Algunas veces disfrutamos de la suave caricia de la brisa junto al mar, tenemos
la oportunidad de degustar unas anchoas o escuchamos con deleite una sonata de
Scarlatti y así, pasar el rato más o menos acompañados de una felicidad momentánea.
Pero,
después de la fugacidad de la brisa, de la anchoa o de la sonata, tenemos la
sensación de que la vida es algo sórdido, pues sabemos del mal negocio de la
historia y que la humanidad se mueve por la oscuridad cavernosa. Nuestro quehacer cotidiano consiste en ir trampeando la realidad cruda e ir adaptándonos a los ambientes más o menos hostiles.
Así las cosas, todavía hay quien se obstina en conceder una categoría artística a lo doméstico, y se empeñan en
rebajar la obra de arte al nivel de lo mezquino implicándola en la vida cotidiana
sin preguntarse sobre la posibilidad de elevar lo cotidiano a la altura del Partenon.
Elevar lo cotidiano es el secreto, si es que existe algún secreto,para resistir todos los embates de la realidad. Incluso poner los pies en el suelo, cuando nos levantamos de la cama, puede convertirse en un momento epifánico si somos consciente de que estamos vivos y podemos valernos por nosotros mismos. Vivir es una obra de arte si intentamos sobreponernos a los mezquino y vulgar.
ResponderEliminarAbrazos
Levantarse es el momento más arriesgado del día, que se lo pregunten a Gregorio Samsa.
EliminarYa desde el primer minuto del día nos vemos obligados a la adaptación.
Abrazos
"Nuestro quehacer cotidiano consiste en ir trampeando la realidad cruda e ir adaptándonos a los ambientes más o menos hostiles".
ResponderEliminarLa verdad más grande que he leído hoy.
Salut
Amic Miquel, en esto estamos metidos, en ir trampeando para enfrentarnos al principio de la realidad. En ella no hay demasiadas contemplaciones.
EliminarSalud
Cuando uno se propone realmente ser feliz creo que al final lo consigue, posiblemente porque haga caso a tu recomendación. Aunque no lo sepa, este tipo de personas, es muy posible que lo pongan en práctica.
ResponderEliminarUn saludo.
Amigo Daniel, las anchoas, Scarlatti, unos minutos de descanso bajo la sombra de un pino, si puede ser mirando el már, realmente funcionan.
EliminarLa compañía con los buenos amigos, la conversación amable, el trabajo bien hecho, todo ayuda.
Saludos
Y si debajo de la anchoa -se esas que podemos adquirir en muchas localidades de Cantabria, por ejemplo- hay una buena tostada de pan candeal con queso fresco de cabra o con una rodaja de tomate maduro... El placer para mí se multiplica. Pero seguro que viene alguien a estropearte la fiesta.
ResponderEliminarUn saludo.
Quise decir "de esas". Perdón.
ResponderEliminarSí, Cayetano, se entendió. La rodaja de tomate me parece una delicia. Si se acerca alguien a estropear la fiesta lo echaremos a con nuestra indiferencia "proactiva".
EliminarSalud y buen provecho.
Si no fuese por las felicidades momentáneas y placenteras ¿qué sería de nosotros? No busco tanto el arte imposible de lo doméstico como la habilidad para sentirme a gusto. El paseo matutino, la charla justa con un amigo de juventud, el par de verdejos de mediodía, el transcurso de unas páginas bien hiladas y sin desazón anímica, el instante etéreo de dejarme caer en la cama...Pequeños y precisos hedonismos que le ponen a uno a salvo del ruido, la estupidez y el nerviosismo colectivo que amenaza con prolongar nuestras inquietudes.
ResponderEliminarEn efecto, amigo Fackel, estos disfrutes cotidianos nos ponen a salvo de la idiotez colectiva.
EliminarUn buen amigo que se fue ya me lo advertía, tienes estos placeres pequeños, ¿para qué quieres más?