Fermall. Ramon Puig Cuyás
Hay una puerta cuyas bisagras chirrían porque son viejas, al otro lado de
la puerta hay un camino hacia la belleza.
El sendero que conduce a la belleza también es viejo, el
camino es intrincado, con corredores largos, a veces pasillos oscuros, pero
otras veces, luminosos como una mañana despejada.
Podemos entrar. Espriu ya nos invitó a entrar en el “Laberint Grotesc”.
En el Laberinto se escondía el Minotauro, aquel que sólo comía carne
humana, era antropófago y conforme crecía se volvía más salvaje. Cuando la
criatura se hizo incontrolable, Dédalo construyó el Laberinto de Creta para
encerrar al monstruo.
Aquellos tiempos de monstruos y dioses inclementes reclamaron la
inteligencia de Dédalo para encerrar el salvajismo dentro de una maraña de
paredes y corredores.
Desde entonces el hombre ha encerrado a todos aquellos con los que no quiso
convivir. El ser humano ha edificado diversos tipos de heterotropías, cada una
con una función específica, y dentro de ellas ha metido a todos aquellos que
constituían un peligro. Ha encerrado a locos, a actores, o a delincuentes y
para ellos ha construido manicomios, teatros o prisiones.
¿Quién sabe si dentro de alguna otra heterotropía o laberinto también han
querido encerrar a los poetas? En más de una ocasión la poesía ha constituido
un peligro. Pero el poeta ha seguido en
sus trece y ha querido convertir la belleza en realidad ¡Vana ilusión!
Pero atención, las ilusiones también esconden sus peligros, como los
esconde la Belleza, cuya mirada es terrible como nos anunció Rilke.
No me atrevería comparar la ilusión con la utopía, pero creo que en ocasiones se cruzan y se mezclan.
ResponderEliminarTodo aquello que no sea verdaderamente abarcable, lo intangible, incluso lo soñado, se me da que es peligroso. Las ilusiones también lo son, pocas veces se cumplen.
Un abrazo
Miquel, siempre hay quien se ilusiona con alguna utopía y tarde o temprano les toca desilusionarse.
EliminarSalud