Cuando intento conocerme a mí mismo -algo que se me ocurre muy pocas veces- y si insisto y quiero transitar por mi interior, ya sé tengo que hacerlo con cautela y perfectamente armado hasta los dientes.
Desconfío. Sé que no hay nada más profundo que la piel. Estoy casi convencido que detrás de ella sólo hay la oscuridad de las radiografías o de las biopsias.
A pesar de la desconfianza, obstinadamente sigo, pues así lo recomendaban los clásicos y así lo grabaron en la piedra del pronaos del templo de Apolo en Delfos:
gnóthi seautón (conócete a ti mismo)
Sigo y para no tropezar, voy entrando a paso lento, más o menos como debían ser los pasos de François Couperin.
Siempre he creído que la interioridad es una cosa oscura que requiere prudencia, ¡Qué Metis me acompañe!
Voy armado hasta los dientes.

Es inevitable, hay que saber adentrarse para asomar... Y también antes animarse!!
ResponderEliminarAbrazo!!
Sí Carlos, hay que echarle ánimos y precaución. Los interiores siempre son peligrosos.
EliminarAbrazos
Huyo de aquel que me dice que "se conoce muy bien". Se que o me miente o se engaña, y si se engaña se miente a si mismo. Nadie se conoce en profundidad. Nadie. Todos somos proclives a las más altas acciones y a las vilezas mas deleznables.
ResponderEliminarOjalá nunca me haya de tropezar con el anillo de Giges.
Un abrazo
Miquel, hay sujetos que creen conocerlo todo, lo de dentro, lo de afuera, toda la realidad, la verdad de "tot plegat" y las profundidades de la moral, su cabeza tiene que ser muy grande para que quepa todo en ella. Lo mejor que podemos hacer, cuando nos topamos con uno de estos individuos, es marchar corriendo y protegiéndonos la cartera.
EliminarEstoy de acuerdo contigo: "todos somos proclives..."
Un anillo puede ser un artilugio para cometer tropelías.
Salud.