Davide (c.1670). Francesco Torriani
Cuando el tiempo tiene su justa medida,
cuando las horas son mis cómplices
y los momentos son inalterables
ya no necesito “estar al día”.
Cuando la fuerza persuasiva de los minutos
me estremece con su rigor continuo,
encuentro la poesía en el tiempo
y en la memoria, ora insidiosa
ora serena y muda.
No hay gritos ni filigranas
que se reflejen en los espejos.
No hay convulsión ni trasiego.
F.C.
Porque, y no nos quepa duda, lo dijo Salomón en el Eclesiastés, "hay un tiempo para cada cosa", y en ese estado, el tiempo es el que es, y los días jamás han tenido veinticinco horas, por lo que debemos amoldarnos a su ritmo, sin, como bien dices, convulsión ni trasiego.
ResponderEliminarSalut
Amic Miquel, los días tienen las horas que tienen y en ellas nos movemos, en efecto "hay un tiempo para cada cosa" y con todo esto debemos adaptarnos. Esto es estar al día.
EliminarAbrazos
La composicion
ResponderEliminarla hiciste tu? ,
me extraña que
en catalan no
esté .
Amigo Orlando. La poesía casi siempre suelo escribirla en catalán y luego traduzco, pero en esta ocasión, lo he escrito directamente en castellano.
EliminarSalud
No estar al día y mientras te meces en el tiempo interior, sin alharacas ni novedades, percatarte que nada o casi nada importa.
ResponderEliminarAbrazos
Querida Marga, yo creo que lo razonable es armonizar el tiempo "interior" con el tiempo que marca el reloj y hacerlo con serenidad.
EliminarAbrazos
Es difícil abstraerse de lo que ocurre, del mundanal ruido, pero cuesta. Ayer sin más, enciendo la tele para ver las procesiones de Sevilla,pero se metió la triste noticia del atentado de Rusia. Evito todo lo que sea violento, la guerra en Gaza, en Ucrania,pero desgraciadamente es imposible.
ResponderEliminarDavid, joven, inexperto, del montón, sale del anonimato y mata al gigante Goliat.
Saludos.
Sí, amigo Car Res, no nos podemos abstraer de lo que ocurre alrededor, no somos de piedra. Ver las noticias es espantoso.
EliminarLas imágenes que pongo, no suelen tener relación con el texto que les sigue, de todas maneras, me gusta que vuestros comentarios se refieran a ellas, es muy enriquecedor.
Salud.
Es que cuando sucede eso, mi querido FRANCES, desaparece el tiempo, ese invento diabólico del hombre.. y justo en esos instantes que tan maravillosamente has descrito uno vive hacia dentro y se acurruca ahí .. nada de lo que sucede fuera importa, pasado y presente coexisten en la mente y ahí escuchamos sólo a nuestros pensamientos, sin ruidos externos que los incordien.. precioso! Un beso grande, mil gracias y buen finde!
ResponderEliminarAy, querida María, esto de que desaparezca el tiempo es tan abstracto que yo no lo alcanzo comprender, además de vulgar, soy un materialista empedernido y ciertas abstracciones no me caben en la cabeza. Busco la tranquilidad y el equilibrio.
EliminarAbrazos mil
¡Qué bueno!
ResponderEliminar[...] «encuentro la poesía en el tiempo
y en la memoria, ora insidiosa
ora serena y muda».[...]
Ya que hablamos de el tiempo, así comienza Pío Baroja su novela "La busca", libro que estoy releyendo:
«Acababan de dar las doce, de una manera pausada, acompasada y respetable, en el reloj del pasillo. Era costumbre de aquel viejo reloj, alto y de caja estrecha, adelantar y retrasar a su gusto y antojo la uniforme y monótona serie de las horas que va rodeando nuestra vida, hasta envolverla y dejarla, como a un niño en la cuna, en el oscuro seno del tiempo.
Poco después de esta indicación amigable del viejo reloj, hecha con la voz grave y reposada, propia de un anciano, sonaron las once, de modo agudo y grotesco, con impertinencia juvenil, en un relojillo petulante de la vecindad, y minutos más tarde, para mayor confusión y desbarajuste cronométrico, el reloj de una iglesia próxima dio larga y sonora campanada, que vibró durante algunos segundos en el aire silencioso.
¿Cuál de los tres relojes estaba en lo fijo? ¿Cuál de aquellas tres máquinas para medir el tiempo tenía más exactitud en sus indicaciones? El autor no puede decirlo, y lo siente. Lo siente, porque el tiempo es, según algunos graves filósofos, el cañamazo en donde bordamos las tonterías de nuestra vida; y es verdaderamente poco científico el no poder precisar con seguridad en qué momento empieza el cañamazo de este libro. Pero el autor lo desconoce: sólo sabe que en aquel minuto, en aquel segundo, hacía ya largo rato que los caballos de la noche galopaban por el cielo. Era, pues, la hora del misterio; la hora de la gente maleante; la hora en que el poeta piensa en la inmortalidad, rimando hijos con prolijos y amor con dolor; la hora en que la buscona sale de su cubil y el jugador entra en él; la hora de las aventuras que se buscan y nunca se encuentran; la hora, en fin, de los sueños de la casta doncella y de los reumatismos del venerable anciano».
Un abrazo.
Gracias, Gran Uribe.
EliminarHas puesto un fragmento de Baroja, ¿por dónde voy yo, con mi poema, delante de Baroja? Delante de esto yo no puedo decir nada, sólo mi admiración.
Salud