A este lado de la tapia no paran de repetir:
uno,
dos, tres,
cuatro,
cinco, seis,
siete, ocho y
nueve.
Estamos
metidos en un romanticismo manicomial.
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¿Qué no pasará al otro lado?
ResponderEliminarSalut
Miquel, yo creo que al otro lado deben quedar muy pocos. Aquí sólo demencia.
EliminarContar más allá del nueve ya resulta difícil, pues hay que añadir otro dígito y esto supone saber alguna lección y resulta que los más tontos no prestaban atención cuando el profesor la explicaba.
Salud
O contando los días de confinamiento, que todo puede ser.
ResponderEliminarSaludos, Francesc.
Cayetano, ahora que caigo, no había pensado en el confinamiento.
EliminarSalud
Números: el corazón ardiente del romanticismo verdadero.
ResponderEliminarViky, debo aceptar mi contradicción romántica: Schubert
EliminarSaludos
Es que el romanticismo tiene siempre un punto manicomial. Nos agarramos al espejismo y le damos carta de realidad, una locura que tiene muy mal despertar.
ResponderEliminarAbrazos
Más de uno no despierta nunca. Siempre con sus sueños encerrados detrás de la tapia.
EliminarAbrazos
Mejor no contar nada, y menos números. El otro lado puede estar a un palmo o a una distancia que nuestra mirada aún no abarca. Eso sí, siempre finita. Sigo pensando en habitar los márgenes, aprovechar los resquicios, relativizar las posibilidades y evitar los ruidos. No es fácil. Un abrazo.
ResponderEliminarHay que evitar los ruidos y relativizar, estas son las condiciones indispensables para pensar libremente
EliminarSalud