
Above Blues (1929) Archibald J. Motley
Conozco
muy poca cosa de la música de jazz. La escucho cuatro o cinco
minutos y me gusta un poquito y después, a otra cosa, mariposa.
Los
intérpretes de esta música sincopada son grandes artistas. Los
admiro.
El
jazz nunca lo he llegado a comprender. Me ocurre como con toda la
música americana. Me he esforzado por penetrar en el meollo de la
obra de muchos compositores, ya sean norteamericanos, caribeños o
sudamericanos; ya sean compositores clásicos o de música de cine.
Los de música clásica americana son unos pesados y los segundos, los de la
música de cine, son un pastiche de melodías edulcoradas. Tampoco el
jazz lo he acabado de entender y me sabe mal, pues debo reconocer que
me pierdo el goce que disfrutan muchos “escuchantes”.
Poco
entiendo de jazz, pero aún así, considero que Oscar Peterson, Lionel Hampton y otros de los imprescindibles son grandes artistas todos ellos.
Puedo apreciar el swing y el
blues, estas canciones de los campos de algodón que tan bien
interpretaron Robert Johnson, Leabdelly o Charlie Patton.
El
ragetime está más cerca de la música clásica, cabe decir
que es un género que fue admirado por muchos de los llamados músicos
clásicos de la vanguardia musical europea.
El rage deriva del minueto o el vals compuesto, se
forma con secciones de 16 compases. Los Scott Joplin, Louis Chauvin o
Ton Turpin fueron grandes intérpretes de esta música que aún
podría llegar a entender, pero que no poseo la capacidad sensitiva
para disfrutarla. Echo a faltar el contrapunto, enseguida me canso
con lo sincopado y ciertas piezas me parecen susurros “ratoneros”
que no sé adonde apuntan.
No
conecto con el dixieland. Los saxos o las cornetas de los Duke
of Dixieland o Paul Mares, que aun reconociendo su valía, me
resultan gritones. Los veo propios de una música de festejo de quien
ha conseguido algunos billetes de dix dollars.
El
cool jazz, como derivado del bebop, supone un puente
con la música clásica. Hay intentos, sí, efectivamente los hay, asoma
el hard bop que pretende ser una forma europea con el
magnífico Miles Davis Quintet: John Coltrane, Cannonball Adderley,
Red Garland, Philly Joe Jones, Paul Chambers y Milt Jackson, pero
esta experimentación pronto deriva hacia una forma evolucionada de
swing.
El
free jazz me puede interesar un poco más; su atonalidad
presenta un cierto parangón con la experimentación que surgió a
partir del dodecafonismo; Anthony Braxton, John Surman son una buena
alternativa.
Repito,
conozco poco del jazz y me sabe mal, pero no consigo meterme en el
meollo de esta música sincopada tan bien interpretada.