellos ornamentos.
Salud
Si lo miramos a distancia, prescindiendo de la vinculación a la monarquía absoluta, no me resultan hoy día tan denigrante las formas conseguidas en sus ejecuciones arquitectónicas. Por ejemplo ese palacio del que pones fotografía, de Antoine Lepautre, lo encuentro gracioso, con un sentido de ligereza y movilidad que no me disgusta. Menos me ha convencido siempre la decoración recargada de los salones de esos palacios y, sin embargo, vi el interior de Versalles con asombro y con miedo de que se me viniera encima, pues al final consigue el efecto de aplastarnos con el poderío absolutista incluso a los turistas accidentales de dos siglos y pico después. Nunca he conseguido que me apasione el frío Neoclasicismo posterior, por otra parte. Y al final ya ves que el neo-neoclasicismo de Speer y los demás del dictador nazi se disfrazó de neoclasicismo poniendo frialdad sobre frialdad y dictadura y sangre sobre lo inexpresivo. Unas veces los poderes políticos auspiciaron el arte a lo largo de la historia y otras veces fueron incapaces de fomentar arte y artistas con personalidad, porque la libertad ya se sabe que no es cosa de dictadores copiones y fagocitadores de ideas ajenas. Hoy ¿de qué vamos? Seguimos de copiones vendidos a la productividad y el mercado, donde hay dejación de la expresión tradicional del arte, acaso porque ya no se puede crear nada nuevo. Técnicas nuevas han sustituido los esfuerzos más artesanos de otros tiempos y todo se reproduce en plan más industrial y de mercadotecnia. Pero en fin, del tema sabes tú más que yo, simple escuchón y mirón.
ResponderEliminarAmigo Fackel, en absoluto, aquella profusión de formas NO es denigrante.
EliminarMe cuesta mucho hablar de arquitectura barroca, porque creo que se trata solamente de decoración. El rococó es especialmente un estilo decorativo, una decoración recargada que inundó los interiores barrocos.
Los Le Pautre eran unos buenos arquitectos que destacaron en el arte de la decoración. En los pocos ejemplos que encontramos de su arquitectura se aprecia un gusto por lo grácil y especialmente por el gran dominio de una sinuosidad elegante, viendo estas fachadas pienso en Jean Philippe Rameau o en la elegancia de Couperin.
A mí me pasa que cuando contemplo el exceso de ornamento de los interiores rococó me entra un cierto pánico: creo que las máscaras doradas y los seres mitológicos representados me van a agredir, las curvas y las contracurvas me agobian, las molduras se desprenderán de las paredes y se me caerán encima y me aplastarán, los colores apastelados me empalagan y, todo junto no me obnubila. (atención, esto también me ocurre con algunos interiores modernistas).
El Neoclasicismo posterior pone demasiado énfasis en la monumentalidad y muchas veces presenta unas contradicciones constructivas espantosas –véase le Madelaine de París subida sobre un estilóbato mal justificado, por no decir la contradicción del frontón-, esta monumentalidad fue explotada por los arquitectos del III Reich, era muy del gusto de Speer, también la arquitectura franquista abusó de estas desproporciones.
Te preguntas “Hoy ¿de qué vamos?”, no lo sé, tengo poca esperanza y bastante desgana, pero tampoco voy a despotricar contra las nuevas técnicas ni contra las formas de producción, a mí lo que me preocupa es la constante anulación de la forma y el exceso de argumentación que encontramos en la creación artística actual. Lo predijo Hegel cuando hablaba de la muerte del arte.
Si nos quedamos con argumento, ya podemos decir adiós al arte, todo se habrá convertido en un barullo de charlatanes y en el mejor de los casos un conjunto de datos susceptibles de ser representados en una hoja de cálculo.
Abrazos