Formas puras coloreadas. Juan Serano (Equipo 57)
Desconfío
de las utopías que prometen iluminaciones deslumbrantes y una
sociedad más rica y mejor, donde habrá bocadillos de jamón para
todos, incluso charcutería adaptada para veganos.
No
me fío de los charlatanes que tanto prometen,
ni de la sublimación de la burocracia. Unos gritan y a otros, con un
silencio enrevesado, los hacen callar.
Nos
quieren convencer de que a ellos no les alcanzan ni las infecciones
ni los achaques. Y nos dicen que, si les seguimos, tampoco a nosotros
nos alcanzarán.
No
creo que desaparezcan ni los dolores ni las enfermedades. Ni creo que
desaparezcan los idiotas del poder por más utópica que sea la
sociedad que nos prometen.
Continuaremos
engullendo, intentando digerir las consecuencias del poder.
Desde que el
humano se puso en
cuclillas para defecar y hasta
hoy, aún no nos hemos
empachado.
Ante
la desconfianza en la utopía y en la suspicacia de sus hechizos, no
veo que aquella sea una razón para luchar. Como máximo, puedo
llegar a conceder una pequeña indulgencia por el entusiasmo e
imaginación de los amigos animosos, aquellos que aún creen que la
historia puede ser un buen negocio.
Falansterio de Charles Fourier
La
utopía proporcionó un programa arquitectónico para el diseño de
edificios con grandes salas comunitarias, celdas inhóspitas para
cada individuo y con muchas ventanas desde las que no se veía otro
panorama que el que se cuece en el interior del gran caserón
colectivo.
Falansterios,
familisterios o grandes templos ecuménicos, donde todos los iguales
son muy iguales y la abstracción se materializa en forma de
reglamento.
Son
construcciones utópicas que se asientan sobre unos cimientos de
ingenuidad. Es como si reposaran en unos estratos del terreno que no
pertenecen a la corteza de este planeta.
Todo
encandilamiento utópico es un portento de sensiblería.