El lector subyugado, 1928. René Magritte
Llegados estos días de finales de diciembre, solemos hacer un repaso de lo que hemos ido haciendo en el año que termina.
Voy algo más allá y echo una mirada lejos en el tiempo. Reflexiono sobre lo que el ser humano hizo después de levantar la cabeza para mirar el mundo y recuerdo un poema que escribí hace ya unos años:
Todo lo que hicimos
levantar
el vientre que arrastrábamos por el suelo,
erguir las orejas,
las teníamos grandes y caídas,
levantar la cabeza huesuda y
peluda.
Todo esto lo hicimos con orgullo:
traspasamos
el umbral de las palabras
y entramos con paso firme en el
templo
oceánico de la ciencia del bien y del mal.
Esto hicimos:
romper
relaciones con los sátiros,
dejar de hablarnos con faunos y
centauros
y entrar de lleno en la civilización.
Y lo hicimos porque éramos
orgullosos.
A las puertas de la caseta de la
razón
acopiamos granitos angulosos
y matamos burros y
burras
para arrancarles las mandíbulas y las quijadas.
Aprendimos
a lanzarnos los pedruscos por la cabeza
y con las quijadas
matamos hermanos.
Y todo ello lo hicimos
bajo el
umbral de la puerta de la caseta de la razón.
F.C.

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