Pintura esquemática levantina (¿edad de bronce?)
Por
encima de reflexiones teóricas o especulaciones estéticas, en esta vieja península
el arte ha sido casi siempre una exteriorización arrebatada. Es muy difícil
encontrar en la historia del arte ibérico un reposo del ánimo tal que permita
una meditación sosegada sobre la realidad.
A
pesar de la vehemencia, encontramos, sin embargo, algunas obras contenidas y abstraídas en la
oscuridad y otras rutilantes bajo la luz cegadora de un levante mediterráneo. Son, eso sí,
explosiones de oscuridad o de luz capaces de reventar toda mesura.
La tensión
entre Apolo y Dionisos, se convierte en una lucha ibérica desesperada entre la
oscuridad de los estigmatizados y la luz del Mediterráneo. En el combate hallamos un hálito de razón que suspira. En el fragor, unos artistas nobles reclaman
la lucidez estética, templada y pronta, que ha de dar sentido a su expresión.
Encontramos
sobre el suelo peninsular un arte robusto como las espadas y sufriente como los
condenados. A menudo, místico e intolerante
como las instituciones, cerrado como el dogma y vigoroso como las batallas.
Abundoso en oro colonial que brilló e iluminó el arte en un momento histórico lleno de esplendor.
En
la lucha ibérica hallamos una policromía de tallas ensangrentadas y una literatura
que ha sabido poner en verso la contención y el fanatismo. Contemplamos una pintura de manchas lejanas que relucían en la oscuridad. Grandes obras de arte, tan grandes como afligidas. Arte
apenado, tan dolorido como tristemente hermoso. Expresión de un ánimo
derrumbado, grito o aflicción del hastío que se produce al ver que algo podía
haber sido y no fue. Ciertamente un arte muy grande pergeñado sobre una
geología social de miras pequeñas, como una luz que se desvanece sobre unas
ruinas seculares.
Artistas
extraordinarios, dolidos, grandes genios que han tenido que soportar la
incomprensión.
San
Juan de la Cruz, Albéniz, Miró, Cervantes, Casals, Goya, Machado, Velázquez, el
Arcipreste, Gracián, Victoria, Rosalía, Sorolla, Papasseit, Gaudí, Falla, Pessoa,
Zurbarán, Lorca, Maria João Pires, Garcilaso, Herrera, Àusias March, Berruguete,
Góngora, …
¿Qué sería de esta desquiciada piel de toro sin todos vosotros?
Parece que la historia al correr de los siglos nos muestra muchas naciones "desquiciadas" pero somos más autocríticos que, pongamos por ejemplo, franceses o ingleses. Es bueno. Aunque también tenemos ejemplos de incondicional amor patrio:
ResponderEliminarHablan un militar francés y uno español, el francés le dice al otro que ellos luchan por el honor y los españoles por el oro. El español le contesta: claro, cada uno lucha por lo que no tiene.
Un abrazo.
Amigo Pitt, en todas partes cuecen habas. Creo que sobre este suelo antiguo, somos autocríticos con amargura. Está claro que no hemos practicado el marqueting cultural tan frecuente en otros países.
EliminarSalud
La península es una encrucijada de caminos. Por lo tanto, un lugar para el encuentro y también para el desencuentro. Nos quedaremos con lo positivo.
ResponderEliminarUn saludo, Francesc.
Amigo Cayetano en la encrucijada se producen los intercambios y la vitalidad. Nos quedaremos con lo positivo, que da para mucho,
EliminarSalud
Estas pinturas me atrapan. Son pinturas esquemáticas, tal como suena Creo que son las de Santa María del Castillo. Y es que nuestro Picasso de hace milenios, se supone dominaba la técnica altamiriana y se decidió por el trazo rápido y limpio, aunque le demos más valor al bisonte figurativo. Una maravilla, la misma que nos citas con nombre y apellidos al final del escrito.
ResponderEliminarHay dos Españas, y me temo que seguirá así durante mucho tiempo.
Un abrazo
Sí Miquel, hay dos Españas, una que muere y otra que bosteza y "una de las dos Españas ha de helarte el corazón"
EliminarUn fuerte abrazo
España
ResponderEliminarJorge Luis Borges
Más allá de los símbolos,
más allá de la pompa y la ceniza de los aniversarios,
más allá de la aberración del gramático
que ve en la historia del hidalgo
que soñaba ser don Quijote y al fin lo fue,
no una amistad y una alegría
sino un herbario de arcaísmos y un refranero,
estás, España silenciosa, en nosotros.
España del bisonte, que moriría
por el hierro o el rifle,
en las praderas del ocaso, en Montana,
España donde Ulises descendió a la Casa de Hades,
España del íbero, del celta, del cartaginés, y de Roma,
España de los duros visigodos,
de estirpe escandinava,
que deletrearon y olvidaron la escritura de Ulfilas,
pastor de pueblos,
España del Islam, de la cábala
y de la Noche Oscura del Alma,
España de los inquisidores,
que padecieron el destino de ser verdugos
y hubieran podido ser mártires,
España de la larga aventura
que descifró los mares y redujo crueles imperios
y que prosigue aquí, en Buenos Aires,
en este atardecer del mes de julio de 1964,
España de la otra guitarra, la desgarrada,
no la humilde, la nuestra,
España de los patios,
España de la piedra piadosa de catedrales y santuarios,
España de la hombría de bien y de la caudalosa amistad,
España del inútil coraje,
podemos profesar otros amores,
podemos olvidarte
como olvidamos nuestro propio pasado,
porque inseparablemente estás en nosotros,
en los íntimos hábitos de la sangre,
en los Acevedo y los Suárez de mi linaje,
España,
madre de ríos y de espadas y de multiplicadas generaciones,
incesante y fatal.
Salut
Buen poema, Selva, buen poema.
ResponderEliminarSaludos
Es curioso cómo me gustan los que se han contado más hacia adentro que hacia fuera...
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