Parece que los olores y los sabores que experimentamos en la infancia quedan impregnados permanentemente en la pituitaria y en las papilas. Recordamos con bastante precisión aquellas sensaciones olfativas y gustativas.
Aún recuerdo el olor de la cocina de cuando era pequeño y aunque comía muy poco, recuerdo el sabor de un determinado fuet.
Fui un desganado desde los seis a los catorce años. Comía poquísimo, mi madre ya no sabía qué ponerme en el plato para que me lo tragara, ni siquiera las golosinas me apetecían. Estaba delgado como un fideo de cabello de ángel.
Preocupados mis padres, por fin, mi madre encontró algo que me apetecía un poco, se trataba de los pajaritos. Los guisaba de diferentes maneras. Tordos, petirrojos, jilgueros, pichoncitos… a veces fritos, otras desmenuzados en la sopa, incluso rustidos. Se los proporcionaba un comercial de aceites y jabones que era aficionado a la caza y cuando se cobraba algún pajarito se lo vendía a mi madre.
Los petirrojos eran los que menos me gustaban y recuerdo la carne demasiado dura de los jilgueros. Los que más me gustaban eran los tordos.
Comía un tordo poco a poco, si era rustido mejor. Sobre los costados tiene unos musculitos que son exquisitos. Roía los huesecillos del tordo, que al masticarlos hacían un crec-crec que entusiasmaba a mis padres. Supongo que era porque me veían comer con un poco de apetito.
Ahora
pienso que comerse un tordo es una delicia, pero me quedo con las ganas.
Jamás se me hubiera ocurrido comerme un pajarillo, y he tenido oportunidad.
ResponderEliminarNo se a que saben, y no es mi deseo imaginarlo.
Un abrazo
Amic Miquel, yo comí bastantes pajaritos y, aunque era un niño inapetente, recuerdo que sabían bastante bien, sobre todo los tordos.
EliminarSalud
A mi nunca me han gustado pero recuerdo que en mi casa tenían predilección por los tordos.
ResponderEliminarFrancesc, ahora estás muy majo. También yo era mal comedor pero hasta los treinta o por ahí, jajajajaja, ahora aprecio muchísimo la buena mesa.
Un abrazo.
Amigo Pitt, la inapetencia aquella ya pasó. A partir de entoces, siempre he comido bien.
EliminarAhora es muy difícil encontrar un sitio donde te vendan un tordo, imagino que si existiera alguna tienda donde vendieran pajaritos, sería inmediatamente atacada por algún fanático animalista o vegano.
Abrazos
No recuerdo haber comido pajaritos, pero sí codornices. Fui cazador durante un año. Lo dejé por prejuicios morales y "mala puntería"...
ResponderEliminarUn abrazo
Amigo Luis Antonio, yo recuerdo el sabor de los pajaritos, entonces apenas comía, y seguramente fueron aquellos tordos o jilgueros los que me mantenían con bastante vitalidad.
EliminarAbrazos
Recuerdo parecido de la infancia guardo con las ancas de rana y el regaliz natural o paloduz. Esos sabores no se olvidan.
ResponderEliminarUn saludo, Francesc.
Amigo Cayetano, los sabores y los olores de la infacia perdura, probablemente, con el tiempo se van idealizando. Yo también recuerdo el sabor del regaliz, aunque no era demasiado aficionado.
EliminarSalud
Aún recuerdo cuando en los bares se podían comer. Y recuerdo su sabor y el olor. Somos infancia.
ResponderEliminarAmigo Pedro, yo creo que si hoy sirvieran una tapa de pajarillo en un bar, inmediatamente sería atacado por un ejercito de animalistas y saldría en todos los periódicos y levantaría unas polémicas encendidas.
EliminarSaludos
Los aromas y sabores de la infancia quedan absolutamente impresos. No es fácil encontralos de nuevo. El motivo resulta un tanto dificil de explicar. Los recordamos de modo construido por la mente o se nos ha estropeado la pituitaria con el tiempo, o al contrario ha mejorado tanto que ya no los podemos apreciar ahora.
ResponderEliminarSerá como la "sopa de cebolla del rey" que nunca fue como la primera hasta que el ardid cocinero le llevó a la situación primigenia de nuevoy, entonces sí, reconoció que ésa era la buena. No sé si conoceis el cuento.
Salud, Francesc.
Anna Babra
Amiga Anna, yo creo que los recuerdos de los sabores mejoran con el tiempo.
EliminarNo conozco el cuento de la sopa de cebolla del rey. Te animo a que lo cuentes en alguno de tus poemas.
Salud
De pequeña, comí pajaritos. Ahora me parece un crimen de lesa majestad. Las abubillas coronadas como reinas, los rui-señores ensalzados por Emily Dickinson y hasta los humides gorriones en peligro de extinción...
ResponderEliminarAmiga Viky, con el tiempo cambiamos de pensamiento y de alimento.
EliminarAbrazos