lunes, 29 de abril de 2013

El pino más cercano



Aunque el poeta se obstine en acercarse a las esferas de los ángeles y, subido a las torres más altas del castillo de Duino, grite; aunque los ángeles sean terribles y puedan aniquilarnos con sus espadas flameantes y aunque veamos a nuestros pies como las olas el mar golpean contra la pared del acantilado, no renunciaremos a la tersura de las piedras ni dejaremos de buscar en su interior la sustancia más bella.

Si las arcadias son inhóspitas y todo se ahoga en el imposible océano de Florencia, nuestro corazón intentará evitar el naufragio y con los oídos atentos escucharemos la música callada. No dejaremos que nos atrapen los cantos de las hijas de Aqueloo. Atravesando el estrecho fatídico, pondremos rumbo a la isla de la razón.

¿A quién recurrir? se pregunta el poeta después de ahogar el clamor de su garganta y su oscuro sollozo en la penumbra. Con él levanto mi canto, contemplo todo aquello que nunca nos abandonó y elijo el pino más cercano, el que me regala su sombra y observo este mar antiguo y la fidelidad de sus olas que guardan los mármoles absolutos y los templos mutilados que en sus aguas duermen eternidad.


Evitaremos el naufragio.

10 comentarios:

  1. Tal vez Florencia sea una ninfa, hija del tal Aqueloo, tiene toda la pinta, el Arno la delata.
    Ella suele atrapar a todo aquel que la visita.
    Saludos y pasa un buen día.

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    1. Amigo Depazzi, creo que has desvelado el secreto del Arno.
      Las hijas de Aqueloo que nadaban entre Escila y Caribdis seducían a los marineros cuando escuchaban sus cantos, pero la ninfa del Arno hechiza a los visitantes con sus piedras y produce el síndrome de Florencia. Que se lo pregunten a Stendhal.
      Salud

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    1. Gracias Miquel, hay que tener cuidado con los cantos, vamos a pedir que nos amarren al palo de mesana para que no nos rapten.
      Salud

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  3. Y el más cercano a veces es el "quinto pino".
    Un saludo.

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    1. Ja, ja, ja Cayetano, tienes razón, a veces lo que tenemos más al alcance de la mano no es lo más cercano.
      Salud

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    2. Sí sí y sí. El pino, el ciprés o el tamarindo, hay que salir de la negrura y vencer el abatimiento. Cualquier sombra de árbol es buena sin bajo ella cobijamos las esperanzas para que vuelen alto.

      Un abrazo

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    3. Querida Amaltea, ya ves, puede llegar a ser hasta un halo de optimismo, pero más bien es una aspiración de tranquilidad. En todo caso el convencimiento de que sólo encontraremos la salida de la negrura a las orillas de este mar tan clásico.
      Salud

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  4. Bellísimo texto, Francesc, sinceramente. Acaso con varias posibles lecturas; profundo en todo caso; y con felicísimas expresiones, como esos «mármoles absolutos», como esa «música callada» que es mucho más que el tópico que de ella habitualmente se hace y que se contrapone al peligroso canto que conduce a la perdición; por no hablar de ese certero y tranquilamente firme «contemplo aquello que nunca nos abandonó». Me ha encantado.

    Un abrazo.

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    1. Gracias Antonio, hundidos en este mar encontramos los mármoles absolutos que son cimiento de nuestra civilización, a la sombra del pino contemplo esto que se ha levantado sobre aquellos cimientos.
      Salud

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