lunes, 26 de noviembre de 2018

De la geología pétrea a los árboles ralos

La Visitación (1310) Giotto

Los escolásticos concluían cualquier razonamiento apelando al argumento de autoridad. Eran cuadriculados y era muy difícil de que salieran de sus casillas. Iban desarrollando su especulación y al final llegaban a un símbolo o a algo que no se podía explicar y lo daban por bueno porque lo había dicho algún sabio. Esto es una falacia especulativa.

Su cuadrícula especulativa se tornaba curva y contracurva desvanecida en el espacio. Quizás debido a sus convicciones graníticas y aristotélicas caían con frecuencia en la pedantería y luego, apoyados sobre aquellas geologías berroqueñas, se levantaban otra vez.

Pero toda geología se erosiona y tras los peñascos aparece la luz del sol. Con las disgregaciones iban terminando los siglos oscuros del medievo.

Con el gótico, que era la expresión pétrea de la escolástica, los artistas cambiaron su atención y su objeto. Pasaron del símbolo románico a la realidad. A veces, aquella realidad no era otra que unos árboles ralos como los que vemos en muchas pinturas del Trecento.

Poco a poco llegó la plenitud del Quatrocento y del Renacimiento en fin. El artista midió, especuló y recuperó la proporción perdida. Los capiteles, los arquitrabes y los pedestales tomaron sus medidas del módulo de la columna.

Sin que mediara ningún símbolo, el cuerpo humano se convirtió en la medida de todas las cosas. La misura umana se convirtió en la mesura del universo.

Ahí están L.B. Alberti y Brunelleschi, Piero della Francesca, Leonardo y Luca Pacioli. Gracias a la escuadra y al cartabón el arte ganó en nobilità. Fin de toda pedantería.

6 comentarios:

  1. Gustándome como me gusta el Románico, he de reconocer que los arquitectos (artistas al fin y al cabo), del Quattrocento (catedral de Santa María del Fiore, por ejemplo) dieron sopas con ondas a muchos de los que vinieron posteriormente.
    Hacer constar que no soy un entendido en la materia, es sólo mi opinión, pero he deambulado un poquillo (siempre auntos familiares) por Florencia, por Roma, por Bassano y evidentemente por Venecia (aunque la intento dejar de lado), e indiscutiblemente son genios que sin calculadoras ni ordenadores han logrado cosas imposibles.

    Salut

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    1. Miquel, entre el Románico y el Renacimiento hay un cambio de mentalidad casi inconmensurable. Son dos maneras de entender el mundo completamente antagónicas. Para entenderlo solo podemos repasar la evolución de las ideas y cómo se produjeron los cambios.
      En cuanto a las calculadoras o los ordenadores hemos de convenir que solo son unos instrumentos que facilitan el cálculo, la idea y la creatividad están en el cerebro humano.
      Salud

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  2. Hay un salto de gigante de una mentalidad a otra. Un cambio tan sustancial solo se puede explicar por la eclosión de una revolución que afectó a todos los ámbitos del pensamiento, de la estética, de la técnica, de la economía, de la política... Un revolución global que transformó una vieja sociedad rural, pacata y analfabeta en otra urbana, expansiva y abierta. Quizá el mayor cambio que experimentó a nivel general la humanidad occidental.
    Un abrazo, Francesc.

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    1. Sí, amigo Cayetano, como tú dices, el salto es de gigante. Cambiaron las ideas estéticas, la voluntad de arte sustituyó a la vieja simbología dogmática, el hombre constituyó la medida de todas las cosas. Cambió la sociedad, la mentalidad política, etc. Se llenarían libros y libros para expilicar esta enorme evolución del pensamiento.
      Salud

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  3. Y sin embargo, la evolución de los modelos culturales ha dado la vuelta, hoy los símbolos son la madre del cordero, ¿qué símbolos?las marcas y su comercialización; el arte se mercantiliza bajo signos de modernidad digital y tecnológica. Somos sujetos movidos por símbolos que ya nada tienen que ver con los antiguos dioses y religiones; los de hoy influyen con más sutileza y efectividad.

    Abrazos

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    1. Amiga mía, los símbolos son como los mosquitos, en todas las épocas históricas, por todas partes, molestos siempre, intentando chupar la sangre.
      Abrazos

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